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Las incómodas luces blancas que adornaban el pasillo del hospital fueron suficientes para que las entrañas de Johnny se revolvieran de una forma inusual. La combinación entre carraspeos, estornudos, gritos y susurros tanto de pacientes como del personal médico formaban una serie de sonidos tan nauseabundos que Johnny creyó sentirse enfermo. El tenue olor a muerte que iba y venía en vagas oleadas le recordaron de manera breve el ambiente dentro de la funeraria: a veces era amargo, otras veces era salado y en muy pocas ocasiones podía percibir un leve sabor ácido, como si de una mezcla de dolores y arrepentimientos se tratara.

En cuanto Johnny y Doyoung salieron del ascensor en busca de Ten, el médium de inmediato se percató de que algo andaba mal. Si ya de por sí las circunstancias que rodeaban la situación eran lo suficientemente alarmantes como para manejarlas por su cuenta, entonces el aura agotadora que envolvió su cuerpo justo cuando pisó la entrada del pasillo en donde Taeyong se encontraba después de la cirugía terminó por sellar sus malos presentimientos. La aspereza y discordia que recubrieron su alma como si de una enfermedad se tratara se sintió tan familiar que no hubo duda alguna para él. Comprendió, en ese mismo instante, que la pesada atmósfera que bañaba por completo sus sentidos era la misma que lo había inundado en el apartamento de Doyoung.

Tragó saliva con dificultad antes de posar su mirada sobre Doyoung. El muchacho, de opacos ojos rojos y nariz escarlata, parecía haber vuelto al punto de partida una vez más. Era como si el universo se hubiera unido para conspirar en su contra nuevamente, como si todos sus esfuerzos por salir adelante hubieran caído en el más cruel e indignante vacío. Johnny no pudo evitar sentir pena por él. Si Doyoung empezaba a creer que Dios lo había abandonado, entonces el médium simplemente no podía culparlo.

La fragilidad con la que el mundo jugaba con las vidas que rodeaban al chico era casi inexistente, y Johnny pensó que, quizás, Doyoung podía estar maldito por alguna fuerza que ni siquiera alguien tan experimentado como él era capaz de detectar.

Se odió de tan solo concebir ese pensamiento.

—¡Ten! —La voz de Doyoung llamando a Ten lo sacó de sus ensoñaciones. De inmediato, sus ojos se movieron para encontrarse con la visión de Ten, uno de sus más grandes amigos, con el rostro lleno de lágrimas.

Sintió una presión horrible en el pecho de tan solo verlo de esa forma. No había rastro alguno del chico tan gracioso y animado que constantemente iluminaba sus días. No parecían haber vestigios de la tan familiar sonrisa que Johnny recordaba por estar siempre a su lado. Su amigo, su mejor amigo... ¿En dónde había quedado?

—¿Dónde está Taeyong? ¿Qué dijeron los médicos? —Preguntó Doyoung. Johnny se quedó al margen mientras una corriente amarga de saliva inundaba su garganta de una culpa inexplicable. Ten solo podía temblar entre los brazos de Doyoung al tiempo que Johnny pasaba una mano por la espalda del muchacho en un vago intento de confortarlo.

—Ya salió de cirugía —La voz de Ten se rompió después de decir esas palabras—. Pero yo... pero yo... no creo poder soportarlo más. ¿Qué pasa si no sobrevive? ¿Qué haré entonces? ¿A quién debo culpar por esto? ¿A mí?

—No es culpa tuya, Ten. Créeme cuando te digo que todo estará bien. Él es fuerte y siempre lo ha sido. Este pequeño tropiezo no logrará vencerlo. Vamos a salir de esto juntos, ¿si? —Volvió a calmar Doyoung con un tono tan suave y delicado que hasta Johnny sintió su corazón bañarse de tranquilidad—. Dime, ¿has comido algo? —Ten negó con la cabeza—. ¿Quieres que Johnny y yo te traigamos algo?

—Agua estaría bien...

—Está bien. Quédate aquí y nosotros nos encargaremos de eso.

[...]

engaños ও johndoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora