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Venzar está a medio día a pie de la capital y a unas 5 horas en caballo. No debo forzar al pobre animal, no es bueno que se canse cuando esté por llegar y me tome más tiempo del previsto. Pero tengo que apresurarme si quiero que mi plan se lleve a cabo.

Lo hago correr por una hora, trota otra hora. Parece funcionar.

Los momentos en que va trotando aprovecho para ver la naturaleza.

Como amazona, me enseñaron a tenerle respeto y admiración a la naturaleza, y es algo en lo que me deleito. No hay más hermoso que esto, estar internado en un camino rodeado de árboles y maleza. Un dato impresionante es que, con cada paso que da el caballo, la belleza parece incrementar.

He estado en Venzar pocas veces porque estar cerca de los galantianos me pone inquieta, pero las veces que he estado han sido suficientes para saber que es la ciudad más hermosa del reino mortal. Está rodeado de cada tipo de terreno; bosque, desierto, montañas y playas. Es el paraíso, un lugar en el que me encantaría asentarme, pero la cercanía a esos sucios conspiradores le quita todo el encanto.

Si estuviera viviendo en ese lugar, hace muchos años que habría pasado una de dos cosas; yo hubiese matado a cada galantiano vivo o ellos me hubiesen matado a mí. Este mundo no puede albergarme a mí y a ellos tan cerca.

Espero poder matar a unos cuantos de ellos esta noche.

Me detengo a darle agua al caballo unos minutos y aprovecho para cantarle a los árboles. Mamá me enseñó un cántico que relaja a las plantas cuando era una niña, aunque no creo que sirva mucho más que para dormir niños. Cuando era niña y mamá me hacía cantar en medio del bosque, creía que el canto tenía poderes mágicos, luego entendí que la de la magia soy yo. La naturaleza hace lo que quiero, cuando quiero, así como el tiempo y los humanos.

¡Tiempo!

¿Por qué no lo había pensado antes?

Mirando al cielo, le ordeno al tiempo ralentizar. Mientras lo demás se mueve más lento de lo normal yo podré ir a mi propio ritmo y llegaré antes a Venzar.

Monto sobre el caballo y lo hago andar, devolviéndonos al camino. Es extraño que no haya visto mercaderes o simples transeúntes ir o venir, este camino es muy concurrido. Miro detrás de mí y la apacibilidad que embarga un lugar cuando el tiempo está siendo manipulado me devuelve la mirada.

No creo que ocurra algo malo en el camino, nadie sería tan estúpido como para enfrentarse a mí, pero más vale apurar el paso.

Diviso Venzar mucho antes de que el sol se ponga, gracias a los dioses. Al entrar, las personas se me quedan mirando al tiempo que los guardias que me cruzo me dan un saludo militar. El mensaje de que vendría debió haberles llegado hace poco, no creo haberme tardado más que las aves mensajeras.

La Última Amazona ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora