Tercer Corazón [Parte II]:

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Con una profunda tristeza, Ginny abrazó a Madame Rosmerta, su antigua jefa, por los hombros, en un intento de consolarla mientras las dos miraban cómo el ataúd de Ruth era enterrado. Madame Rosmerta lloraba a mares, sin importar que sus ojos se encontraran bastante hinchados o que hubieran mas personas en el cementerio acompañándolas. Ginny hacía un esfuerzo sobrehumano para no derrumbarse, solo derramando unas pocas lágrimas. Sabía que debía permanecer fuerte, pese a todo.

Nadie debía verla caer, y eso siempre había pensado desde niña, cuando sus hermanos la molestaban por cualquier cosa. Esa era una de las ventajas de crecer con hermanos mayores, y es que Ginny solo lloraba frente a otras personas cuando estaba muy triste y ya no podía contenerse.

Ahora mismo, debía seguir conteniéndose, aunque le doliera.

No podía dejar de ver como los trabajadores del cementerio, llenaban poco a poco con tierra el profundo agujero, con el ataúd dentro. Ginny no entendía cómo su amable Ruth se había reducido a eso; simple carne y hueso que pronto se descompondría y sería parte de la tierra. Lo único que quedaría de ella serían las acciones o recuerdos que había creado con sus mas allegados y hasta desconocidos, pero eso no podía parecerle mas injusto. Ruth merecía mucho mas.

Durante el velorio, Ginny ni siquiera fue capaz de mirar su cuerpo en la urna cuando estuvo abierta. En ese momento no se sintió tan valiente, y pese a que pensaba que le estaba fallando a Ruth, algo en su interior le gritaba que había hecho bien. Madame Rosmerta había comentado entre lágrimas que Ruth no parecía ella misma, había estado mucho mas delgada, completamente calva y con bastantes ojeras; todo debido a las quimioterapias. Según se pudo seguir enterando por Madame Rosmerta, Ruth se había recuperado un poco las últimas semanas, y los médicos le habían permitido hacer el viaje a París, siempre y cuando estuviera acompañada de unas dos enfermeras, que la misma Madame Rosmerta había contratado, para cuidarla. Cuando se reunieran con Ginny en Estados Unidos, Ruth le iba a confesar sobre su enfermedad. Pero las cosas surgieron de diferente forma.

Ginny casi no podía con la culpa, y tampoco pudo hablar Hermione, su madre, hermanos y ex compañeros de trabajo, quienes sabían todo y jamás le dijeron —Madame Rosmerta le había pedido disculpas casi de rodillas, y Ginny no tuvo corazón para negárselo—. Claro que le habían dicho que Ruth les hizo prometer que no le dirían nada y que sería ella misma la que lo hiciera, pero Ginny necesitaba espacio para pensar.

Por eso mismo, a tan solo tres días de su llegada a Estados Unidos, apenas le había hablado a su madre, hermanos o a Hermione. No tenía mas opción que quedarse en la casa familiar, pero hacía todo lo posible por estar sola, quedándose incluso horas y horas en la funeraria, aunque, ahora que se había efectuado el entierro, también se le habían acabado las excusas.

Como Ruth no tenía demasiada familia, o no al menos una que pudieran contactar, Ginny tuvo que hablar con el guardia del cementerio, para agradecerle por todo —Igualmente se había encargado del velorio y demás detalles pequeños—. Lo único que no pudo hacer fue dar unas palabras de agradecimiento a todos los que estuvieron acompañándolos en la funeraria y ahora en el entierro; de eso se encargó Madame Rosmerta.

Su teléfono repentinamente vibró, mientras Madame Rosmerta le hablaba a los asistentes del entierro, y Ginny se apartó de todos, a la vez que sacaba su teléfono de su bolso. Los gemelos, Ron, Hermione y su madre la siguieron con la mirada, pero Ginny no pudo mirarlos.

Luna la estaba llamando, y pese a que Ginny no quería hablar con nadie, contestó.

—¿Hola? —dijo la pelirroja, ya con el teléfono en la oreja.

Hola, Gin. ¿Como estás? —respondió la voz pacífica de su otra mejor amiga, del otro lado de la línea.

—Bien, ¿y tu? ¿Pudiste resolver lo del retraso en tu vuelo?

Tres Corazones [Basada en el Mundo de Harry Potter]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora