EL OLOR A MACHO: FEROMONAS DE FOLLADOR

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—¡Sí, joder! —grité—. ¡No pares! ¡Oh, mierda... qué puta pasada...!

Liam movía la cadera sin parar, clavándome su polla gorda y empapada hasta el fondo, inundando mi ano y produciendo un sonido chapoteante tras cada impacto. Yo tenía los vaqueros por los tobillos, las manos contra el escritorio y una sonrisa malvada en los labios. El lobo se corrió con un fuerte gruñido y quitó las manos con las que agarraba la cadera para tirarme del pelo y rodearme el cuello con su enorme bíceps como si tuviera intención de ahogarme entre sus músculos. Se corrió una segunda vez, me mordió el cuello donde pudo y se inclinó, llevándome con él y pegándome la cara contra el escritorio hasta correrse una tercera vez y llenarme de aquel semen denso y caliente. Tras las contracciones y la inflamación, nos quedamos así. No era la postura más cómoda del mundo, pero mi sueño de follar en el despacho del gilipollas de mi jefe, Wang Xing, se había hecho realidad. No solo eso, sino que además había sido con un puto lobo, a los cuales el racista propietario chino despreciaba con toda su alma. Ah... las dulces ironías de la vida...

—Joder... —jadeé mientras Liam me lamía las heridas que me había hecho en el cuello al morderme. Se le desinfló la polla y pudimos incorporarnos. Me estiré un poco, me levanté los pantalones y los abroché mirando al lobo atarse de nuevo el cinturón—. Estás muy guapo con el pelo corto, Liam —murmuré.

El lobo levantó su mirada amarillenta de densas pestañas y sonrió un poco.

—Manada cortó el pelo esta noche. Mañana abrir de nuevo Luna Llena —respondió.

Solté un murmullo de comprensión y asentí antes de caminar hacia la puerta.

—Queréis estar guapos para los humanos, ¿eh?

—Lobos solteros gustar mucho Luna Llena —respondió, siguiéndome de cerca por el pasillo rodeado de cajas de vuelta a la tienda.

—Me imagino...

Al oír aquello tuve una punzada de preocupación en el fondo de la mente. No porque Liam fuera al club y se follara a otro humano, después de todo, los lobos solían tener muchos loberos a los que visitaban para satisfacerse. No, lo que me preocupaba era que me sustituyera con otro y dejara de venir a mi casa a sudar las camisetas y pantalones. Además, ahora, que había comprado tanta puta ropa XL para él.

—¿Y por qué cojones has venido a la tienda? —quise saber, tomando la dirección de la pared de refrigeradores y deteniéndome frente a la sección de comida precocinada.

—Tienda no huele a otros machos. Bien —me dijo, pegado a mi espalda.

—Vale —murmuré tras un breve silencio y una mirada por el borde de los ojos—. ¿Qué te apetece cenar? —le pregunté entonces, señalándole las docenas de marcas y platos que había allí—. ¿Comes pescado?

—A Liam le gusta solo la carne.

—¿Solo carne? —Miré la selección. Había muchas cosas con carne, pero la mayoría tenían también verdura y las demás ya se las había llevado.

—Y huevos —añadió—. Y leche.

—Hay huevos y leche —respondí, caminando hacia el final del pasillo para ir a la sección de lácteos—. ¿Alguna marca en especial?

—A Liam le gustan todas. Le gusta tomar mucha al despertarse.

—Muy bien, pues nos llevamos un par de litros —decidí, inclinándome para coger un par de botellas de la marca más barata. Con ellas entre las manos, salí en dirección a donde estaban los huevos y cogí dos docenas—. Hay queso y pavo en casa, te haré una tortilla enorme.

HUMANO [ADAPTACIÓN] ZIAM Donde viven las historias. Descúbrelo ahora