Capítulo 7: Respeto

258 16 8
                                    

- ¡Cote! - Valentino gritó mi nombre - ¡Ayúdame, ven rápido!

Solo fue un segundo, pero a mí me pareció una eternidad. Recuerdo que el Nacho me estaba sujetando por los brazos, lo miré, y lo siguiente que recuerdo es que corrí escaleras abajo. Estaba casi todo oscuro, solo habían encendido la luz de la entrada.

Mi corazón se detuvo cuando lo ví.

Entre el Mauri y el Valentino estaban arrastrando el cuerpo de Montes, ensangrientado, inconciente y sudado. Me quedé en shock, no fui capaz de bajar el último peldaño de la escalera. Veía el esfuerzo en sus rostros, sosteniendo a duras penas a su amigo. Esto era grave.

- ¡Ya po Coté, hace alguna wea! - gritó el Mauri con desesperación, sacándome de mi aturdimiento.

- Sí - reaccioné.

Corrí hacia él y tomé su rostro entre mis manos. 

- Clemo, ¡hey! - le daba golpecitos pero no despertaba - Clemente, despierta porfa.

Me empecé a desesperar yo también. La respiración pesada de los dos chicos que lo sostenían inundaba la habitación y no me dejaba pensar. La sangre, el copete, la ropa mojada...

- ¡Esta wea es grave! Hay que llevarlo al hospital - se me ocurrió decir.

Busqué a tientas el interruptor para encender la luz y que el Maxi pudiera tomar las llaves del auto.

- ¡Despavila, weon! - lo empujé al ver que no se movía.

- Cote, es que no se puede... - se llevó las manos a la cabeza como diciendo "cagamos".

Respiré su aroma y lo entendí. Estaban todos curados, habían llegado caminando a la casa arrastrando a un weon famoso que venía medio intoxicado. Imagínate llegar así a un hospital sin ninguna explicación, nadie se quería ir en cana.

Miré a los chicos. El Mauri pese a todo se mantenía firme, pero el Valito siempre fue más flacucho, los brazos le empezaban a temblar. 

Luego observé a mi alrededor. ¿Qué mierda podíamos hacer? No podíamos llevarlo al hospital, subir las escaleras para ir a acostarlo no era una opción, el botiquín estaba en el baño de arriba...

- Llévenlo a mi pieza - decidí. 

Era la única habitación que estaba en el primer piso. El Javo subió corriendo a buscar el botiquín mientras los cabros hacían el último esfuerzo por llevarlo hasta mi cama.

Lo dejaron caer con brusquedad, pero ni siquiera con ese golpe despertó. Me subí a la cama junto a él, a nadie le importó que yo estuviera en calzones. Los cabros no sabían ni siquiera ponerse un parche curitas solos, así que toda la responsabilidad recayó en mí. 

- ¿Qué mierda pasó? - pregunté mientras empezaba a sacarle la ropa.

El Clemo temblaba, estaba súper helado y tenía la ropa mojada. Me subí a horcajadas sobre él, con una rodilla a cada lado de sus caderas, y metí mis manos debajo de su ropa para empezar a desvestirlo. Tuve que sacarle la polera con brusquedad, la tela se había pegado a su espalda por el sudor y el Clemo no me ayudaba en nada, ni siquiera podía levantar los brazos. 

- Se tomó una botella de pisco solo - confesó el Javo - sus amigos le metieron otras weas también, vi que les pidió unas pastillas.

- Clemente, por la chucha - susurré mientras le desabrochaba el cinturón.

Las manos me temblaban. La hebilla del cinturón se había convertido en el asertijo más complicado del mundo, no lograba sacar bien el pasador y me ponía más nerviosa. Mis movimientos eran torpes, rápidos y bruscos. Conseguí sacarle el cinturón y lo tiré al suelo junto con sus zapatos para que no me molestaran. Sin pensarlo mucho, mis dedos bajaron el cierre de su pantalón y, en dos tirones, había dejado al Clemo solo en bóxers.

¿Y si nos comemos mejor? (Clemente Montes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora