NOSOTROS: EN GUERRA

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Los lobos son una raza combativa y agresiva, sin embargo, tienen mucho cuidado con los enfrentamientos directos entre ellos. Era muy peligroso y se podían perder muchas cosas si tomabas la decisión errónea, así que se lo pensaban dos veces, todavía más si se trataba de enfrentarse a una Manada tan grande y poderosa como la del Luna Llena, con tantos Machos, dinero e influencia. Pero lo que les mantenía alejados de nuestro Territorio, era también lo que les hacía estar muy atentos a cualquier pequeña incidencia o error que cometiéramos. Poseíamos demasiadas riquezas, demasiados puntos de control importantes en la ciudad, demasiados humanos: así que en cuanto descubrieron una pequeña grieta, no dudaron en atacarnos, creyendo que la victoria estaría casi asegurada. Los lobos son así, está en su instinto: si podían aprovecharse de algo, lo hacían, como cuando abusaron de que les regalara comida o de que les dejara venir a dormir, rascarse los huevos y mirar partidos en conserjería. Los Machos no pedían permiso, solo tomaban las cosas, y, cuanto más conseguían, mejor. Seguramente Dorian también hubiera atacado si hubiera visto la oportunidad de hacer más grande su basto imperio, porque nada era nunca suficiente para saciar su hambre voraz.

El problema es que una guerra entre Manadas no es ningún juego sutil y sin importancia. En las guerras entre lobos, muere gente y no hay límites. No había nada demasiado sangriento o cruel que no se pudiera hacer, no había una línea que marcara «lo aceptable» de lo «salvaje», no había espacios neutrales ni ningún lugar seguro. No había nadie que no pudieras matar o usar, ya fueran Ancianos, Lobatos, compañeros o Crías. No habría tregua de paz ni posibilidad de un acuerdo diplomático. Solo había un único fin: derrotar a los enemigos y tomar su Territorio y poder. El ganador, se lo llevaba todo y el perdedor huía a moría en el intento...

Nosotros éramos conscientes de ese «todo o nada», así que tomamos las medidas necesarias para intentar ser el «todo».

Nadie durmió aquella mañana y, cuando salió el sol por el horizonte, seguían llegando lobos al Refugio juntos con sus compañeros y sus Crías. Las Guaridas ya no eran un lugar seguro, podían atacarles allí y estar indefensos, así que Dorian había hecho un llamamiento general para reunir a toda la Manada en un punto protegido y muy bien vigilado. Como en el hotel no había espacio suficiente, había reconvertido algunas de las oficinas del edificio contiguo en habitaciones compartidas. Por suerte, Liam y yo teníamos nuestra Guarida tan cerca de allí que pudimos quedarnos y no tener que compartir espacio y baño con otra veintena de lobos, sus compañeros y sus Crías. Sinceramente, solo por eso, la compra del ático ya estaba suponiendo todo un acierto. Veía al resto de compañeros desde lo alto del balcón mientras fumaba, correteando de un lugar a otro cargando mantas y todo lo necesario para adecentar el sucio suelo de moqueta de las oficinas; y solo podía pensar que yo seguía teniendo una cama enorme donde dormir tranquilo y follar a gusto, además de una ducha para mí solo.

Junto a ellos, había una docena de lobos patrullando la calle de arriba abajo al mando de Liam, encargado de la seguridad principal y responsable de todos los grupos en cada esquina de un perímetro de un kilómetro a la redonda, constantemente comunicados y haciendo rondas de veinticuatro horas. También había Machos en los puntos importantes como el puerto, al mando de Tim; los almacenes principales, al mando de Matt; el distrito comercial, al mando de Carl; o las diferentes fronteras, al mando de Finn, Cody, Max y Ben. Eso quería decir que el resto del Territorio estaba completamente desprotegido, pero el Alfa había tomado la decisión de no dividir demasiado a sus tropas y fortificar aquellos puntos, declarando una especie de Estado de Alarma y paralizando todo trabajo que no tuviera que ver con la protección de los espacios más importantes de la Manada. Por desgracia, a mí me había tocado una de las peores partes.

—No nos quedan mantas —me dijo Stephen, como si fuera lo peor que nos pudiera haber pasado en aquel momento.

Seguí fumando bajo el portal del Refugio, con mi expresión indiferente y mi gorro calado hasta casi los ojos porque hacía un frío de cojones.

HUMANO [ADAPTACIÓN] ZIAM Donde viven las historias. Descúbrelo ahora