8. Sucio y Desprolijo.

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Dio despertó en un cuarto a eso de las 8 de la mañana. Lo primero que notó es que estaba en pelotas, con una mujer descansando sobre su pecho, que igualmente estaba en pelotas.

—Esto está mal... —pensó—. Está rico pero está mal...

Ella estaba durmiendo placidamente, su respiración era relajada y parecía haber tenido una noche alocada. De pronto, pudo abrir sus ojos y ambos se miraron fijamente.

—Esos fueron los mejores tres minutos de mi vida... —dijo aquella mujer—. ¿Hacemos uno mañanero~?

Dio estuvo a punto de responder, pero entonces entró un negro en sunga a la habitación. Estaba con moretones y golpes por todas partes.

—¡Pucci! —exclamó Dio saliendo de la cama para abrazar a su amigo—. ¿¡Estás bien boludo!?

—Lord Dio, mientras yo le bailaba en sunga a esas mujeres y hombres "exorbitantes", ocurrió una masacre en el puticlub...

—¡No!

Sacó unos cuantos billetes de la sunga.

—¡Pero pude salvar la guita! ¡Dio, nos forramos de guita!

—¡Síííí! —exclamó contentisimo mientras lo seguía abrazando.

La mujer se levantó de la cama y se empezó a vestir.

—Bueno, yo me tengo que ir... —habló—. Muchas gracias por todo...

Dio la saludó con un beso y ella se fue, ciertamente incómoda por la situación, pero con 3000 pesos que Dio le había pagado la noche anterior. Una vez que se fue, se sentó en la cama y se puso a charlar con Pucci.

—Y bueno, ¿Vos decis que fue un éxito el puticlub?

—No tengo idea, Dio. Pero le digo algo, yo no pienso volver a bailar...

Entonces, alguien pasó por la puerta. Era Hol Horse.

—¡¡¡DIO!!! ¡Tenemos un problema!

—¿Sí?

—¡Hoy viene el inspector! ¡Nos van a meter en cana a todos! ¿¡Qué hacemos!?

—Uuuh.. ¿En cuanto viene? Vamos a ordenar...

—¡Ya viene, en diez minutos!

El vampiro comenzó a pensar una solución para el problema que tenían en aquel momento. Mientras pensaba, se dio cuenta que la mujer esa se había olvidado la tanga.

—Esta tanga... —dijo mientras la miraba fijamente.

—¿Qué pasa? ¿Te la queres poner? —le preguntó Pucci.

—¡No, dobolu! Pero juro que esta tanga la he visto antes...

—Bueno... ¿Quieren que los deje solo y llamo a los pibes mientras?

—¡Dale Hol, dale llamalos y ordenen todo! Yo voy a... Yo voy a cambiarme.

Dio y Pucci se vistieron completamente y después el vampiro guardó la tanga en su oficina para más tarde. Tres minutos después, presenciaron la entrada del inspector. Tenían que convencerlo de que no les haga mierda el negocio o algo parecido.

Cuando el inspector entró al lugar, Boingo le tiró confetis y desplegaron un cartel que decía "FELICES XV! TRISH!"

—¡Pero les dije que le escribieran otra cosa al cartel! —le murmuró Dio a Vanilla Ice que fue el que encontró el cartel.

—¡Bueno, no nos dio a tiempo! —explicó.

Mientras eso pasaba, la vieja Enya le acercó una bolsa al inspector.

—Tome querido... Un regalito de la verdulería... —dijo sonriente.

El inspector sin embargo le rechazó la bolsita.

—Gracias señora, pero estoy bien —le respondió—. ¡Bueno! Yo soy el inspector de sanidad, y dado a los inconvenientes recientes en el lugar, voy a ver si este supermercado está apto o no para trabajar.

—Sí, adelante... —dijo Dio estrechandole la mano—. Yo soy Dio, soy el encargado del lugar, que está a nombre del señor Jonathan Joestar... Él me dejó a cargo porque se fue unos días a la costa, y yo estoy acá hace una semana. Está todo tal y como él lo dejó.

—¿Incluido los carteles que avisan sobre la presencia de un prostibulo?

Dio puso cara de no entender.

—¿Prostibulo? ¿Acá? No señor, somos gente formada, gente de Dios.. Mire, tenemos hasta un cura acá.

Pucci se acercó.

—Amen, hermano...

—Lo tenemos porque hay gente que viene acá a rezar, a confesarse, así que este sacerdote tiene la misión en este supermercado... ¡Lo eligió Dios, se lo juro!

—Ya veo... —le respondió el inspector, algo dudoso.

Lo llevaron por los pasillos del local, donde pudo ver algunos productos caducados y en pronta caducación. Los pisos mojados y destrozos en todo el lugar.

—¿Pero qué pasó acá? ¿Un terremoto? —hablaba mirando las cosas—. ¿Esto es sangre?

—Si, mire, es que ayer vinieron a robar y yo quise limpiar, pero el Señor Joestar me dijo que lo deje como esté ya que está haciendo la denuncia y la fiscalía le pidió que deje todo como está así no pierden pruebas... 

—¿Y los productos caducados?

—El Señor Joestar nos envía la mercadería desde Mar de las Pompas, es raro que todavía no nos haya mandado nada... Pero bueno, eso lo tienen que arreglar con él.

El inspector anotó todo en su libreta y prontamente quiso acercarse a la carnicería, pero al tratar de entrar, le negaron la entrada.

—¡No puede pasar ahí! —exclamó Dio—. Está en mantenimiento, es una zona que todavía no dejamos entrar...

—¿Y la carne que está en el mostrador? ¿Está vencida?

—Vencida tendrás la pij... —dijo en un impulso violento, pero después se corrigió—. ¡Eh, nada! Nada...

—Bueno, mire, ¡Ya no tengo que ver más! Este lugar está re sucio y desprolijo... ¡Clausurado! ¡Clausurado hasta nuevo aviso!

Y ahí nomás les pegó el cartel de clausura en la puerta del supermercado. Sin embargo, Dio no se preocupó mucho porque ya estaba whatsappeando al grupito.

Cuando el inspector llegó a la esquina con su auto, pasó el Hol Horse con la moto, le pegó dos corchazos y se tomó el palo después de matarlo.

Posteriormente se metieron dos pibes al auto del inspector y se lo llevaron lejitos. Lo van a descartar en el Riachuelo.

Por otra parte, Dio arrancó el cartel de clausura que estaba ahí pegado.

—¡Metanse su clausura en los huevos! —exclamó—. ¡Nosotros vamos a atender igual!

Y así, el supermercado siguió atendiendo por más que el inspector haya especificado que esto les sería imposible.

(...)

Dio estaba revisando las grabaciones de aquella mañana, observando a la misma mujer con la que se acostó la noche anterior. Pucci en ese momento se acercó, algo celoso por lo que pasaba.

—¿Pasa algo con esa "mujer de la noche"?

—Te juro que la conozco... ¡Quiero que me consigan toda la información referente a esta mujer!

En eso, Dio le preguntó uno por uno a cada empleado suyo si la conocían, pero ninguno lo hizo. Al menos hasta que le preguntaron a Hol Horse.

—¡Ah, yo la conozco! Vive acá en el barrio.

—Buscala, espía sus movimientos que mañana la quiero visitar... Ella me suena si te soy sincero —dijo Dio bastante confiado.

Ese día, en el supermercado juntaron 10.200 pesos, en el kiosco 11.000, y con telo-puticlub (restaurado) unos 24.500 pesos.

El Supermercado Bizarro de Dio Brando.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora