LA GUERRA: Y SUS VÍCTIMAS

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Dorian decidió atacar la noche del veinte de febrero. Hizo llamar a todos sus Machos, cerró todos los negocios de la Manada por un día y movilizó sus fuerzas. Ya habían llegado la mayoría de compañeros y sus Crías al Refugio el día anterior, más comprensivos y relajados aquella ocasión en la que no éramos nosotros las víctimas, sino los agresores. Katy organizó todo, muy preocupada de que estuviera cómodos y tranquilos durante las horas de vigía que se pasarían allí encerrados esperando noticias del frente. Les dio mantas, comida y hasta organizó juegos para mantenerles entretenidos, lo que, sinceramente, resultaba un tanto macabro pensando en que los Machos se iban a ir a matar a gente y que nosotros íbamos a estar jugando al escondite y al bingo.

—Zayn, si tienes una idea mejor, me la cuentas —dijo Katy cuando, en uno de sus breves descansos, se escapó de las constantes preguntas y la planificación para tomar un café en conserjería; el único lugar virgen e intacto que quedaba en el edificio de oficinas—, pero creo que distraernos será mucho mejor que estar sin hacer nada y pensando que nuestros Machos no van a volver con vida.

Yo, como es evidente, había evitado a toda costa caer de nuevo en la órbita de la organización, alejándome lo más posible y refugiándome en mi conserjería, la que, ahora sí, era más bien una Madriguera. Solo intervenía en casos especiales, como cuando tuve que resolver un problema con los Lobatos que se habían llevado los calefactores.

—¿Dónde coño están los radiadores? —había preguntado, abriendo la puerta sin más antes de echar una rápida mirada a los cuatro.

Los lobatos estaban en la cama baja de la litera, Milo tenía la mano dentro del pantalón de chándal; Jack se los había bajado hasta el muslo y se frotaba la polla con una mano mientras apoyaba la otra detrás de la cabeza, Ron estaba directamente desnudo y prefería centrarse en frotar la cabeza empapada que todo el tronco mientras que Tiger solo se había desabrochado la bragueta y se había levantado la camiseta para no mancharla con las corridas. De la tablet que habían estado mirando tan fijamente salían gemidos y jadeos entrecortados de, diría, alguna película porno que hubieran encontrado en internet. Si el Olor a Lobato ya era fuerte, el olor de polla de lobato era incluso peor. Tan fuerte, agrio y denso que me hizo perder el aliento y soltar una breve arcada.

—¡Joder! —exclamé antes de taparme la nariz—. ¿Va a llegar un día en el que entre aquí y no pille a alguno pelándosela como un mono? —les pregunté.

—Sí, el día que llames a la puta puerta —respondió Ron.

—Decidme donde están los calefactores y os dejaré seguir con vuestra paja en grupo.

—Y por qué no vienes aquí, nos la chupas un poco y después te lo contamos —dijo Jack, meneando un poco su polla grande y venosa mientras sonreía.

Iba a decir algo, pero fruncí el ceño tras una breve mirada y le dije:

—La verdad es que tienes una polla enorme para ser un lobato, Jack.

El lobato se quedo quieto un instante y entonces sonrió mucho y alzó la cabeza con orgullo, inflando su pecho que ya empezaba a ser musculoso, pero en el que aun tenía que crecer mucho vello.

—La mía es más grande —negó Milo, sacándosela de dentro del pantalón para enseñármela—. ¿Ves, Zayn? Es mucho más gorda...

Milo, además de convertirse en un Macho que iba a romper corazones, también iba a romper muchos culos por el camino porque estaba cerrando la mano alrededor del tronco y apenas la conseguía abarcar toda.

—Zayn ha dicho que la mía es enorme —le recordó Jack, todavía en su nube de orgullo.

—¿Te gusta la mía, Zayn? —preguntó Ron, volviendo a frotarse la cabeza—. A mí también me gustaría ver la tuya...

HUMANO [ADAPTACIÓN] ZIAM Donde viven las historias. Descúbrelo ahora