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El cielo cubierto por tonos rojizos poco a poco estaba alcanzando tonalidades azules y oscuras, las luces de los postes y las tiendas comenzaban a encenderse dando a entender que estaba oscureciendo. Caminando rápido y sin detenerse cruzando entre una multitud en el metro solo para alcanzar el tren que la llevaría a casa, no podía dejar de pensar en lo sucedido, se sentía de lo peor, la multitud no permitía que avanzara parecía interminable, al llegar el tren ya había cerrado sus puertas dejándola en la estación, sin más alternativa salió del metro y decidió esperar un autobús que la dejara cerca de la zona donde vivía.

El frio se estaba comenzando a sentir más que antes, el suéter que tenía no era lo suficientemente abrigador para esos casos, sin embargo, no podía quejarse ya que era lo único que podía medio cubrirla del frio, siguió caminando hasta la parada del autobús, sentándose y mirando al cielo se dio cuenta que ya era muy noche, puesto que desde que tenía uso de razón, en su vida había llegado tan tarde a su casa solo que a estas alturas carecía de importancia ya que nadie la esperaba, solo un cuarto oscuro y vacío con falta de calidez.

Suspiro y contemplo como su aliento se volvía humo del frio que hacía, había hecho algo malo y eso la carcomía, al principio en sus más profundas ilusiones había pensado que si tenía un novio seria la persona de la cual estaría muy enamorada, que juntos fueran de compras, a citas, tomarse fotos, estar tomados de la mano y sobre todo darse besos. Todo fue una absoluta fantasía creada por una niña tonta e ingenua con una ideología del amor claramente surrealista, el amor era todo lo opuesto a lo que había imaginado, ese beso se lo había dejado en claro, todo era una farsa, su vida, su personalidad, todo, absolutamente todo.

No había nada bueno en ella, lo único que había era un pasado del cual no quería contar, un padre que... de pronto sintió que su mano había tocado su rostro, eso la hizo recordar la cicatriz, todo había iniciado por eso, una cicatriz que atravesaba la mitad de su rostro, una cicatriz que había sido borrada, una cicatriz provocada por su padre. Todo inicio con esa cicatriz, nunca tuvo amigos o un novio por ello, siempre sola, hasta que llego Amane a cambiarle la vida en 360 grados y Kou hizo que todo fuera de mejor manera, pero ahora lo había arruinado todo.

Se sentía sucia, había hecho mal con Kou todo este tiempo diciendo que lo amaba, desde el inicio lo único que había sentido por él era aprecio y agradecimiento de que fue el único que no la juzgo además de su amiga Aoi por tener una fea cicatriz, al contrario él la ayudo a sentirse bien, a estar cómoda o sobrellevar ese peso que la castigaba, hasta que esa marca de desprecio que su padre le había grabado fue retirada al fin, cuando se vio al espejo y vio que ya no la tenía fue como sentirse libre, una nueva Nene Yashiro había resurgido de las cenizas, solo que de una forma más horrible que cuando tenía una cicatriz.

Se había dado cuenta de todo, ella había estado jugando con los dos chicos sin saberlo, su ingenuidad había sido un arma mortal para ella, un arma de doble filo que desconocía y ahora la había afectado, yendo a elegir al tierno, adorable, amigable, simpático y amoroso chico de cabellos dorados que ahora era su novio.

Minamoto Kou, el chico de tercero de secundaria que había conocido a causa de un accidente mientras iba hacia la biblioteca, el chico que desde el segundo uno de conocerse la trato amablemente, el chico que la hacía reír en diversas ocasiones y que incluso tienen una forma de pensar parecida, Kou, un chico que es amable con todos, le gusta ayudar, es buen cocinero y sobre todo es dulce y gentil, se esfuerza demasiado en todo porque quiere ser como su hermano además de ser uno de los chicos más guapos, el cuarto en realidad ya que los tres primeros puestos eran ocupados por su hermano mayor, Teru, el capitán del equipo de futbol, Amane y el autoproclamado eterno amor de su mejor amiga, Aoi Akane.

¿Qué era lo que realmente sentía por Kou?, ¿Le gusta?, Si, le gustaba y mucho, pero en el aspecto de su físico y apariencia, además de que tenía buenos ideales y una forma de ver las cosas desde una perspectiva realmente interesante, eso le gustaba del menor de los Minamoto. ¿Lo ama?, al pensarlo detenidamente surgió otra pregunta ¿Qué es lo que hizo para que le dieras el sí?, eso era por la gran amabilidad que le ofreció, los buenos momentos que compartieron, el hecho de que no las juzgo por tener esa cicatriz, el hecho de que la acepto con ese enorme defecto sobre su rostro. En ese momento le hizo darse cuenta de lo que sentía, ella se sentía agradecida con el chico de cabellos dorados y mirada zafira, era una inmensa gratitud y aprecio la que sentía, no había más, afecto, sí tal vez, pero solo como un buen amigo, como el hermano que nunca tuvo, era eso, gratitud y aprecio, no había nada más, ni el más mínimo sentimiento de querer o gustar, menos el sentimiento de amar. Había cometido un error fatal, uno muy grande, uno que le costaría el perder a una persona tan valiosa como Minamoto Kou, ya que solo sentía un cariño por él, como un amigo, sentía aprecio y no amor.

El Misterio de La DoncellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora