XIX

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XIX


Azai me acompaña a mi habitación mucho tiempo después. Para mi propia consternación y la del rey, pasamos una noche bastante decente. Podría decir que fue una excelente noche, pero me niego a subirle el ego a ese desgraciado, ya hay muchas personas que lo adulan lo suficiente para que tenga el ego por las nubes.

No seré una de esas personas, me niego a ello.

El castillo está silencioso, parece que todas las personas que lo habitan han ido a dormir, lo que es un indicativo de lo tarde que es. Mañana me va a costar un esfuerzo sobrehumano ponerme de pie a primera hora, soy una persona madrugadora, pero cuando duermo ocho horas completas. Al menos tengo el consuelo de que el receptor de mi mal humor mañana por la mañana será el señor que camina a mi lado. Me hace tan feliz saber que voy a hacerle la vida imposible.

—¿Por qué sonríes como si fueras a asesinar a alguien que odias?

Sacudo la cabeza, agrandando mi sonrisa. Si supiera que mi método de tortura no será el asesinato sino mi simple naturaleza malhumorada.

—No te preocupes, no serás tú.

Arquea una ceja, deteniéndose frente a mi puerta.

—No estás haciendo nada para tranquilizarme.

—No lo estaba intentando.

Sonríe, tan sincero como lo ha estado haciendo toda la noche. Odio como su sonrisa me hace sentir. Me descontrola y despierta cosas que quiere enterradas y muertas. No puedo sentirme de esta forma por el rey de Galantia, por amor a los dioses.

Solo de pensarlo me recorre un escalofrío y puedo imaginar cada dios que me odia sonriendo ante mi estupidez.

—Ay, Rea, qué voy a hacer contigo.

Se me ocurren un par de ideas que podría sugerirle, pero volvemos a mi preocupación anterior. Ninguna de esas ideas debería siquiera pasar por mi cabeza.

—Dejarme ir sería una buena idea —digo solo para molestarlo y fingir que mis murallas están todavía en alto.

La sonrisa de Azai se desvanece, pasando su expresión a una vulnerable. La idea de dejarme ir parece inquietarlo, o darle pesar. No quiero ir ahí, entender el significado de lo que él siente. Eso sería más peligroso que yo sintiendo algo por él.

Se acerca a mí, arrinconando contra mi puerta. Lleva una mano a mejilla y acaricia mi pómulo con el pulgar. Mi piel se enciende y mis terminaciones nerviosas piden más; que me toque, no solo la cara, también el resto del cuerpo. Pensé que odiar a Azai haría mi estadía aquí más llevadera, creí que así podría irme sin mirar atrás cuando fuera el momento, pero él lo está complicando todo. Primero el beso, luego sus celos hace un rato y ahora esto. No puedo permitirme este tipo de acercamiento, no es bueno para mis planes.

La Última Amazona ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora