Para cuando su turno en la cafetería terminó, el corazón de Doyoung se fragmentó en mil pedazos.
Sus lágrimas, tan saladas como abundantes, no parecían tener un final mientras sollozaba en mitad del callejón trasero de aquel establecimiento. Su alma parecía deshilacharse con una rapidez palpable. Las gotas de lluvia bailaban en su piel con una tristeza inconmensurable.
Simplemente ya no podía soportarlo más.
Sus respiros entrecortados empapaban cada vez más sus sentidos al tiempo que una sensación de soledad se deslizaba por cada uno de los rincones de su pequeño cuerpo. No pudo evitar sentir debilidad en sus rodillas antes de hundirse profundamente en el suelo y presionar con una mano la áspera textura de la única pared en el lugar que parecía mantenerlo casi cuerdo.
Extrañaba demasiado a Jungwoo como para poder continuar con su vida.
¿Qué clase de mal había tenido que pagar como para perder a la persona más importante de su existencia en un momento tan crucial como este? ¿Qué tipo de pecado había cometido en su vida pasada como para tener que sufrir en esta?
¿Por qué...? Simplemente...
¿Por qué no se había suicidado él en vez de Jungwoo?
El pulso de su corazón comenzó a latir con fuerza en sus oídos ante la mera existencia de aquel pensamiento. El frío silencio que envolvía el espacio pareció sumergirlo en un mundo lleno de dolor y de frustración al haber sido incapaz de ayudar a su propio hermano. Después de todo, ¿quién se creía que era? Sirviendo cafés y asistiendo a los clientes mientras él mismo había sido inútil en socorrer a su hermano.
¿Cómo se atrevía siquiera a hablar con otro ser humano sabiendo que él había fallado en comunicarse con Jungwoo?
Sus propias lágrimas empezaron a adherirse a sus largas pestañas con una facilidad casi molesta. Poco a poco su visión parecía difuminarse en una paleta de colores fríos y neutros que representaban con dureza las emociones enredadas en su pecho.
De pronto, el sonido de una puerta abriéndose atravesó con tosquedad su corazón. Sus manos no tardaron en deslizarse debajo de su rostro y limpiar los cientos de lágrimas amargas que enrojecían con aspereza sus delicados ojos.
—Sabía que estabas aquí. —Una voz se hizo escuchar en mitad del retumbar de la lluvia. Un sollozo se escapó de los labios de Doyoung al reconocer a la perfección al dueño de aquellas palabras.
—Perdón. No quería preocuparte. —Alcanzó a mencionar. Sus palabras eran distantes, pero cayeron con una extrema suavidad.
En un abrir y cerrar de ojos, las gotas de lluvia dejaron de bailar a lo largo de su piel. Subió la mirada antes de encontrarse con un paraguas violeta que lo resguardaba de aquellas furiosas precipitaciones y no pudo evitar sentir que sus pupilas se cristalizaban incluso más. Taeyong, su mejor amigo en todo el planeta, lo estaba protegiendo de la lluvia.
—No tenías que molestarte. —Contestó Doyoung, pero el contrario solo negó con la cabeza antes de ayudarlo a levantarse.
—Eres mi amigo. No pienses que te voy a abandonar —Una sonrisa se posó en los labios de Taeyong con un cálido entusiasmo que hizo sentir cómodo a Doyoung—. Vamos adentro, ¿está bien? Sicheng y los demás te están esperando para irnos a la estación del metro juntos.
—Está bien. Solo déjame cambiarme de ropa.
Y con esas palabras, Doyoung entró al establecimiento comercial.
[...]
Para cuando Doyoung terminó de cambiarse, la lluvia ya había disminuido de intensidad. A pesar de que las nubes entrelazadas en el cielo seguían teñidas de un poderoso gris y no parecía haber rastro de rayos solares que pudieran llegar a bañar de una brillante luz su rostro, la tarde tenía un mejor aspecto que antes. Su humor también se había estabilizado después de dejar caer unas cuantas saladas lágrimas detrás de su espacio de trabajo.
En general, Doyoung se sentía mejor.
No fue hasta que llegó a la entrada del lugar que finalmente dejó que una sonrisa aguda inundara con alegría su rostro: al lado de Lee Taeyong, el mayor de los cuatro, se encontraban las figuras de un chico de labios regordetes y otro de cabello oscuro. Eran Sicheng y Ten, dos de sus grandes amistades. De inmediato, una felicidad acalorada llenó con serenidad su pecho. Su corazón latió con emoción al observar desde la lejanía las cálidas complexiones de sus amigos.
Pero, tan rápido como apareció su felicidad, tan rápido se esfumó.
Su expresión pareció volverse áspera al observar a la cuarta persona detrás de Taeyong.
Era Jaehyun.
Su ex novio.
Una pequeña sonrisa de incomodidad se deslizó con suavidad a lo largo de su rostro. Un sentimiento enredado reemplazó de inmediato la alegría que tanto calmaba su pecho.
Se sintió...
Extraño.
—Hasta que al fin llegas. Ya estábamos por partir hacia la estación. —Bromeó Ten con ligereza en el tono de la voz.
—No le creas —Interrumpió Sicheng con diversión antes de continuar hablando—. Preferimos dejar a Ten abandonado antes que dejarte a ti.
Un ruido de sorpresa totalmente exagerado dejó con indignación la garganta de Ten.
—¿Sicheng? ¿Quién te enseñó esas palabras? Por el amor de Dios...
Sicheng y Taeyong no pudieron evitar reírse ante la situación. Con un entrañable cariño, Taeyong dejó caer una mano sobre el hombro de Ten y deslizó con cuidado sus dedos sobre la superficie de su chaqueta.
—Lo aprendió de ti, amor. —Contestó. De inmediato, un sonrojo furioso se posó sobre las mejillas de Ten al escuchar aquello último.
—¿Qué crees que haces? Tratándome de amor en un lugar público como este... —Murmuró con cierta torpeza inundando sus labios.
Esta vez, tanto Jaehyun como Doyoung se unieron a las sonoras risas que nuevamente dejaron escapar Sicheng y Taeyong.
Ten era, en pocas palabras, ese tipo de persona: le gustaba bromear con los demás, pero después hacer todo lo posible por evitar las fatídicas consecuencias, y cuando esas consecuencias tocaban la puerta de su casa, pasaba de ser un ser humano normal para convertirse en una hormiga sin su colonia: tan perdido como incapaz de responder. Y eso era, quizás, lo más gracioso sobre él.
Sicheng, por otro lado, podía decirse que era como el aprendiz de Ten. Siempre estaba en las buenas y en las malas al lado del mayor sin importar qué tan mala fuera la situación. Y es que, al ser un estudiante de intercambio proveniente de China, de una u otra forma terminó por convertirse en uno de los amigos más cercanos de la persona con mayor manejo de aquel idioma en ese entonces, es decir, de Ten. Su relación terminó floreciendo hasta convertirse en una de casi maestro-discípulo. Cada vez que Ten participaba de alguna locura, Sicheng estaba ahí para aprender de él.
Y eso, en ocasiones, podía ser un gran dolor de cabeza.
—El tren parte a las seis —Interrumpió de pronto Jaehyun. Doyoung se apresuró a observar su reloj de muñeca y confirmó que, en efecto, eran casi las seis de la tarde—. Si no nos apresuramos, entonces perderemos nuestro tren.
Y solo se necesitaron esas palabras para que los cinco chicos abrieran sus propios paraguas y comenzaran su caminata hacia la estación del metro.
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engaños ও johndo
FanfictionEl suicidio de Kim Jungwoo, el hermano de Kim Doyoung, fue un golpe duro tanto para la familia Kim como para sus allegados. Por esa razón, Doyoung no es capaz de notar los sucesos extraños que ocurren a su alrededor hasta que un espíritu sin igual a...