El hámster
—¿Qué es esto?
La pelota transparente con agujeritos rodó hasta topar contra una pata de la mesa. El hámster dorado contenido en ella dio la vuelta y activó sus patitas para cambiar de dirección y seguir rodando.
—Un regalo.
—¿Por qué?
—Tu cumpleaños.
—Devuélvelo.
—Pero...
—Saga. Devuélvelo.
Se lo llevó, pero no lo devolvió. Lo instaló en su casa; la pobre criatura no tenía la culpa de nada. Y sí, tal vez había sido extraño. Su relación no era de regalos. No era ni siquiera una relación. Eran visitas de Saga al templo de Acuario que a veces se extendían por horas o incluso toda la noche. Eran conversaciones parcas y superficiales y eran un par de comidas compartidas. Era la comodidad sin mayores pretensiones. Si comenzaban a darse regalos de la nada, la situación podría tornarse innecesariamente compleja.
Quizás ya lo era, o no se estarían preocupando por estas cosas. La culpa recaía en Saga, pensaba Camus, en Saga y en sus inoportunas iniciativas.
Al principio, Saga le dio muchas vueltas al asunto. Estar vivo de nuevo con un deber obsoleto lo sumió en meses de desazón. Sin embargo, la vivacidad de la gente a su alrededor (Kanon) acabó insertándole la curiosidad de conseguir algo que le diera color a sus días. Así que puso manos a la obra para que su nueva existencia fuera disfrutable. Y es que había algo que urgía. Urgentemente.
Se sorprendió a sí mismo cuando su mente tomó la decisión de manera espontánea. Pensó que tendría que sopesar las posibilidades, pero un interés dormido se agitó explosivamente apenas se decidió a asomarse al nuevo mundo que ya no necesitaba de su protección. Y lo vio, entrenando con Escorpión, superándolo con gracia y cierta altivez que le hizo algo a sus neuronas. Algo que lo dejó boquiabierto y contemplando sin disimulo la espigada figura del joven guardián de Acuario.
Listo, la elección estaba hecha. No habló a nadie de ello, ni siquiera a su hermano. Y pasó algunos días simplemente observando al súbito objeto de su interés, convenciéndose a sí mismo de la terrible idea, o de la genial idea. Había otros, probablemente más accesibles, pero se encaprichó rápidamente con él.
Sin embargo, eso no evitó que vacilara en acercarse. No lo conocía bien, no más allá del sentimiento de camaradería desarrollado durante las doce horas como espectros. Y la diferencia de edad era notable, le acomplejaba pensar en ello. Pero fue imposible sacárselo de la cabeza; era un antojo frívolo pero se había dicho que eso estaba bien, que debía dejarse sucumbir a ese tipo de cosas. Al final la atracción física resultó más fuerte que cualquiera de sus inseguridades.
Un día se paró muy formal en el templo de Acuario. Llevaba su armadura; sabía que se veía mejor con su armadura. Sin ella se veía demasiado... como Kanon. Camus salió a recibirlo sin demora pero no demostró entusiasmo al verlo ahí. No demostró absolutamente nada, e inconscientemente, Saga adquirió un semblante más severo para encubrir su nerviosismo. Y cuando el menor arqueó una deliciosa ceja partida, cuestionando su presencia, él no esperó más y preguntó:
—¿Tienes a alguien?
Camus le dio forma a sus palabras, hallándoles sentido medio segundo después, y Saga leyó el entendimiento en su mirada antes de que negara levemente con la cabeza portando una sonrisa sutil.
Entonces, Saga completó estúpidamente:
—¿Quieres tenerme a mí?
Y lo decía serio, tan serio como cuando llegaron a Aries vestidos en Surplices anunciando una meta sombría. Los ojos azules del francés se encendieron divertidos. Esa forma de ofrecerse le había parecido graciosa, generándole la imagen de un cachorro ansioso por ser adoptado.

ESTÁS LEYENDO
One - Shots - Saga x Camus [Terminada] ✓
Hayran KurguAclaración. 💬 La historia que estoy publicando no soy de mi Autoría sino de otros Autores 💬 Sino le gusta Fan Fic Hombre x Hombre [Tan simple como ignorar. Gracias] 💬 Respeto por favor. Gracias Espero que le guste estas pequeñas historias de Sag...