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Si era totalmente sincero, lo cierto era que Johnny no recordaba con exactitud cómo habían sucedido las cosas. De repente, dentro de la pequeña conversación que habían mantenido mientras cenaban salió la posibilidad, una ínfima y casi insignificante posibilidad, de ver una simple película en la sala de aquel apartamento para matar un poco el rato. Y claro está que Johnny, tan dócil y obediente como una persona casi enamorada podría llegar a ser, se le hizo demasiado difícil negarse e irse a su hogar como si nada hubiera ocurrido, como si su corazón no hubiera omitido un latido ante la mera oportunidad de poder estar más tiempo al lado de Doyoung.

Así pues, la emoción enredada que palpitada con fuerza en su pecho le obligó a tragarse su orgullo de la mejor manera posible y continuar disfrutando en secreto de la presencia de su agradable compañero de universidad. Tuvo que luchar internamente ante la sensación de que no debía hacerlo por más que Jungwoo le hubiera pedido convertirse en amigo de su hermano. Y la verdad era que, por alguna razón, había empezado a sentirse incómodo de tan solo pensar en que podría estarse convirtiendo en una molestia para el contrario.

Sin embargo, ¿acaso Johnny se arrepentía? No.

La oportunidad de admirar desde lejos el delicado perfil de Doyoung era un deleite para la vista. El solo hecho de poder observar su mirada tan concentrada en el viejo televisor de aquella sala era suficiente como para hacer saltar a su pequeño corazón. La calidez con la que sentía que sus propias manos se apretaban era suficiente para sentir que, tal vez, podría estar haciendo lo correcto. Quizás, solo quizás, acompañar a Doyoung era su deber en ese momento.

Las luces de la pantalla en frente de Johnny iluminaban con claridad el oscuro apartamento que lo rodeaba. El olor a palomitas de maíz caseras con un poco de mantequilla inundaba el lugar de un aroma que, irónicamente, le parecía casi hogareño. Y cuando Johnny sintió la cabeza de Doyoung acomodarse en su hombro, creyó que se había convertido en el hombre más afortunado del mundo.

Todo era perfecto en ese momento: desde la comodidad que empezaba a asentarse dentro de su pecho hasta la pequeña sonrisa que empezaba a posarse en sus labios de tan solo contemplar el rostro del contrario. La dicha que llenaba su alma era una sensación de la que no quería desprenderse jamás.

Tal vez, solo tal vez, Johnny sentía un afecto hacia Doyoung mayor del que pensaba en un principio.

El sonido reconfortante de la televisión delante de él acogía con cuidado los latidos esporádicos de su corazón. Un suspiro casi enamorado se escapó de su boca sin siquiera notarlo. La acalorada satisfacción que recorría su cuerpo parecía querer quedarse y no marcharse nunca más.

Hasta que la vibración del celular en el bolsillo de su pantalón lo sacó de golpe de su ensoñación.

Esta vez, un suspiro hastiado salió de sus labios.

Con cuidado de no despertar a Doyoung, deslizó sus dedos hacia el compartimento de sus vaqueros y tomó su celular. Iluminó la pantalla antes de observar el nombre de contacto de Ten sobre ella.

Sin pensárselo mucho, contestó.

—¿Ten? ¿Ocurre algo? —Preguntó. Miró brevemente el reloj de pared del apartamento y notó lo tarde que se le estaba haciendo para ese entonces.

Sin embargo, antes de que pudiera seguir hablando, sollozos y quejidos inundaron la línea en un instante.

No le tomó mucho tiempo caer en cuenta de que Ten estaba llorando.

—Johnny, Johnny... ¿qué se supone que haga? No sé qué hacer, necesito ayuda, por favor. —Su voz estaba tan rota y necesitada que Johnny sintió su garganta cerrarse de la preocupación.

¿Qué diablos estaba pasando?

—Ten, escúchame bien, ¿si? Respira profundo y explícame todo desde el principio. —Intentó calmar Johnny, pero Ten solo lloró más fuerte desde el otro lado de la línea.

—Johnny... —Masculló el contrario—. Taeyong está en el hospital.

El corazón de Johnny pareció caer hasta golpear sus pies.

—¿Qué?

—¡No lo sé! Salí un momento de nuestro apartamento para atender una llamada del guardia de seguridad y cuando regresé yo solo... yo solo... —Un sollozo se escapó de los labios del chico—. ¡Lo encontré en el suelo! ¡Ceniza le salía de la boca! ¿Qué significa eso? ¿Qué hago? ¿Qué se supone que haga? No quiero que nada le pase. Ayúdame, por favor.

Johnny tragó saliva con una intranquilidad palpable en su rostro. El nudo que se le había formado en la garganta era tan grande que temía tener ganas de vomitar.

Recordó brevemente las palabras de Mark sobre el caso de Lee Jeno y no pudo evitar sentir el corazón acelerarse ante el simple pensamiento de que pudiera estar repitiéndose su situación. La ceniza dentro de su cuerpo... eso solo podía significar una cosa.

—No te muevas, ¿si? Voy para allá. Todo estará bien, no te preocupes.

Hubo un silencio lacónico al otro lado de la línea, hasta que Ten finalmente decidió volver a hablar.

—Te estaré esperando.

Y con eso, colgó.

Y Johnny solo temía lo peor.

engaños ও johndoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora