Capítulo 17: Sudoku

258 14 50
                                    

Coté's POV

Su cuerpo todavía temblaba cuando se dejó caer sobre el mío. La tensión en sus brazos cedió y yo guié sus hombros para que encontrara refugio contra mi pecho. El Clemo escondió su rostro en mi cuello y se aferró a mi cintura, agotado. 

Sonreí. ¡Es que se veía tan tierno mientras dormía!

Tenía las mejillas sonrojadas por el esfuerzo, y el sudor junto al agua de mar habían desordenado su pelo haciendo que ahora cayeran sobre su frente un par de rizos rubios. Me abrazaba como si no quisiera soltarme, yo le correspondí acariciando su pelo y dejé que su respiración acompasada me hiciera dormir a mí también.

Dejé que el calor de su cuerpo me invadiera y respiré su aroma hasta que se me hizo familiar. Esa era la estabilidad que llevaba buscando toda mi vida, así se sentía estar a salvo.

En algún momento de la noche, el Clemo se removió incómodo. No le di importancia, pensé que a lo mejor se le había dormido un brazo o que quería acomodarse de otra forma. Esperé a que se quedara quieto para buscar una forma nueva de abrazarlo, él me reconoció entre sus brazos y me estrechó con más fuerza. 

- Cote - susurró - mi vida, despierta.

Clemente's POV

Me odié a mí mismo por quedarme dormido en esas circunstancias, nunca me había pasado. Cuando desperté, el solitario foco de luz cálida seguía oscilando sobre nosotros, amenazando con apagarse. Me incorporé un poco más para reconocer el ambiente, la bodega se veía diferente, mucho más pequeña y sucia desde esta perspectiva. Bajo esa luz, la Coté dormía sobre el duro piso de madera y se había tapado con las toallas mojadas. Me estiré procurando no despertarla para alcanzar el pareo que llevaba cuando estuvimos en la playa, era delgado y se traslucía, pero al menos estaba seco y la mantendría más calentita. Levanté su cabeza con cuidado y la guié hasta mi pecho para tenerla cerca.

No pude evitar sonreír, es que era chistoso ver a la Coté durmiendo raja, se veía tan tranquilita que casi se me olvidó lo mandona y chucheta que es para retarnos en la casa. Me hizo feliz pensar que es así solo conmigo.

Me hubiese gustado preguntarle cómo se sintió después de que lo hicimos. ¿Le dolió? Busqué rastros de sangre pero no había nada, intenté convencerme a mí mismo de que yo sabía manejar la situación y lo había hecho bien, pero me daba mucho miedo equivocarme. 

Luché por no quedarme dormido, quería atesorar este momento porque sabía que en cuando amaneciera la Coté volvería a ser la de siempre y yo también. La envolví con mis brazos y le aparté el pelo mojado de la cara para mirarla dormir. Pero la luz que colgaba del techo se extinguió poco a poco hasta dejarnos a oscuras.

Me puse un poco nervioso. La oscuridad de la noche no me dejaba ver nada, y por lo descuidado del lugar no me sorprendería que hubiera ratones dando vuelta.

- Cote - la sacudí un poco - mi vida, despierta.

Ella se negó, acomodándose mejor entre mis brazos.

- No weis po Clemo - respondió, todavía media dormida - es de noche, duerme otro rato. 

No pude evitar reirme. Solo ella podría haber dicho algo así.

- Amor - lo intenté una vez más - se cortó la luz y es tarde, tenemos que volver a la cabaña.

Ella murmuró algo que no entendí y luego me apartó de un manotazo. 

- Eres horrible - susurró, rindiéndose.

Intenté hacerme el ofendido pero su insulto me había parecido tan tierno que simplemente no pude. Busqué el pareo a tientas y lo amarré por encima de su pecho para vestirla, tomé sus manos y la ayudé a levantarse. La guié despacio por el camino de vuelta a la cabaña, los dos estábamos descalzos y medio desnudos, necesitábamos ducharnos como personas decentes y ponernos ropa para dormir. 

¿Y si nos comemos mejor? (Clemente Montes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora