10. Corre Hasta el Final.

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—¡Jolyyyyyyyyyyyyne! —gritó una mujer de pelos rubios mientras revolvía masa con una cuchara de madera—. Ay esta piba que no viene... ¡Jolyyyyyyyyyyyyyne!

—¿¡Qué queres, maaaa!? —gritó la jóven desde su habitación.

—¡Ya está la comida! —le gritó Marina. 

Segundos después, Jolyne bajó casi que corriendo a la mesa, solo para encontrarse con la fea verdad.

—¿¡Y el morfi!?

—Fue una mentirita piadosa, Jolyne... ¿Lo fuiste a ver ayer a tu padre al penal? Me llegan mensajes al teléfono con que vaya a verlo, que esto, que lo otro...

—¡Ay ma, sabés que no puedo! —exclamó Jolyne—. Tengo... Ehh.. Mucha, mucha tarea.

Dicho esto, la jóven regresó a su cuarto corriendo. Marina simplemente la observó irse.

—Estos jóvenes de ahora... —suspiró mientras que dejaba la olla dentro del horno. Lo encendió y dió unos cuantos pasos hasta el living. Ahí se sentó en el sillón y encendió la televisión.

Pudo ver algo colorido sobresaliendo por debajo de la alfombra. Al acercarse, vió un pañuelo con los colores del arcoiris, y fue ahí que sus ojos se abrieron como platos y demás expresiones cliché que indiquen sorpresa.

Detrás del pañuelo decía "Jolyne Kujo."

—¡Ay Dios mío! —exclamó observando el pañuelo—. ¡El pañuelo que le compramos en Mar de las Pompas! ¡Teñido con los colores del arcoiris..!

Lo dejó inmediatamente debajo de aquella alfombra.

—Tranquila Jolyne... tú secreto está a salvo conmigo. Ya entiendo por qué estás tan ocupada desde hace unos días... ¡Ay, cuándo venga Jotaro! ¿La aceptará? —se preguntaba a sí misma mientras que entrelazaba sus dedos y se acercaba las manos al pecho—. ¿Y cuándo nos lo pensará decir..? Ay hijita... en pleno auto-descubrimiento.

Mientras esto pasaba, un vámpiro metrosexual estaba entrando directamente a un edificio que por fuera parecía normal, con parquecito para los nenes, etc.

—Estas crocs de Jonathan son re comodas... —pronunció mientras entraba al edificio.

Si bien era hermoso por fuera, por dentro era refugio de cada borracho, drogado, y personas que prácticamente vivían en pobreza total.

—Ah, sí viniste —dijo una voz desde una puerta de madera, la cuál se abrió para que pudiese entrar.

—¿Cómo está Giorno? —preguntó una vez que entró, solo para verlo tirado en una silla con apenas la energía de moverse. Estaba "dopado".

—Se puso medio violento anoche... —explicó Risotto—. Lo tuvimos que dopar, ¿Qué queres que te diga? Igual va a estar bien en doce horas, cada tanto le aplicamos un suero.

Dio quería cagarlo a trompadas en ese momento, pero sabía que de hacerlo se iban a poner más pesados, así que suspiró y miró directamente al sujeto al lado suyo.

—¿Qué queres que haga ahora?

—Hay un hijo de puta que está vendiendo en nuestro territorio desde hace unas semanas. Es como un mosquito de esos que te zumban cuando estás durmiendo, ¿Me entendes? —le explicó—. Quiero que te encargues de traerlo aquí con vida. Nosotros vamos a interrogarlo.

—¿Qué hago si no coopera? —preguntó Dio.

—Haz que coopere. Por las buenas o malas.

Dicho esto, Dio se fue directamente hacia dónde Risotto le habría especificado. El objetivo era simple, buscar a un jóven de cabello largo y teñido de morado que venía acompañado de una guitarra, hablar con él y luego traerlo hasta la base.

El Supermercado Bizarro de Dio Brando.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora