𝟏𝟓

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—Mucho gusto —dijo en tono neutral y me extendió la mano.

Pero, yo no quería estrechársela, ya conocía los efectos en mí cuando me tocaba, aunque esta situación era completamente diferente, pero no quería arriesgarme, ni siquiera podía hablar por el enorme estado de shock en el que me encontraba, sentía mis rodillas temblar y un trasudor recorrer mi cuerpo, si no fuera porque tenía a John sujetado de la cintura ya me hubiera desvanecido. No entendía como él podía estar como si nada, como si en verdad fuera la primera vez que me veía en su vida, deseé tener la misma fortaleza o desfachatez, no sabía cómo calificar su actitud. Tomé un fuerte respiro y apreté con la mano a John, casi enterrándole las uñas.

—Igualmente —respondí estrechándole la mano, pero la retiré con rapidez.

—Sin que me lo tomes a mal John, tienes una novia muy linda.

—Oh, yo lo sé, gracias, además es una excelente chica, la única que me aguanta el ritmo de trabajo y casi no se queja, por eso trato de complacerla lo mas que se pueda —respondió de lo más amoroso mientras deslizaba un dedo en mi nariz.

—Sí, se ve que están muy enamorados —exclamó en un tono frío.

—¿Te sientes bien ? —preguntó
John mirándome preocupado.

—Un poco mareada, creo que la cerveza ya se me subió, necesito refrescarme, con permiso.

Salí prácticamente corriendo al baño, una vez adentro me recargué en la puerta y me llevé las manos a la cara,
¿por qué me pasaba eso a mí?, ahora si que el destino me había jugado una broma demasiado macabra, de todas las posibilidades que había de encontrármelo, jamás me imaginé que fuera con mi novio y mucho menos que se conocieran, pero, ¿de dónde?, yo conocía a todos los amigos y compañeros de John, tendría que tratarse de algún cliente.

Y lo peor, era no tener la menor idea de lo que pasaba por su mente, aparte de empresario, ¿sería actor?, ¿cómo podía tener el rostro sin ninguna expresión?,
¿acaso sabría que me encontraría aquí?, no, por supuesto que no, aunque conociera a John y supiera que tenía novia, no había forma de que supiera que yo era precisamente esa novia, además, no me habría llamado si hubiera sabido que estaría aquí.

Me acerqué al lavabo dejando correr el agua, mojé mis manos y las puse en mi nuca, luego me moje la cara, tomé varias toallitas de papel para secarme, estaba pálida como una hoja de papel,
¿cómo fui tan tonta para creer que ese jueguito iba a continuar por tiempo indefinido? Es tan típico que, cuando siempre te portas bien, el día que haces algo indebido te sale mal. Tocaron a la puerta y eso me hizo salir de mis pensamientos, tiré las toallitas al bote.

-__ ¿estás bien? —preguntó John del
otro lado.

—Sí, todo bien.

—¿Quieres que nos vayamos?

—No, te digo que fue la cerveza, pero ya se me paso —respondí abriendo la puerta.

—Estás muy pálida, ¿seguro que te sientes bien?

—Sí, creo que se me bajó la presión, pero no te arruinaré —dije poniendo mi mano en su mejilla —esta noche —agregué ocultando el verdadero trasfondo de ese comentario.

El sonrió, me dio un ligero beso en los labios, me tomó de la mano y nos dirigimos a nuestros lugares. Joseph estaba parado frente a la mesa preparando unas bebidas, una chica estaba a su lado platicándole muy entusiasmada, era un poco alta, de tez blanca, ojos verdosos, cabello rubio  que le llegaba más debajo de los hombros,  con una gran sonrisa, traía unos jeans y un jersey de los Gigantes, al parecer era fan del equipo.

Vi que le acaricio el cabello a él y los celos me inundaron, pero, ¿cómo podía estar celosa?, era seguro que él tuviera a alguien en su vida. Nos acercamos y la chica saludo a John.

—¡Hola!, qué bueno que viniste —exclamó entusiasmada saludándolo de beso en la mejilla.

—Hola, mira, te presento a mi novia __, amor, ella es Grace Van Dien.

—Mucho gusto , moría por conocerte, no sabes lo bien que se expresa este hombre de ti, te tiene en un altar —dijo abrazándome como si fuéramos grandes amigas.

—Mucho gusto —respondí sintiéndome asfixiada.

—¿Les sirvo algo? —preguntó Joseph mientras le daba un vaso a Grace obligándola a soltarme al fin.

—Yo quiero un whisky en las rocas —dijo
John de inmediato.

—Yo un jugo de naranja, por favor.

Vi como preparaba el whisky y luego tomó otro vaso y el jugo de naranja.

—¿Hielo? —cuestionó mirándome.

—No, gracias —respondí esquivando la mirada.

Sirvió el jugo y tomó ambos vasos, a John le entregó el suyo y a mí, el mío, rozando mis dedos cuando lo tomé, provocando que sintiera un escalofrío, vi que esbozó una sonrisa traviesa, sabía perfectamente el efecto que provocaba en mí.

¿Estás libre esta noche? (Joseph Quinn adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora