Miro los papeles que tengo entre las manos y me parece surrealista. Esto es por lo que he estado luchado los últimos meses y ahora que por fin lo he conseguido, no puedo disfrutarlo como debería porque la persona con la que quisiera compartir este momento no está a mi lado.
– Hombre, pensé que recibir esos papeles te alegraría. Oficialmente ya eres el tutor legal de Noah, ¿no es lo que querías? – señala Scott intentando animarme un poco.
– Por supuesto y créeme que te agradezco esto – respondo y me levanto para guardar el sobre en la caja fuerte de mi despacho.
El silencio nos rodea y ni siquiera me molesta porque ya he empezado a acostumbrarme a él.
– Te ves hecho una mierda – dice mi amigo y sé que no bromea.
– Bueno, es que justamente así es como me siento – me encojo de hombros.
– ¿Las cosas entre Max y tú siguen igual?
– Sí, de momento sigue viviendo con su amiga.
– Lo siento, pero sigo sin poder creer que te haya rechazado después de decirle que la amas. Mira que, si alguien hubiera preguntado, hasta yo habría jurado que tu esposa estaba perdidamente enamorada de ti.
– No se lo dije – confieso pasándome la mano por el pelo.
– ¡¿Cómo?! – responde Scott con incredulidad.
– Decidí no decírselo para que no se sintiera obligada a quedarse.
Y es que irónicamente, es hasta ahora que por fin puedo entender el que Dylan y Maxim, luego de perder a su bebé se hayan separado a pesar de que ambos se seguían amando. Porque con Max he aprendido, que cuando amas a alguien no le cortas las alas para que se quede a tu lado, sino por el contrario, el amor te da el valor de entregarle tus propias alas para que pueda volar alto. Como ella misma me dijo un día, amar es saber dejar ir cuando es necesario, por mucho que eso pueda doler.
– Vamos, que tampoco es como si fueras a obligarla.
– Claro que podría, después de todo fui yo quien la obligó a que se casara conmigo.
– Bueno, ella aceptó por voluntad propia, incluso tienes un contrato que está firmado por su puño y letra – me recuerda.
– El hecho es que la manipulé, joder. Maxim estaba pasando por momentos difíciles en su vida, así que fui y me aproveché de la situación. Eso me hace una pésima persona.
– Solo hiciste lo necesario para ganar la custodia de tu sobrino y te aseguro que nadie va a castigarte por eso. Ahora, por otro lado... – dice haciendo una dramática pausa. – ¡Por Dios, eres un jodido abogado! El Atlas que yo conozco no da por perdido un caso, no al menos hasta que haya dado sus mejores argumentos e incluso así, siempre tiene un truco bajo la manga. Y como yo lo veo, amigo, estás dejando que las cosas se te vayan de las manos – me regaña.
– ¡Mierda, Scott, para ya! – le ordeno. – Con esto solo me estás haciendo sentir peor de lo que ya me siento.
– Entonces, ¿así será? ¿Vas a aplicar esa insípida frase que dice: "si amas algo déjalo ir, si regresa es tuyo y si no, es porque nunca lo fue"? – casi se burla.
– Sí... No... No lo sé – respondo más confundido que antes.
– Hombre, que ese dicho me parece una estupidez, porque cuando uno ama a alguien lucha por esa persona. Ahora dime, ¿crees que has luchado lo suficiente por Max como para darte por vencido? – me cuestiona.
– No, apenas si lo he intentado – confieso muy a mi pesar, porque todo este tiempo he dado por sentado que Maxim se daría cuenta de lo que siento por ella.
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Si te quedas conmigo
RomanceAtlas Archer, es un adicto al trabajo que no tiene tiempo para el romance, pero que por cuestiones que escapan de su control, se ve obligado a casarse en tiempo récord, con el fin de ganar la custodia de su único y amado sobrino. Maxim Miller, una t...