01

84 6 2
                                    

Cuando Johnny se encontró con el espíritu de Kim Jungwoo, no pudo evitar sentirse totalmente aterrado. Su pulso latía con fuerza en sus oídos mientras observaba el rostro desesperado del alma pérdida en frente suyo. Lágrimas brotaban con velocidad de aquellos rojizos e hinchados ojos cafés, temblando en una agonía que no había visto jamás en su vida.

En toda su "carrera" como médium a tiempo parcial, nunca había sido testigo de un fantasma tan triste y lamentable ante la simple idea de estar muerto. Sus manos, huesudas y pálidas, temblaban con una impotencia palpable en su expresión. Quien alguna vez había sido un chico guapo y de mirada amable, ahora se hallaba de rodillas mientras esperaba algún indicio de que, quizás, pudiera estar vivo.

Y cuando Johnny observó eso, sabía que no iba a ser un caso sencillo.

Su trabajo como médium era, probablemente, uno de los oficios más extraños que había tenido jamás. Cuando presentó por primera vez signos de poder comunicarse con los espíritus del más allá, nunca imaginó que podría dedicarse a ello, y mucho menos que podría aprender de cada una de esas experiencias.

De esa forma, sus encargos consistían en comunicarse con familiares fallecidos y brindar así una última despedida; eliminar los rencores de aquellos fantasmas resentidos y descontentos que quisieran perturbar la paz de su ciudad; y, por último, ayudar a espíritus benignos a regresar al cielo. Y es que, a diferencia de lo que la gente pudiera llegar a pensar, Johnny no realizaba exorcismos. No solo no tenía la autorización para hacerlo por parte de sus otros compañeros médiums, sino que nunca se había encontrado en una situación en donde realmente fuera necesario aplicar un método tan brutal como ese.

Por esa razón, Johnny simplemente se adhería a lo rápido y sencillo. Le facilitaba las cosas, le ayudaba con su horario de la universidad y, además, ganaba algo de dinero con ello.

Sin embargo, en cuanto vio a aquel espíritu plantarse frente a su puerta en mitad de una noche tan fría y lluviosa como esa, no tuvo más opción que aceptar el encargo que se le proponía con la mayor de las penas.

—¿Es él? —Preguntó Johnny con las manos cuidadosamente colocadas en sus bolsillos. Miró a Jungwoo, quien lo acompañaba en mitad del cementerio, asentir con la cabeza. El contrario todavía tenía los ojos rojos y la nariz escarlata—. Sí, ya me lo imaginaba —Continuó, soltando un suspiro antes de volver a abrir los labios—. Ahora, ¿puedes repetirme lo que sucedió en tu habitación y por qué dices que fue un asesinato?

—Yo... —Un nudo se asentó en su garganta. La expresión de su rostro parecía deshilacharse en más de mil pedazos de puro dolor—. Alguien me drogó en mi propia casa —Alcanzó a decir, con su voz baja y áspera—. Mi mente es muy borrosa todavía, pero sé perfectamente que alguien me drogó. De otro modo, ¿por qué crees que seguiría en la tierra?

Johnny sabía perfectamente a qué se refería.

Generalmente las víctimas de suicidio eran las primeras en ir al cielo. Las excepciones eran muy raras como para siquiera ser tenidas en cuenta. Pero, si esa información era correcta, entonces... ¿Por qué demonios Jungwoo no estaba en el cielo?

Las víctimas de homicidio, en cambio, eran más propensas a permanecer en la tierra e incluso convertirse en espíritus malignos como producto de la condensación del rencor y el resentimiento, aunque no estaba de más aclarar que esto último es, de hecho, otro tipo de caso muy extraño. Quienes encabezaban la lista de fantasmas perversos eran usualmente criminales sentenciados a la pena capital y otra clase de delincuentes que, así como alguna vez hicieron en vida, seguían incomodando por las calles.

El arrepentimiento de Jungwoo era, quizás, una de las mayores razones por las cuales su alma había decidido quedarse en tierra hasta finalmente encontrar la paz que tanto ansiaba alcanzar, pero Johnny no podía evitar sentir dudas acerca de ello.

engaños ও johndoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora