COSAS DE LOBATOS: ES LO QUE DICEN SIEMPRE

499 30 15
                                    

Cuando Nick se fue, pude oír sus pasos rápidos resonando por el pasillo y el golpe que dio a la puerta acristalada. Al parecer, su nueva habitación y el trabajo en el puerto, no habían sido lo suficiente buenos para un chico como él. Y tan solo un minuto después de que el lobato se fuera, sonó el teléfono y alargué una mano sin dejar de mirar la pantalla del ordenador para responder:

—Dime, Dorian, del uno al diez, ¿cuánto crees que te has equivocado con Nick?

—No estoy de humor, Zayn —me advirtió el Alfa—. Solo quería decirte que, lo que pasó antes, no es algo que yo apruebe. Ya no —añadió al final.

Solté un murmullo de interés y asentí lentamente. Dorian se había preocupado de llamarme y explicarme aquello, como yo me había preocupado de llevarle una cerveza la noche anterior: pequeñas muestras de respeto mutuo para no poner nuestra frágil relación en peligro.

—También se lo he dicho a Nick, pero me gustaría que no le provocaras más.

—Lo intentaré... —murmuré.

—¡No quiero que lo intentes, quiero que lo hagas! —sentenció en un tono más alto—. ¿O es que ya nadie me respeta en mi puta Manada? —y colgó.

Me quedé con el auricular en la oreja, escuchando el pitido de la línea mientras seguía mirando la pantalla del ordenador. Tras un par de segundos, colgué el teléfono y me levanté de mi silla nueva para ponerme la cazadora y salir a fumar a la calle. Era mucho mejor hacer aquello que subir las escaleras, pegarle una patada a la puerta del despacho y cometer uno de esos errores que ahora tanto evitaba. No por ganas, sino por comodidad. Allí me encontró Cormac, fumando con cara de muy mala hostia y la mirada perdida.

—Ey, Zayn —me saludó, bajando la ventanilla de su enorme Toyota Land Cruiser verde oscuro—. ¿Tienes un pitillo?

Cormac iba acompañado de otros tres lobos que yo no conocía, como muchos otros que había visto últimamente saliendo y entrando del Refugio, pero lo que ellos pudieran pensar sobre mí no me impidió que le mostrara a Cormac mi dedo corazón bien en alto a forma de respuesta. El lobo sonrió más y me hizo una señal para que me acercara a hablar con él, cosa que, tras fumar la última calada y tirar la colilla a un lado, hice. Uno de los Machos, el que iba en el asiento de atrás, les dijo algo al resto y bajó del coche para hacer el mismo viaje que yo estaba haciendo, pero en sentido contrario, dirección a la entrada del edificio. Cuando nos cruzamos, me echó una rápida mirada y siguió adelante.

—¿Por qué nunca tienes tabaco, Cormac? —le pregunté, sacándome la cajetilla del bolsillo para tirársela.

—Comprar tabaco es difícil para nosotros —respondió, sacándose un cigarro para él y otro de más que me mostró—. ¿Te importa darle también uno a Cody? —me preguntó, señalando con el pulgar al lobo que le acompañaba en el asiento del copiloto—. Lleva años intentando dejar de fumar, pero hoy ha sido una noche jodida y creo que nos merecemos un pequeño premio.

Sabía que ese Cody no era un Macho soltero porque no lo recordaba del Luna Llena, pero hice una vaga señal con la cabeza y, cuando Cormac le dio el cigarro, le oí murmurar un «gracias» mientras me miraba.

—Pues Dorian ya está bastante enfadado, así que no le va a hacer ninguna gracia —les advertí mientras me metía las manos en los bolsillos de la cazadora para buscar el zippo.

—¿De verdad, Zayn? —quiso saber Cormac, aceptando el mechero plateado para encenderse la punta del cigarro y pasárselo a Cody. Soltó el humo a un lado y me miró—. Lo estás haciendo de puta madre, no la cagues ahora.

—Esta vez no ha sido culpa mía —respondí, dedicándole una expresión seria de ceja arqueada—, pero gracias por tu fe en mí.

—Perdona, por lo enfadado que parecías antes, creí que habríais discutido o algo —se disculpó, devolviéndome el zippo cuando Cody terminó de encenderse su pitillo.

HUMANO [ADAPTACIÓN] ZIAM Donde viven las historias. Descúbrelo ahora