Capítulo 9. El cocinero de mentiras

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No se consideraba una persona que se diera por vencida luego de la pérdida de la primera batalla. Era alguien perseverante y terco, pero sabía cuándo había que detenerse y analizar de nuevo la situación.

Bajo esa perspectiva, las próximas semanas de Shen Jiu se podían ver como calmadas.

Por las mañanas se despertaba por gracia del despertador, iba con los pies arrastrando para llegar al baño, salía para vestirse con lo primero que veía pero siempre procuraba que los colores y las formas combinaran. Si tenía tiempo y ganas, desayunaba algo en casa. Sino, se iba directo al transporte público y esperaba cerca de media hora sentado hasta llegar a la universidad y correr a la cafetería.

Si desayunaba o no ahí, de nuevo, dependía de su suerte. A veces tenía hambre, otras tenía sueño, así que era difícil saber qué días tendría un desayuno basado en una taza de café con sabor a grasa o qué días Yue Qingyuan sentiría pena por ese hermano suyo y lo invitaría a su oficina a tomar un café de calidad con algunas galletas que en secreto a Shen Jiu le encantaban.

Yue Qingyuan también sabía que esas galletas eran la debilidad de Shen Jiu. Así que cuando podía se las arreglaba para dejarle un paquete de galletas en su cubículo, las cuales, no duraban demasiado tiempo intactas.

Después de eso, iría a la primera clase que tuviera. Lidiaría con adolescentes fingiendo ser adultos y hablaría de temas que a Shen Jiu le gustaban.

En realidad su carrera como docente era bastante buena. En un inicio no pensó que tuviera madera para enseñar, su paciencia era limitada y su voz era plana, como recitar una sátira de poemas de mala muerte. Luego de un tiempo, descubrió que le gustaba y que de hecho, no lo hacía tan mal.

Qué cosa más extraña.

Luego de la mitad de sus clases comía en su cubículo. Aunque en ocasiones se alejaba de sus misteriosos aposentos y hacía algo tan tedioso como ir a la cafetería y torcer la nariz ante el ingenioso menú. Se podía encontrar con Shang Qinghua o con Yue Qingyuan en el camino y ellos lo salvarían de su fatídico destino invitándolo a comer a otro lugar. Shen Jiu a favor de su dignidad se podía dignar a no aceptar, pero al fin del día, terminaban convenciéndolo.

¿Cómo decirle que no a una comida decente?

Shen Jiu en verdad tenía un tema con la comida. Con el tiempo había llegado a la conclusión de que sus tiempos de adolescente habían sido muy crudos, procurar el alimento en aquel tiempo era una de sus más grandes preocupaciones por lo que no era tan extraño que ahora pareciera un avaricioso de la comida. Claro que las personas más cercanas a él sabían esa debilidad suya y a menudo la aprovechaban para sonsacarlo. Shen Jiu tampoco ofrecía mucha resistencia.

El almuerzo servía para despejarlo y darle ánimos para continuar hasta que la hora de salida se presentaba. A menudo muchos de sus colegas profesores preferían adelantar trabajo o quedarse en sus cubículos hasta bien entrada la noche, Shen Jiu no tenía tanto interés por desperdiciar su salud de esa forma. Así que tan pronto daban las seis, él ya tenía sus cosas preparadas y listas para la huida.

No se demoraba más de lo que se hacía por las mañanas, llegaba a casa, se quitaba los zapatos en la entrada, el bolso, las llaves, se quitaba el abrigo que trajera puesto y lo colgaba en el perchero. Ese era su orden. Si alguna vez llegaba a adelantar un paso, su cerebro tardaba un rato en reajustarse. Luego de su rutina iría al baño a hacer sus necesidades y lavarse las manos.

Shen Jiu era muy perezoso para cocinar por su cuenta. Esa era la principal razón por la que sus desayunos y comidas fueran tan inconsistentes. Bien podría cocinarse algo la noche anterior que fuera de su agrado y llevarlo el día siguiente para evitar los dolores de vista al ver el menú disponible; pero el mundo de Shen Jiu no funcionaba así, prefería pasar hambre y regatear comida a pararse delante de su refrigerador semi vacío y tener una iluminación respecto a lo que podría comer ese día.

Sus tripas crujieron y Shen Jiu rodó los ojos imaginando que era un gato callejero el que hacía ese ruido.

Ya en el baño aprovechaba para quitarse toda la ropa para bañarse rápidamente. De regreso recogió las prendas que se habían caído por doquier y las tiraba al cesto sin verlas demasiado.

En su habitación encontró la fuente de que sus semanas fueran tan tranquilas. Parecía hasta un poco irracional que una vez que dejó a Luo BingHe hacer sus negocios en su habitación, los malos tragos y las idas a la sala de interrogatorios habían acabado. Vivía en paz de nuevo y solo había que dejar entrar al diablo.

Claro que la paz era relativa porque casi parecía que había vuelto a los viejos tiempos. Sin Luo BingHe, específicamente. Y eso, por donde se mirara, no era posible.

Para empezar, el tipo estaba tecleando a toda velocidad en la oscuridad de su habitación. Shen Jiu prendió la luz sin recibir un saludo o algunas palabras.

Cuando dijo que la voz de Luo BingHe le molestaba, no se refería a que tendrían que convivir en ese silencio escuálido todo el tiempo que estuvieran juntos. Más bien quería decir que no le gustaba escucharlo hablar tonterías. Luo BingHe no entendió esa parte y desde el día en que se lo dijo, no volvieron a cruzar palabras.

Y de eso, ya un mes.

Los primeros días habían sido difíciles para Shen Jiu, no porque quisiera hablar con él, sino que le parecía muy extraño tener a una persona dentro de su habitación, de su espacio vital y aplicar la ley del hielo. Como si hubieran discutido igual que una pareja: se negaban a hablar con el otro pero aun así compartían la misma habitación. Ese pensamiento lo confundió por un par de semanas, haciéndolo sentir incómodo e invadido.

Después de eso se acostumbró y dejó de prestarle atención a ese individuo.

Cada uno hacía sus propias cosas. Shen Jiu se centraba en hacer las presentaciones para las futuras clases, revisaba si las que ya tenía servían o había que actualizarlas, si había errores o si eran presentables. En temporada de exámenes se encargaba de revisarlos para su aplicación, calificarlos y escribir notas explicando los errores de sus tontos estudiantes. Además, iba teniendo un control de sus calificaciones y vaciaba todos los días sin falta las nuevas aportaciones.

Era tedioso pero Shen Jiu sentía que si lo hacía en su casa luego de bañarse, era más fácil y agradable de hacer.

Luo BingHe por su lado, bueno, él, tecleaba a una velocidad inhumana la mayoría del tiempo.

En cuanto a qué escribía, era un misterio que Shen Jiu se moría de ganas por saber. Por supuesto que cubría muy bien su tremenda necesidad por saber qué es lo que contenía esa laptop, casi parecía indiferente.

Casi podría engañar a alguien diciendo que no le interesaba saber nada de Luo BingHe y que entre más rápido se fuera, mejor.

Mentira.

Shen Jiu quería que Luo BingHe se quedara un rato más. No sabía qué haría si de repente Luo BingHe se dejara de aparecer en su habitación para teclear. Su curiosidad que más bien se había transformado en algo similar a obsesión, se habría de quedar rezagada. Ya había comprobado que no podía saber nada de Luo BingHe que fuera por algún medio ajeno a él. La única forma de conocerlo era preguntándole de frente pero eso tampoco era viable. El hombre contaba tantas mentiras que era imposible saber cuándo decía la verdad.

Y sin embargo, entrar al fango de su lenguaje era la única forma de saciar su curiosidad.

Maldición.

La ley de hielo era un problema. Shen Jiu no quería ser el primero en dar su brazo a torcer, mucho menos si fue él el que dijo que no quería escuchar hablar al otro, sería como retractarse de sus palabras y quién lo hace, también se retracta en sus acciones. No era su estilo ser de ese modo. Es posible que su orgullo no le dejara hacer tal cosa, de todos modos.

Suspiró y al instante, sus tripas gruñeron con tal fuerza que lo asustó. Su estómago se movía junto con el gruñido y Shen Jiu no sabía si tenía problemas de digestión o solo era su hipotálamo haciendo una escena.

Cualquiera que fuera, Luo BingHe levantó la mirada de la pantalla y lo miró unos segundos. El mayor acto de conversación entre los dos. Shen Jiu seguía pensando en sus dificultades estomacales cuando una voz ronca dijo:

"¿Tienes hambre?" Shen Jiu se había desacostumbrado a escuchar su voz, levantó la cabeza como cervatillo. Su voz era ronca por el desuso, creyó que incluso era más grave que la última vez que la escuchó. "¿No has comido nada?"

Shen Jiu estaba muy sorprendido, lo había tomado con la guardia baja y no sabía cómo responder. O mejor dicho, no sabía que su estómago gruñendo sería la razón por la cual ambos volverían a hablar y lo mejor de todo ¡Luo BingHe había roto la ley del hielo! Claro que había sido en contra de su dignidad, pero ¿Qué importaba? Había sido el precio más bajo que podía pagar considerando sus anteriores opciones.

"Uhm, comí antes de venir." dijo antes de que su cerebro lo procesara. Mentir de vez en cuando era útil pero su cuerpo no parecía de acuerdo con esa mentira. Gruñó a un volumen descarado y humillante. Shen Jiu no podía seguir asegurando que el precio había sido bajo.

Luo BingHe frunció el ceño mirando su abdomen como si ahí se encontrara la verdad. Lucía ligeramente preocupado.

"¿Estás enfermando? ¿Comiste demasiado?"

"No lo creo." murmuró bajando de la cama y yendo directo a la puerta. "Iré por una pastilla."

Shen Jiu no se veía avergonzado. En el interior era otra cosa, quería escapar lo antes posible de esa humillación. Su cuerpo lo había traicionado sin piedad. No le importó darle la espalda cuando vio la oportunidad y delatarlo.

Su paso era apresurado, con la espalda erguida y el pecho hacia fuera. Su postura habitual. No quería ponerse una mano en el estómago y sacar a relucir que en realidad sí le dolía, le había empezado a doler desde que se levantó de su lugar y se puso de pie. Supuso que era dolor por no haber comido nada más que un par de galletas en todo el día, contrario a lo que Luo BingHe pensaba.

Las punzadas en el abdomen le hicieron temblar la ceja. Tenía que ir a la cocina lo antes posible y comer algo, lo que fuera. Tal vez tomar una pastilla para el dolor y fingir que nada de eso había pasado.

Tenía que-

"No puedes salir." dijo Luo BingHe en la espalda de Shen Jiu. De pie y a solo dos pasos de él.

Shen Jiu tembló porque no se había dado cuenta de cuándo se había levantado y llegado a tal distancia. Sintió un escalofrío recorrer su espalda y por instinto se dio la vuelta para encararlo.

"¿Por qué no? ¿Y si quiero orinar?"

Por lo general Shen Jiu no sentía mucha necesidad de ir al baño una vez llegaba a su casa, menos después de bañarse. Su cuerpo ya estaba habituado a no salir al pasillo una vez hecho su ritual, así que durante ese mes no había tenido la necesidad de salir de la habitación y comprobar qué pasaría si salía.

Si me faltas tú [BingJiu][Completa].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora