COSAS DE LOBATOS: QUE PUEDEN SER PELIGROSAS

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Carl levantó la cabeza con orgullo, poniendo una expresión muy seria en su atractivo rostro de barba rubia y, sin más, volvió a su asiento. Él también se sentía humillado, pero por una razón distinta: era el Tercer Beta, así que La Piraña debería haber estado encantado de poder comerle la polla después de la de Matt. Carl tenía un rango superior, un olor más fuerte y el semen más amargo, no cabía en su entendimiento de lobo que lo hubiera rechazado cuando se lo había hecho a un Macho Común. Por supuesto, la razón o el motivo por el que el humano se lo hubiera hecho a Matt en primer lugar, escapaban de su total comprensión.

De todas formas, los lobos fingieron que nada había pasado. Matt no utilizó aquello para pavonearse y no fue tan estúpido como para crear tensión ni problemas con el Beta; y como él no dijo ni hizo nada al respecto, los demás siguieron a lo suyo, recuperando la atención de los humanos que les rodeaban como moscas. Lentamente, todo volvió a la normalidad. Solo por curiosidad, eché un rápido vistazo, uno de tantos, y me detuve en seco cuando miré a una mujer muy escotada y con falda muy corta apoyada en una columna. No había nada especial en ella, a excepción de que estaba enviando un discreto mensaje por el móvil. Le di un codazo a Liam y la señalé con la mano. No era la primera estúpida que, aun advirtiéndole de que no se podía usar el móvil en la sección de la Manada, lo hacía, pero eso no era lo que había llamado mi atención; lo que había hecho sonar mis alarmas era que lo hiciera con cuidado, con solo una mano medio escondida tras su muslo y la cabeza gacha. Mi lobo y yo fuimos hasta allí. Podría no ser nada, o podría que mi detector de policías hubiera empezado a hacer «pi-pi-pi».

Liam quería ir de frente y con cara de muy mala hostia, aunque en mitad de sus pantalones de chándal negro hubiera una pedazo de erección de caballo que le restaba cierto poder de intimidación. Yo, sin embargo, quise dar un pequeño rodeo para alertar a los hombres de seguridad y acercarnos de espaldas, lo suficiente para ojear lo que fuera que estaba escribiendo antes de montar otro jaleo. Tras la paliza de Matt y aquel momento del Piraña, lo último que necesitaba el Luna Llena era otro show que ahuyentara a los humanos.

Gracias a la música alta y las luces bajas, me acerqué sin ningún problema, aproximándome a ella mientras miraba su móvil con apenas luz. «... altercado en club. Joven moreno, bajo, quizá interés en testificar contra lobo 14...».

Y ahí estaba.

—No se permiten móviles aquí dentro, preciosa —le dije.

La mujer se sobresaltó y al momento se dio la vuelta para mirarme a mí, al enorme lobo con cara de muy mal genio que me acompañaba y a los dos humanos de seguridad. Escondió el móvil tras el cuerpo y, tras un breve instante de miedo, sonrió.

—Perdonad, estaba enviando un mensaje a una amiga para decirle que estaba aquí. ¡No se lo creía!

Yo sonreí más y asentí.

—No volverá a pasar —prometió, cruzando el dedo índice y central a forma de promesa mientras se encogía de hombros como una colegiala que hubiera hecho una pequeña gamberrada.

­—Claro que no va a volver a pasar —le aseguré, haciendo una señal a los de seguridad para que se la llevaran de allí.

Uno de ellos la agarró de ambas muñecas por si se resistía y el otro le quitó el móvil, aunque ella se resistiera y le insultara, perdiendo todo aquel personaje de niña tonta que se había inventado. Me acerqué al de seguridad para que deslizara el teléfono en mis manos sin que ella se diera cuenta y leí el resto del mensaje. No era el primero que había enviado y, por la hora de notificación, llevaba al menos media hora en el local. Le había dado tiempo a sacar algunas fotos discretas que, aunque no eran de muy buena calidad debido a la mala iluminación, sí dejaban ver a algunos de los solteros y, lo más peligroso, a los humanos que les acompañaban. Chasqueé la lengua y utilicé mi móvil para sacar fotos al suyo mientras les acompañábamos a la salida donde, igual de discreto que antes, deslicé el teléfono al de seguridad para que se lo devolviera a la policía de encubierto. Los seguratas la echaron a la calle y le advirtieron que no volviera por allí mientras el lobo y yo ascendíamos las escaleras delante de una muchedumbre de humanos sorprendida e interesada.

HUMANO [ADAPTACIÓN] ZIAM Donde viven las historias. Descúbrelo ahora