V
El sol se está ocultando, pero no se puede ver entre los árboles frondosos del bosque embrujado. Hemos seguido viajando, adentrándonos más en la espesura de los árboles. Se han aparecido varios keres en el camino y me he reído hasta más no poder por lo asustados que se ponen algunos. Pero, más allá de las risas y las burlas hacia mis captores, estoy asustada. Voy camino al reino de la gente que mató a la mía, voy a verme cara a cara con el rey galantiano. No sé si es el mismo de aquellos días, no he recogido mucha información del gobernante asesino, pero sin importar quien sea ha de querer acabar con el trabajo. Soy la única de las mías que quedó viva, el único fallo en su plan. Estoy segura de que voy camino a mi muerte.
Azai ‒he de admitir que es un nombre hermoso‒ no ha venido a exigir respuestas, pero creo que no lo he convencido de que soy una bruja entrenada. No sé qué estará pensando, pero algo tiene en la cabeza. Al menos sé que no está seguro de que mis poderes son galantianos.
Bueno, tampoco es que vaya a poder ocultarlo por más tiempo. Me van a meter en su casa y allí habrá expertos que me delaten. Eso si es que me permiten vivir el tiempo suficiente.
Ahora solo me toca pensar en qué hacer con Tristán. Necesito salvarlo de todo esto, él no merece el final que está reservado para mí, él tiene que regresar a la capital o esconderse en un pueblo pequeño del reino mortal. Tengo que sacarlo de aquí, es mi culpa que lo atraparan estos asesinos. De no haberme seguido, él estaría junto al resto del ejército, tal vez rezando a los dioses por mi alma, creyendo que estoy muerta.
Por más que pienso, no llego a una respuesta. No puedo simplemente soltarlo, no duraría más de dos días en este bosque del demonio. La opción más viable es escapar, pero ¿cómo? Estoy atada de manos y pies, literalmente, y no creo poder manipular la mente de más de 10 galantianos. Si fuesen mortales, no sería tan complicado, pero ellos pueden detectar cualquier manipulación. Además, son soldados entrenados para matar a las que son como yo. Incluso podrían contra mí aun con mis poderes.
Me siento como puedo y apoyo la espalda de la madera del carruaje. Bueno, tampoco es que pueda llamarse carruaje a este trasto, parece más un vehículo de transportar suministros. Tal vez es eso. En una esquina hay algo que parece una fruta podrida, y huele mal.
Me asomo por la rendija entre tabla y tabla y diviso a Felipe montado en un caballo, caminando a mi lado.
—Felipe, qué gusto verte —grito, regresando la vista al otro lado de la pared.
—Rea, no puedo decir que el gusto es mío.
Bufo bajito.
—No me digas que te he asustado con mi show de hace un rato —bromeo, él no responde—. Querido, no le hago daño a los que no se meten conmigo.
—Athan no se metió contigo más de lo que cualquier otro quería hacerlo.
Qué consuelo el que me da mi acompañante.
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La Última Amazona ©
FantasyUna enemistad de siglos entre dos razas. Una fue creada para proteger a los mortales, la otra para que la primera no se vuelva en contra de los dioses. Las amazonas, guerreras por naturaleza, mujeres despiadadas que aprenden desde niñas a sostener u...