Capítulo 11: Verdad o reto

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Clemente's POV

- Ya, ¿pero sabís qué? - propuse - hagamos un carrete acá po. Si quieren pasarlo bien, relajarse y esa onda, ¿por qué no piden comida y lo hacen acá?

No sé de dónde chucha saqué esa wea, si igual es re patudo hacer un carrete en una casa que no es mía. El Valentino dudó un poco, pero la Coté prendió al toque. Bien "pastito seco" la minita.

- Ya po - respondió ella - me tinca. Le voy a decir al Mauri que se raje con unas pizzas y el Octavio se pone con la música pa que no nos webeen los vecinos. Mientras tanto yo voy a...

Y se armó la wea po. Un par de horas después el Santi estaba acomodando los cojines para que nos pudiéramos sentar en el piso todos juntos, mientras la Coté seguía jugando tetris en el refrigerador intentando meter unos flanes pal bajón entre medio de tanta cerveza. El Tavo ya se estaba yendo en volá con su guitarra pero les prometo que no habíamos fumado nada todavía.

- ¡Hey! - gritó la Coté haciendo que me sobresaltara, después caché que le hablaba al Maxi porque se le dio vuelta una lata de cerveza en la alfombra - voh limpiai, no quiero ni una mancha mañana.

- Sí, mamá - respondió con sarcasmo y se paró a buscar un paño. 

Uff, el carácter que se gasta esa princesa.

En eso sonó el timbre. ¡Bien! Mis invitadas. Salí a recibirlas y las saludé a cada una con un beso, tomándolas por la cintura, ahora sí iba a ser un carrete como corresponde.

- Epa compadre - me detuvo el Mauri, que por lo visto, todavía me odia - solo residentes, te dijimos que no podíai traer minas.

- Pero perrito, ¿cómo me vai a dejar en vergüenza delante de las chiquillas? Míralas cómo están - hice que se dieran una vuelta para modelar - ¿cómo vai a hacer una fiesta con puros hombres?

Intenté hacerme el chistoso para caer bien, pero la Coté salió de la cocina pa puro cagarme la onda.

- ¿Y yo estoy pintá acaso? 

Rodé los ojos. Ella no cuenta po.

- Una mujer para 8 hombres es muy poco - insistí.

El Mauri se enojó, me agarró por el brazo para que entrara y le cerró la puerta en la cara a las chiquillas. 

- Una mujer para 7 hombres - me corregió ella - para ti yo soy intocable.

"Para ti soy intocable". Ah chuta, así que con esa estamos, ya po, que empiece la fiesta.

- Puta, en verdad no te creo mucho flaca - la desafié con la mirada - digo, entre prestarte pa siete y prestarte pa ocho no hay mucha diferencia.

La Coté se rio pero no me dijo nada más. Yo creo que igual le caigo bien, si soy re simpático.

La seguí hasta el círculo de almohadas que habían hecho en el living y me senté al frente de ella. Terminó la primera ronda de chelas, el Octavio dejó la guitarra a un lado y destapó una botella de pisco.

- Oye rucio - me llamó - tú deberíai ser seco pa esto, ¿o no?

- ¡Por fin! - no pude esconder mi alegría - estaba esperando mi momento de brillar.

Me pasó la botella y yo lo interpreté como una ofrenda de paz. Sentía que este carrete era como una prueba de bienvenida, y yo en verdad quería hacer las cosas bien. Puse en práctica todo el conocimiento que había aprendido de mis maestros zorrones en el arte de la piscola y le serví a cada uno de los cabros un vaso, dejando a la princesa para el final.

- Está suave - le dije a la Coté cuando estiré mi mano.

- No, gracias - me rechazó - es muy temprano todavía.

¿Y si nos comemos mejor? (Clemente Montes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora