Capítulo 18: Algo rico

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Coté's POV

El Clemo me llevó de la manito hasta la estufa, me senté junto al fuego y él se puso detrás de mí para desenredarme el pelo húmedo, pero por la forma en que rozaba mi espalda sabía que estaba tenso. Algo lo estaba molestando y yo no sabía que era, pero sé que su enojo no era conmigo.

Esperé a que terminara y lo llevé de vuelta a la pieza para acurrucarnos otro ratito. Montes dudó un poco.

Lo senté en la cama y, despacito, le saqué la polera para sentir su calorcito contra mi espalda. Me metí en la cama y lo invité a acostarse conmigo, dejé que me acomodara entre sus brazos. Ninguno dijo nada.

Y puta que me costó weon, si yo soy más cotorra que la cresta. Al final me rendí y le hablé pa despertarlo. Si me quería, tenía que aceptarme como soy nomás.

- No sabía que eras de esos - me di vuelta para mirarlo.

- ¿Qué cosa? - respondió con la voz ronca, medio dormido.

- De esos po - me puse a dibujar círculos con mi dedo sobre su pecho desnudo - de los que se queda a regalonear. Siempre pensé que eras de tirar, vestirte, y si te he visto no me acuerdo.

- Es que es diferente - suspiró - contigo es diferente.

Conchesumadre.

Menos mal que estaba oscuro porque ya sentía que me estaba poniendo roja y me tiritaba el útero. 

- ¿Diferente? - quise que me consintiera un poco más - ¿Diferente por qué, wawi? Ya po, dime.

Pero el weon ya se estaba quedando dormido.

- Ya po Clemo, no seai así - le di un golpecito en el pecho - me vai a dejar metida po.

- Shh, ya duérmete - sonrió contra mi cuello y me pegó más a él, apretadita entre sus brazos.

- Clemo, no me podis hacer esta wea - me reí contra su piel, es que el muy maricón quería dejarme con las ganas.

Pero sé que lo escuché. Sé que dijo que conmigo era diferente.

Quedarte dormida después de tirar es de las weas más ricas que existen. El Clemo era calentito para dormir, y todavía tenía el aroma de su perfume pituco. Cuando se movía, el poquito de barba que le empezaba a salir me hacía cosquillas en el cuello y, donde yo me reía, me acercaba más a él. Hace mucho no dormía tan relajá...

A la mañana siguiente desperté yo primero. Los cabros se habían levantado con bajón y los escuchaba meter ruido en la cocina. Dudé un poco sobre cómo debería despertarlo, si empezar a darle besos por toda su carita para que amaneciera feliz, o dejar que el Mauri lo despertara con el ruido de la juguera haciendo hielito frappé para componer la caña con unos mojitos. 

En verdad no había dónde perderse. Como lo tenía tan cerquita, comencé a dejar un camino de besos a lo largo de su clavícula, sus hombros y su cuello hasta llegar a sus mejillas. Él despertó, abriendo los ojitos muy despacio, y me correspondió con un beso en la frente.

- Hola preciosa - dijo con esa voz ronca súper sexy de recién despertado, yo sentí que me iba a desmayar ahí mismo.

- ¿Cómo dormiste? - le sonreí, estábamos tan cerquita uno del otro que nuestras narices se rozaban.

- Bien - susurró antes de hundir su rostro en mi cuello para consentirme un ratito más.

- ¿Soñaste algo bonito? - intenté mantenerme racional pese a que el Clemo me tenía loca.

- Sí - me miró como pidiendo permiso antes de meter las manos debajo de mi camiseta - pero desperté con algo más lindo al lado.

Me dio un corto beso en los labios antes de pegarme contra él. En un mundo muy lejano escuché al Maxi romper un vaso y al Mauri puteándolo, pero a mí no podía importarme menos, yo quería quedarme así para siempre. Hasta que me dormí.

¿Y si nos comemos mejor? (Clemente Montes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora