𝟖

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Llegué a mi departamento como a las nueve, me puse el pijama y me senté a ver televisión mientras me comía un plato de cereal. Estaba cambiando de canal en canal y en uno había una escena erótica, parecía que todo estaba confabulando en mi contra o quizá sería que ahora prestaba más atención a esas cosas por lo alteradas que traía las hormonas. Me quedé viendo la escena hasta que terminó, en condiciones normales le hubiera cambiado pero ahora me dio morbo, sacudí la cabeza, decidiendo darme un baño.

Estaba parada debajo de la regadera pasando una mano por mi cuello y no pude evitar pensar en él, «puedes acariciarte pensando en mí», sólo con recordar su aterciopelada voz mi cuerpo se excitaba, así que me dejé llevar. Bajé mi mano hasta mis senos y los acaricié pensando que era su mano, viendo su rostro en mi mente, reviviendo sus jadeos en mi oreja. Dejé que mi mano viajara más abajo, acaricié mi abdomen de la forma en que él lo hacía y noté que estaba funcionando, estaba ya jadeando mientras sentía que el agua tibia acariciaba mi espalda.

Me recargué en la pared y lo frío del azulejo hizo que arqueara un poco mi cuerpo, entonces comencé a acariciar mi parte más íntima mientras me concentraba en él, en sus facciones retorcidas, el roce de su ligera barba sobre mi piel, en sus labios besando los míos, en su tibio cuerpo moviéndose dentro del mío, era increible la forma en que podía recordar todo y más increíble aún que mi cuerpo respondiera a esos recuerdos, abrí los labios y emití un gemido cuando sentí que terminaba, no había sido tan intenso como si hubiera estado con él, pero lo había disfrutado muchísimo más que en otras ocasiones.

***

El sábado me levanté a las siete, después de desayunar, eché la ropa a la lavadora e hice todo el aseo del departamento a demasiada conciencia, a decir verdad, necesitaba estar lo más ocupada que se pudiera. Seguí el consejo de Maya e hice un poco de ejercicio, por la noche vi una película cursi para evitarme malos pensamientos.

El domingo fui a casa de Nat y estuve jugando un rato con Lily. Por la tarde me llamó John y fuimos al cine. Vimos una película de acción, se me ocurrieron un par de cosas poco decentes mientras estaba en la sala abrazada a él, pero lo vi tan concentrado en la pantalla que preferí no intentar nada, se estaba divirtiendo y con eso me conformaba, al menos, no estaba pensando en sus negocios en ese momento. Cenamos hamburguesas, después me llevó a mi casa, me despedí en el auto sin invitarlo a subir al departamento, estaba muy cansada y él tampoco se veía muy interesando en acompañarme, quizá Maya tenía razón en eso de la amante y extrañamente deseé que fuera verdad, eso disminuiría un poco mi culpa.

    ***

Al fin era lunes, el día se me estaba haciendo eterno, cada media hora estaba tentada a marcarle a «Eddie», pero él había sido muy específico en el horario, así que esperé hasta que fueran las 7:15
de la tarde. Dudé un momento con el celular en la mano, pero, qué más daba lo que pensara de mí, no sabía quién era yo en realidad, creo que con él me transformaba en otra persona, así que con el corazón latiendo a toda prisa y con las manos temblorosas le marqué.

—Hola —respondió con esa voz que me encantaba.

— ¿Estás libre esta noche? —dije otra vez con tono sensual.

—Sí, misma hora, mismo lugar.

—Ok, ahí te veo.

Y ahora fui yo la primera en colgar.
Tomé mi bolso y mi saco del respaldo del asiento, entonces reparé en que hubiera ido a cambiarme de ropa, traía un traje sastre que no lucía muy seductor que digamos, resoplé y me puse en marcha al conocido hotel.

Eran las 8:25 y no había señas de él, bufé dirigiéndome a la salida, iba a mitad del lobby cuando lo vi entrar. Mi corazón se aceleró de inmediato, jamás me imaginé que una persona pudiera alterarme de tal manera. Me dedico media sonrisa ladina y en cuanto estuvo a mi lado me ofreció su brazo.

—Disculpa la tardanza, tuve un contratiempo.

—Entiendo —estaba aprendiendo a hablar poco con él.

Llegamos a la reconocida habitación, dejé mi bolso sobre la mesa, sintiendo como me abrazaba por atrás y pegaba su cuerpo al mío. Me besó el cuello mientras sus manos acariciaban mis senos por encima de la blusa. Me quitó el saco y me volteó, me miró con fuego en los ojos, en ellos había el mismo deseo que en los míos, me besó apasionadamente en tanto acariciaba mis nalgas y me pegaba a su cuerpo que ya estaba respondiendo a la pasión que nos consumía, yo lo sujetaba fuertemente por la espalda, para evitar que se me escapara, subió besando mi cuello, succionó el lóbulo de mi oreja y lo mordisqueó un poco, exhalando su tibio aliento.

—¿Hiciste lo que te sugerí? —preguntó bajando su dedo por mi columna vertebral.

—Sí— exclamé con un hilo de voz.

—Demuéstrame como lo hiciste —susurró después de lamer mi oreja.

—¿Q-Qué? —pregunté contrariada separándome un poco de el para mirarlo.

—Quiero que te acaricies para mí—Ordenó con una ligera sonrisa de superioridad.

¿Estás libre esta noche? (Joseph Quinn adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora