XXIV
Azai ha de notar mi tensión o no estaría tan pegado a mí. Me lanza una mirada que intenta ser tranquilizadora, pero estoy tan fuera de mi piel que no hace nada por mí.
Basil tiene una sonrisa en su cara que me hace querer golpearlo. No sé si me ha reconocido o si esto es una coincidencia, pero no creo que esté muy feliz de tener que devolverme mi puesto en caso de que sepa quién soy. No va a poder conmigo, soy mucho más fuerte que cualquier mortal, sin contar con que he entrenado a la mayoría de ellos, sé cómo se mueven.
Y tengo a Azai conmigo.
El rey de Galantia no es alguien con el quieran meterse.
—Señores, lamento mucho esta intrusión —se disculpa profusamente, pero lo conozco tan bien que sé que no siente lo que dice—. Recibí informes de algunos ciudadanos con respecto a un par de comerciantes que estaban en la ciudad. Comerciantes que aseguran no conocer.
La gente de esta ciudad es muy chismosa, eso no lo puedo negar. Sin embargo, también cabe la posibilidad de que Deo y su acompañante hayan enviado un mensaje a Basil sobre nuestro encuentro. Tiene más sentido esa teoría que el que las personas de esta ciudad nos hayan delatado a las autoridades. Pueden dejar correr los chismes y extenderlos como si fuera una llama en hierba seca, pero su curiosidad por saber la identidad de los extraños es mayor que su miedo por lo que puedan provocar dichos extraños.
—Es la primera vez que viajamos a este continente —replica Azai con una voz melodiosa, aunque firme—. No sabía que unos nuevos comerciantes podrían hacer tanto revuelo.
Basil lo observa por un par de segundos, tratando de descifrar a Azay. Una hazaña que creo imposible. Al cabo de un momento, sonríe como si estuviera tratando con un viejo amigo.
Es terrible actuando, nadie se creería que esté tan feliz de tenernos aquí.
—Somos cerrados con los extranjeros. —Se gira a un lado, señalando la entrada de los calabozos—. Acompáñenme, esto no tomará mucho tiempo.
Azai no quiere entrar, su postura cerrada y la tensión de sus músculos lo hacen notar. Doy un paso al frente, haciéndole ver que tiene que seguirme. Mientras más rápido hagamos lo que nos dice, más rápido podremos irnos.
En estos escasos minutos que hemos estado frente a Basil he llegado a la conclusión de que no me reconoce. De haberlo hecho, habría dicho alguna indirecta, y quiero creer que soy buena leyendo a las personas. Él no ha mostrado ni un poco de reconocimiento, ni siquiera ha mirado dos veces en mi dirección, y ya pudimos ver que no es bueno actuando.
Renuentemente, Azai me sigue. Basil va a la cabeza del grupo, encaminado hacia las oficinas y no al área de encarcelados o las salas de interrogatorio. Eso es bueno, no nos cree una amenaza real. Otra razón más para saber que no tiene idea de a quién se enfrenta.
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La Última Amazona ©
FantastikUna enemistad de siglos entre dos razas. Una fue creada para proteger a los mortales, la otra para que la primera no se vuelva en contra de los dioses. Las amazonas, guerreras por naturaleza, mujeres despiadadas que aprenden desde niñas a sostener u...