13

37 2 0
                                    

En cuanto Johnny terminó su llamada con Mark, no pudo evitar sentarse en una de las tantas mesas de aquella cafetería con una expresión ininteligible en el rostro. Tragó saliva con dificultad mientras veía pasar delante de sus ojos tanto a enfermeras como a familiares de pacientes sosteniendo bandejas de comida en sus manos. Sintió una corriente de amargura inundar su garganta al recordar las penosas lágrimas que habían recorrido las mejillas de su mejor amigo.

Y se sintió inútil.

Se sintió inútil porque sabía que debía de haber previsto todo, que era su deber como médium manejar estas situaciones a la perfección. Pero... ¿Realmente lo había hecho? ¿De verdad había logrado cambiar algo? ¿En qué se diferenciaba su trabajo de un simple cerdo que se revolcaba en el lodo una y otra vez antes de tomar un boleto en primera clase al matadero?

Odiaba admitirlo, y lo cierto es que era la primera vez que le ocurría: el caso se le había salido de las manos. ¿De qué servía tener a Mark Lee en menos de media hora en el hospital si ahora Taeyong, el novio de su mejor amigo, se encontraba luchando por su vida frente a un dios del que ni siquiera estaba seguro de su existencia?

De repente, un carraspeo lo sacó forzosamente de sus ensoñaciones. Alzó la mirada para encontrarse con una expresión desesperanzada en el rostro de Doyoung y una lata de gaseosa que sostenía con sus temblorosas manos.

—¿Cómo se encuentra Ten? —Preguntó Johnny en cuanto lo vio. El contrario soltó un suspiro lastimero antes de sentarse a su lado en aquella mesa.

—Horrible —Fue lo único que alcanzó a decir Doyoung en ese momento—. Le dije que iba al baño, pero lo cierto es que no sé si sea capaz de volver a ese pasillo. El olor a hospital me enferma. Lo odio tanto. Ni siquiera sé si debería estar acá.

Las manos de Doyoung se unieron en un apretón nervioso. Johnny no pudo evitar observar los agrietados y casi blanquecinos labios del chico con tristeza.

—¿Por qué dices eso? —Preguntó Johnny. Deslizó sus dedos hasta casi tocar los del contrario en un vago intento de demostrarle que estaba ahí para él.

Doyoung cerró fuertemente los ojos y chasqueó la lengua. Cuando los abrió, lo primero que observó fueron los iris marrones de Johnny mirarlo con atención.

—Porque creo que... yo soy el culpable de todo esto. —Confesó Doyoung, y Johnny creyó que su corazón había caído hasta estrellarse contra el suelo.

Súbitamente, el tiempo a su alrededor pareció detenerse. Un frío silencio se instauró entre ambos que resultó tan, pero tan largo que el médium tuvo la sensación de que habían pasado horas y no segundos. Sus sentidos se empaparon de una confusión y aturdimiento sin igual.

—¿Puedo... preguntar por qué piensas eso? —Volvió a cuestionar Johnny. Doyoung solo volvió la vista hacia sus propias manos temblorosas.

—Siempre me destaqué por tener mucha suerte, ¿sabes? —Empezó a hablar Doyoung—. Ya sabes: tener la mejor mano en una partida de póquer varias veces seguidas, recibir el mejor premio en una rifa escolar, sobrevivir a exámenes sorpresa sin haber estudiado... cosas demasiado afortunadas para una persona normal. A pesar de la muerte de mis padres, la suerte parecía estar continuamente de mi lado. Y es por eso que... —Doyoung se detuvo por unos momentos. Tragó saliva antes de dejar escapar un suspiro de sus labios—. Y es por eso que pensé que mi relación con Jung Jaehyun, de la facultad de música, sería perfecta. Qué iluso fui, ¿no es así?

Johnny reconoció ese nombre de inmediato. Era otro de los amigos con los que siempre estaba Ten.

—¿Es ahí cuando... todo empezó a ir mal? —Volvió a preguntar Johnny. Doyoung asintió mientras los ojos y la nariz se le volvían a enrojecer con fuerza.

engaños ও johndoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora