𝟓

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Al día siguiente, llegué muy temprano a la oficina, ni siquiera había llegado Natalia y eso que siempre es la primera. Encendí la computadora y revisé los mails, había uno marcado como importante, en el que me recordaban que a las 4 debía entregar las fotos para el folleto de un nuevo perfume de Armani.

—¡Genial! —exclamé en voz alta, yo con las hormonas hasta el cielo y encima tenía que pasar al menos dos horas eligiendo fotos sensuales y a la vez sutiles.

Tenía otros asuntos pendientes a los que les di prioridad. A la una, salí a almorzar con Natalia quien no dejó de platicarme emocionada, que estaba preparando la fiesta del cumpleaños número tres de su pequeña Lily, justo una plática como esa era la que necesitaba, algo completamente inocente que mitigara mis bajas pasiones que seguro aumentarían a la hora de estar escogiendo fotos para el dichoso folleto.

Al regresar, me encerré en mi oficina y me dispuse a hacer el trabajo que había estado postergando toda la mañana, después de revisar miles de fotos para elegir las diez que aparecerían se me ocurrió una brillante idea. Como el lugar donde las llevaría estaba un poco alejado, le diría a mi jefe que ya no regresaría y llamaría a aquel extraño para volver a encontrarnos. No podía demorarlo un día más, me urgía volver a sentir sus manos recorriendo mi cuerpo, sus besos en mi boca y su olor embriagándome.

Eran las 5:15 cuando salí del edificio donde llevé las fotos, no entendí como es que me citaron a las 4:00 y me hicieron esperar 45 minutos para recibirlas. En cuanto estuve en la calle saqué el celular y a toda prisa busqué su número, para llamarle, al escuchar el primer repique y mi corazón se aceleró al cien por ciento.

—Hola —escuché decir a esa voz aterciopelada que me alteraba.

—¿Estás libre esta noche?—murmuré, esta vez con un tono sensual y tentador.

—Sí, te veo en el mismo lugar a las ocho,
¿te parece?

—¿No podría ser más temprano?, ¿a las
seis y treinta? —estaba necesitada y se lo hice saber.

El chico demoró en responder.

—Lo siento, me es imposible a esa hora.

—Ok, entonces a las ocho —no me quedó más remedio que aceptar.

—Perfecto, a las ocho en el lobby, cerca de los elevadores.

Y volvió a colgar primero, sin darme tiempo a decir algo más, en ese minuto me arrepentí de haber mostrado mi urgencia, seguro el tenía una vida y un trabajo, al menos, yo tendría tiempo suficiente para ir mejor arreglada esta vez.

Le hice la parada a un taxi y le indique el domicilio de mi departamento. Al llegar, me dirigí al armario y saqué un vestido rojo, de tirantes delgados cruzado por la parte de atrás y que me llegaba a mitad de los muslos, era atrevido y por eso no lo había estrenado, pero para esta ocasión era perfecto. Abrí el cajón de la ropa interior y por más que revolví, no encontré prendas lo suficientemente sensuales, miré el reloj y faltaban quince minutos para las seis, así que tenía tiempo de sobra y me dirigí hacia una tienda de ropa interior que quedaba a diez minutos de mi departamento.

Mientras caminaba pensaba que estaba completamente loca, cómo era posible que estuviera yendo a comprarme ropa, sólo para tratar de impresionar a un completo desconocido que seguramente conocía miles de modelitos de todos colores y formas. Suspiré un tanto desilusionada, no había podido dejar de pensar en él desde que lo conocí y para él yo era una más en su lista. Entré a la tienda sacudiendo mi cabeza para borrar esos pensamientos, lo mejor era concentrarse sólo en la diversión.

Me miré al espejo y casi no me reconocí, me había recogido el cabello y me había maquillado más que de costumbre, con un intenso rojo carmesí en los labios y cubierta por aquel vestido que llevaba un par de años guardado en el closet, en definitiva estaba muy alejada de la correcta __, de la chica que todos conocían y algunos hasta admiraban
«nadie es perfecto» me dije mirándome fijamente.

Vi el reloj y eran justo 7:30, tomé mi abrigo, me lo puse y lo cerré por completo, no iba a salir vestida así a la calle y que todos me vieran.
Tardó en pasar un taxi libre y a las ocho en punto estaba cruzando la puerta del hotel, esperando y deseando que no me reconociera la recepcionista, pero, al voltear discretamente, me di cuenta que era una chica diferente a la de la otra ocasión.

Caminé hasta los elevadores y no había señales de él. Empecé a hacer respiraciones para tratar de calmarme, temía que el corazón se me saliera de un momento a otro por las intensas palpitaciones que sentía en el pecho.

Volteé cuando sentí una intensa mirada que hizo que mi cuerpo se tensara,
¿cómo podía tener ese efecto en mí?

—Buenas noches —dijo mirándome de cabeza a pies.

—Buenas noches —respondí perdiéndome en esos ojos hermosos.

Él me sonrió divertido, quizá por la expresión de mi rostro, apretó el botón del ascensor y entramos, yo me paré al fondo mientras el presionaba el botón del piso 15 de nuevo, ya no podía resistir las ganas de besarlo y acariciarlo. Estaba a punto de lanzarme sobre él cuando habló y me hizo notar algo que había pasado desapercibido.

—En este hotel hay cámaras en los elevadores, por seguridad —señaló levantando la vista hacia una esquina, distinguí perfectamente la figura negra y circular que sobresalía del techo.

—E-Entiendo —pasé saliva sintiendo como el rubor inundaba mis mejillas. Solté una respiración—pero, no iba a intentar nada extraño —agregué tontamente.

Él soltó una risita y movió la cabeza, seguramente el deseo se me notaba en los ojos, en la postura y en todo mi cuerpo.

Finalmente la puerta se abrió y mi corazón latió aún más aprisa, estaba a escasos minutos de volver a tener lo que había estado esperando por dos días completos. Miré ansiosa como deslizaba la tarjeta para abrir la puerta, era la misma habitación de la otra noche. Me cedió el paso de nuevo y entró cerrando la puerta.

Ni siquiera dejé que diera un paso más, me le abalancé y lo recargué en la puerta para besarlo con toda la urgencia que sentía, mi cuerpo se estremeció completamente al sentir su tibia lengua que se unía a la mía en movimientos frenéticos y desesperados mientras sus manos desabotonaban el abrigo y me lo quitaba. Me separó para mirarme y sonrió satisfecho al verme con aquel vestido.

—Wow —expresó lamiéndose los labios
—ese vestido sí que te queda bien, muy bien—añadió recorriéndome con la mirada.

—¿En verdad? —cuestioné dándome una vuelta lentamente.

—Por supuesto, aunque a decir verdad se verá mejor en el suelo.

¿Estás libre esta noche? (Joseph Quinn adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora