14. Sin Testigos

51 5 10
                                    

Lunes, 14 de Noviembre, 09:45 AM.

La mano de Dio Brando estaba posada sobre el baúl de un auto. Había ordenado descartar el vehículo de un inspector sanitario que los había visitado hace poco más de una hora atrás, sin embargo ese evento lo hizo acordar de otro: El auto de Jonathan Joestar. Aquel auto que su hermano le había prestado dos semanas atrás y este había chocado brutalmente, sin devolvérselo ni mandándolo a arreglar.

Bueno, en aquel momento, Dio se encontraba escuchando los detalles de la reparación de aquel vehículo que estaba entregando. En total la reparación le iba a costar dos millones de pesos y que probablemente tardaría hasta dentro de una semana, cosa que no le agradaba a Dio para nada.

—Diez millones —habló Dio, dándole un pequeño golpe al baúl—. Te doy diez millones si me lo tenes para hoy.

—Señor, si hacemos esto voy a tener que estar todo el día trabajando, voy a tener que retrasar los pedidos de mis clientes.

—Deciles que no pudiste terminar a tiempo. Lo necesito para mañana sí o sí —le contestó Dio.

—Hmm, bueno, supongo que no puede esperar hasta la semana siguiente, ¿No? —le dijo el mecánico, resignado a aceptar.

Dio no dijo más y deslizó su mano por el baúl del auto, a la par que seguía al mecánico dentro de su local para que este procediera a cobrarle. Él pagaría con la tarjeta de su hermano congelado, Jonathan Joestar, en la que este había estado guardando los ahorros de toda su vida.

Pudo haberlos usado para pagar la deuda de Diavolo, pero prefirió gastarlos en la deuda del auto de su hermano.

...

Domingo, 20 de Noviembre - Presente.

El vampiro se despertó a las 12 del Mediodía cuando le abrieron el baúl del auto de Maxx. Lo primero que vio fue la luz del sol, que no hizo más que recordarle que estaba perdiendo sus poderes vampíricos. Si bien al principio pensó "Que copado, el sol ya no me hace daño", después se dio cuenta de lo que realmente le estaba provocando el constante consumo de drogas.

—Esto es peor que cuando me clavé todas esas agujas de heroína en cada vena del cuerpo... —murmuró por lo bajo.

Estaban en un terreno cerrado por unos paredones que en el exterior tenían anuncio. Por dentro había cualquier cantidad de plantas, árboles y una pequeña casita al fondo.

Dio no podía decir nada, porque no sabía ni donde carajos estaba, aparte que traía las manos atadas con el stand de Maxx, así que nada podía hacer al respecto.

—¿D-Dónde.... poronga... estamos? —moduló esas palabras como pudo, solo para recibir un tortazo de parte de Maxx.

—¡Despertate, salame! —le gritó—. Por tu culpa la policía nos viene persiguiendo desde ayer... ¿Y sabes que me parece más curioso?

—¿Qué?

—¡¡QUÉ FUISTE VOS EL QUE ME DELATÓ!! —le gritó nuevamente—. Sí... Al pelotudo que cagaron a trompadas ayer, ese mismo, tiene a un familiar laburando en la Federal.

—¿D-De qué hablas? —le preguntó Dio—. Aahh... No entiendo...

—¡No te hagas el pelotudo! —le gritó para volver a darle un tortazo—. Vos... ¡Vos! ¡¡¡VOS!! ¡¡VOS ME MANDASTE A LA POLICÍA!! Sí... ¡Me están investigando, hijo de puta! Y Albertito... ¡¡ALBERTITO LABURA PARA USTEDES!! Con razón ayer andaba laburando ese cualquiera...

—¿Qué decís pelotudo? Yo soy lo más anti-cana que hay —le contestó Dio, solo para recibir otro tortazo.

Ya se estaba cansando de que lo agarren a palos cada dos por tres.

El Supermercado Bizarro de Dio Brando.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora