CAPÍTULO 12 / Maxim

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Escarmentada por meterme donde no me llaman, me dirijo a la sala a buscar mis cosas, llevando conmigo todas las bolsas que soy capaz de cargar. Luego de cuatro viajes subiendo y bajando las escaleras, por fin me instalo en mi habitación.

Sin descanso, ordeno todo como loca. Acomodo la ropa, zapatos y accesorios dentro del enorme armario.

Un buen rato después, solo me queda una pila de bolsas y cajas vacías, las cuales llevo al depósito de basura del apartamento. Al volver al cuarto, coloco sobre la cama la única maleta que he traído conmigo y desempaco hasta mis jeans más rotos.

Agotada me pongo un camisón de satín blanco, porque eso sí, podré tener ropa regalada e incluso de segunda mano, pero cuando de lencería fina se trata, gracias a Allison nunca me ha hecho falta.

Mi amiga es consciente, que desde lo de mis padres, yo no puedo permitirme semejante lujo para complacer mi gusto culposo, así que cada vez que puede me regala alguna que otra prenda.

Y es que simplemente, el hecho de saber que debajo de la ropa llevo un precioso conjunto de encaje o seda, me hace sentir como si estuviera lista para cualquier batalla.

«El poder de lencería sexy

Apenas termino de poner todo en orden, miro el reloj, marca las nueve treinta de la noche e increíblemente ya estoy recostada, cuando generalmente los lunes a esta hora apenas iba a medio turno en el bar de Alli. Por fortuna a mi amiga le ha fascinado la noticia de mi nuevo empleo, aunque todavía me falta encontrar la forma de decirle, que me he mudado con mi jefe.

– Ay, Max, solo espero no te ahogues en un mar de mentiras – me digo a mi misma en voz baja.

Apago la lámpara de la mesa de noche y trato de relajarme. Sé que ya se me ocurrirá una excusa convincente para Rachel y Allison, así que, de momento solo disfrutaré de mi suave y deliciosa cama.

Temprano por la mañana, me despierto con la alarma. Alisto mis cosas, preparo mi ropa, y lo que es más, me pongo pletórica de felicidad al recordar, que tengo mi propio baño con tina. ¡Un baño para mí sola!

Pero bueno, aunque quisiera pasarme las horas remojándome hasta parecer una pasa, decido tomar una rápida ducha, pues el trabajo nos espera. Además, no tengo ni idea de a qué hora se quiera ir Atlas, pues luego de nuestra tensa charla de anoche olvidé preguntar. Lo único que sé es, que a partir de ahora llegaremos y saldremos juntos del trabajo, por lo que debo estar lista.

Exactamente a las siete de la mañana, bajo por las escaleras con maletín en mano. Supongo que tengo tiempo suficiente para tomar por lo menos una taza de café.

Al llegar a la cocina, me sorprende ver que la cafetera ya está preparada, Atlas debió ponerla y seguramente está terminando de alistarse.

Abro la alacena y estoy sacando dos tazas, cuando me saluda una voz a mis espaldas – Buenos días, señorita Miller.

Me giro lo más rápido que puedo, sobre todo porque me llevo tremendo susto al escuchar a la mujer.

– Ehhh, ¿hola? – titubeo con una mano sobre mi pecho acelerado.

– Oh, me disculpo si la he asustado. He asumido que el señor Archer le habría avisado de mi presencia. Permítame presentarme, soy Sarah Weber, la ama de llaves – me explica.

– Señora Weber, un placer conocerla. Y descuide, no me ha asustado, es solo que no esperaba encontrarme con alguien tan temprano – miento un poco.

– Entiendo – me sonríe amablemente y acercándose a la sofisticada estufa eléctrica, agrega – ¿Qué le gustaría para desayunar?

Si te quedas conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora