Al llegar a la casa de Alli, vuelvo a sentirme como la Maxim de hace poco tiempo, aquélla que no estaba envuelta en tantas mentiras y la que no tenía ni un dólar en qué caerse muerta.
Mientras subo por el ascensor mi ritmo cardíaco aumenta, ¿qué se supone que le diré cuando empiece a hacer preguntas? Había estado tan concentrada en la bruma sexual de Atlas, que ni siquiera me había puesto a pensar en eso. ¡No he ideado un plan! Se supone que el acuerdo de confidencialidad me prohíbe contarle el más mínimo detalle a alguien, pero tampoco es como si mi amiga fuera a ir por allí contándolo todo.
Me digo a mí misma que no contaré detalles que no me pidan, cuando al tocar la puerta me recibe Alli con una enorme sonrisa.
– He dormido con Atlas – le suelto sin previo aviso.
– Pero claro, era obvio – contesta haciéndose a un lado para dejarme pasar.
– ¿Tan predecible soy? – le pregunto consternada.
– No, Max, simplemente que no esperaba menos de una hermosa chica la cual no había tenido sexo por un buen tiempo, y que para su buena o mala suerte tendría que compartir habitación con su jefe buenorro, el cual ahora resulta ser ni más ni menos que su esposo – me explica sin una pizca de sorpresa mientras nos dirigimos a la sala.
– Te prometo que ha sido solo sexo – me justifico como para que no me regañe.
– Por supuesto que te creo, lo digo porque te conozco y sé que necesitas una conexión emocional profunda con alguien para sentir eso a lo que llamas amor – se encoge de hombros.
– Creo que me conoces mejor que yo – bromeo.
– Eso no es del todo mentira – sonríe y yo hago lo mismo.
Casi al instante, vuelvo a poner tono serio y le digo – Las cosas han quedado bastante claras entre Atlas y yo, somos socios que tienen sexo, nada más. Nuestro contrato inicial sigue intacto.
– ¿Qué mierda tienen ustedes con eso de los contratos? ¿Acaso es un fetiche sexual o algo parecido? Mira que nunca había escuchado hablar de algo como eso, o bueno, no a menos que no fuera en un libro.
– Y ya sé de qué libro estás hablando – suelto cómplice.
– Exactamente, amiga, el señor Grey ha sido el único capaz de calentar mi frío corazón – contesta dramáticamente haciendo referencia a uno de nuestros libros favoritos.
– Pero ya, hablando en serio, te aseguro que no me dejaré llevar por el juego. El amor es algo que de momento solo puedo actuar, ya que mi prioridad es poner en orden mi vida.
– Es lo mejor para ti, Max – coincide.
Yo asiento, porque sé perfectamente que ilusionarme por una relación que no es real, sería algo patético y como no quiero resultar herida, no me queda de otra que blindar mi crédulo corazón.
– Ahora sí, quiero todos los detalles sucios, ¿qué tal es Archer en la cama? ¿Su fanfarronería está bien merecida o le queda grande el papel de seductor?
– Te juro que he tenido más sexo en una semana con Atlas, que en toda mi vida. Es insaciable – le digo y se queda con la boca abierta.
– Carajo, tal y como me gustan – se muerde el labio coqueta.
– Y digo, no es que me queje, pero quedé muy dolorida.
– Amiga, ésos son de los dolores más deliciosos. Lo que daría yo porque un buenorro me atara y me azotara igual que el señor Grey – suelta con picardía.
– ¡Allison!
– ¿Qué? ¿Me dirás que tú no tienes fantasías sexuales? – me regaña.
– Sí, pero no se las ando contando a nadie – digo haciéndome la mojigata.
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Si te quedas conmigo
RomanceAtlas Archer, es un adicto al trabajo que no tiene tiempo para el romance, pero que por cuestiones que escapan de su control, se ve obligado a casarse en tiempo récord, con el fin de ganar la custodia de su único y amado sobrino. Maxim Miller, una t...