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Se acercó a mí completamente desnudo, me quitó la toalla y me besó desesperadamente mientras nuestros sexos se frotaban. Con una mano hice a un lado los platos, él me ayudó a sentarme sobre la mesa, abrí las piernas sólo lo necesario para dejarlo entrar y después enrollé mis piernas en su cintura, aprisionándolo para lograr un mejor roce mientras él se movía en mi interior.

Le supliqué por más con mi voz distorsionada, él sonreía satisfecho de escuchar eso e incrementaba los movimientos, tenía una de sus manos en mi cuello y la otra en mi muslo que apretaba ligeramente, yo hice la cabeza hacia atrás por la intensa excitación que sentía, mis manos estaban sobre su pecho, subiendo y bajando, acariciando sus pezones. Hice mi cabeza hacia adelante y él me besó con ansias, moviendo su lengua sobre la mía de manera intensa, los movimientos de su cadera aumentaron más y el rompió el beso, un gruñido escapó de su boca
mientras terminaba dentro de mí ocasionando que yo también llegara al clímax literalmente maullando.

Volvió a besarme sin salirse de mí y después recargó su cabeza en mi hombro tratando de recobrar la conciencia al igual que yo.

Se separó y sentí un enorme vacío en mi interior cuando su masculinidad salió de mi cavidad. Podría tenerla toda la noche dentro. Se metió al baño, entonces yo tomé mi sostén y me lo puse, al igual que mi blusa que empecé a abrochar.

—¿Qué haces? —lo escuché decir y me sobresalté.

—Vistiéndome —dije con un tono de voz como si no fuera evidente.

—Aún no terminamos o, ¿ya te tienes que ir?

—No, es sólo que... bueno, entre las reglas y tu actitud, no sé cuándo esto se acaba.

—Cuando veas que yo me visto esa es la señal —Respondió fríamente.

Yo debía estarme volviendo loca, esa frialdad, esa indiferencia, esas extrañas reglas, lejos de hacer que saliera corriendo de ahí me plantaban en esa habitación, como un árbol echando raíces. Él ejercía un extraño embrujo en mí, estaba volviéndome adicta, esa era la palabra correcta para describir lo que sentía, nunca antes había experimentado esa sensación, tomaba alcohol en fiestas, pero nunca he sentido la necesidad de consumirlo sin sentido, el cigarro lo había probado sólo una vez y no me gustó. Pero, el verlo ahí, parado frente a mí, mirándome como si me estuviera analizando me hacía desearlo, necesitarlo y sentirlo dentro de mí y eso debía sentir un alcohólico cuando tenía una botella enfrente.

Acortó la distancia que nos separaba, con la punta de su lengua lamió mis labios mientras sus dedos
desabrochaban el par de botones que yo había logrado abrochar de mi blusa, la abrió y colocó sus manos en mi cintura atrayéndome hacia su cuerpo en tanto introducía su lengua en mi boca y frotaba la mía.

Mis manos rodearon su cuello para acariciarlo, sentí como desabrochaba mi sostén acariciando de paso la piel de mi espalda, me separé un poco mientras él me dejaba completamente desnuda de nuevo, sin dejar de besarnos, empezó a caminar dirigiéndome hacia la cama, cuando la sentí con la parte trasera de mis piernas me senté. Él fue por otro condón mientras yo me subía para volverme acostar.

Él se tumbó en mí y lamió mis senos alternadamente, en tanto su mano acariciaba mi cadera, yo acariciaba su cabello, él continuó besándome hasta mi cuello, al que le dio ligeras mordidas. Lo hice darse la vuelta y yo fui ahora la que quedó encima de él, le besé y lamí el cuello tomando el condón de su mano, me hinqué sobre sus piernas y le coloqué el condón deslizando las yemas de mis dedos en su erección, él jadeo y acto seguido me senté sobre su miembro y comencé a moverme en círculos colocando mis manos sobre su abdomen apoyándome. El gimió más fuerte.

—Oh sí, así —exclamó con la voz entre cortada.

—¿Te gusta? —pregunté con un hilo de
voz.
—Sí, sigue, no te detengas —suplicó.

Seguí moviéndome lentamente, tratando de prolongar la excitación, puse mis manos entre mis cabellos ahora
moviéndome suavemente arriba y abajo sintiendo sus dedos apretar mis caderas y me detuve. Con un ágil movimiento, él hizo que me acostara y me embistió con fuerza, entrando y saliendo de mí cuerpo haciéndome gritar mientras nos mirábamos fijamente rozando sus labios con los míos, sentía su aliento que, aunado a sus movimientos, me estaba volviendo loca. Incrementó la velocidad y yo lo abracé con mis piernas por sus caderas, sentí que llegaba al orgasmo mientras él embestía por última vez y colapsaba en mi cuerpo.

—Eres fantástica —susurró en mi oído.

—Y tú eres único —respondí aún con la voz distorsionada.

A lo lejos escuchaba sonar mi celular, levanté mi mano hacia la mesita de noche, pero no lo sentí, entonces abrí los ojos y me enderecé un poco, me di cuenta que seguía en la habitación del hotel, no supe en qué momento me quedé dormida, ni siquiera me di cuenta cuando él se levantó de la cama.

Me levanté ya que el celular estaba dentro de mi bolso y cuando llegué a él había dejado de sonar, entonces un papel doblado estaba sobre la mesa, lo tomé y lo abrí, "Espero que hayas disfrutado de la comida tanto como yo", decía con letra de computadora, una enorme sonrisa apareció en mis labios, pero, me sobresalté al escuchar de nuevo mi celular, era Nat en el identificador.

—__ ¿dónde estás?, son las diez de la mañana y la junta con el nuevo cliente es a las once, Scott está desesperado porque no encuentra la presentación y tenemos horas buscándote, estaba a punto de marcar al 911.

—Estoy bien, sólo que me quedé dormida y no escuché el despertador.

—Pues date prisa antes de que a Scott le dé un infarto y de paso a mí por estar escuchando sus gritos, prepárate porque te espera un fuerte regaño.

Me vestí a toda prisa y salí corriendo de ahí, afortunadamente un taxi iba pasando y lo tomé de inmediato, le indiqué la dirección de mi departamento y cuando arrancó me di cuenta que había dejado la nota sobre la mesa.

Llegué, me di una ducha de cinco minutos, me puse el primer traje que alcancé con la mano, me cepillé rápidamente el cabello después de vestirme y salí disparada, en el taxi me maquillé.

Casi me caigo en las escaleras de la entrada del edificio por las prisas, pero logré detenerme del muro. Apreté el botón del ascensor mientras miraba mi reloj, eran 11:10 am. Las puertas se abrieron y salió un mar de gente, cuando estuvo ya vacío, me subí y apreté el botón del piso siete, pero en el piso dos estuvo ya vacío, me subí y apreté el botón del piso siete, pero en el piso dos se detuvo, entró un señor, volvió a detenerse en el piso tres y subieron dos chicas más, en el piso cinco bajo el señor y entro una señora de limpieza.

Genial dije para mis adentros, cuando más prisa tiene uno es cuando todo se pone lento. Finalmente llegué a mi destino y salí rápidamente, acomodé mi cabello aún mojado.

—Vaya, hasta que llegas, el cliente ya está aquí y Scott está furioso.

—Perdón, es que no dormí bien anoche.

Entré a mi oficina y del cajón del escritorio saque el cd con la presentación, entonces caminé a paso veloz a la oficina de mi jefe. En el umbral de la puerta mi corazón se detuvo cuando vi a un hombre con traje negro, era alto, delgado, de cabello corto y un poco alborotado que estaba parado de espaldas a mí y frente a mí jefe.

¿Estás libre esta noche? (Joseph Quinn adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora