Capítulo 4. Las buenas despedidas

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Antes de que la hostilidad de los científicos llegara a niveles espaciales, Luo BingHe decidió que ya era suficiente de malos tratos. Estaba harto, incómodo y tenía mejores cosas que hacer que pretender ser estúpido la mayor parte de su día.

Con eso en mente, decidió que hoy era un buen día para irse de ese maldito hospital.

Desayunó como siempre y discutió con Sha Hualing sobre bañarse. Odiaba bañarse. Odiaba que Sha Hualing pusiera sus garras sobre su cuerpo porque según los doctores, no era apto para bañarse solo. Tonterías.

Lo que no querían era dejarlo solo. Luo BingHe era algo así como un cofre lleno de oro y riqueza, todos lo codiciaban y nadie soportaba que ese cofre se hiciera daño o se fuera. Sha Hualing era su sombra junto con un séquito de enfermeras mal pagadas que lo perseguían como se persigue la carne en tiempos de escases.

Luo BingHe las odiaba, pero toleraba a Sha Hualing. Hoy ella iba a robar su collar del laboratorio de buena gana. Quizá el decirle que conocía su árbol genealógico de pies a cabeza tuvo algo que ver, pero eso no importaba. Sha Hualing iba a hacer el trabajo sucio y Luo BingHe, sin ayuda de nadie, se iba a fugar.

A la hora del almuerzo, las enfermeras se turnaban para irse a comer, Sha Hualing iba en la primera tanda pero ella a menudo comía sola. Después de todo, no era un requisito que comieran juntas. Con dos tontas menos, Luo BingHe solo tuvo que encargarse de las dos restantes. Una de ellas era una chiquilla, recién salida del pregrado. Miraba nerviosa a Luo BingHe y se sonrojaba con fuerza cuando él le hablaba.

La otra era una adulta de más de cuarenta años que todo el tiempo estaba enojada. Luo BingHe había hecho sus labores y desde unos días antes había coqueteado con la más joven, le había insinuado cosas y la niña con un furioso sonrojo asentía. Ese día le había propuesto deshacerse de la anciana y quedarse en la habitación juntos. Solos.

Qiu Haitang, era su nombre. La niña era muy inteligente cuando se lo proponía, de alguna forma despidió a la señora mayor y logró quedarse a su lado. Para Luo BingHe fue tan fácil como sonreírle y decirle que tenía sed.

Haitang con una sonrisa tímida le sirvió un vaso de agua de espaldas a él. Luo BingHe pudo haber sido más amable o tener un poco de culpa, pero no lo hizo. Ese día había amanecido especialmente irritado y con ganas de mandar todo al diablo, pensando en eso se levantó de la cama.

Caminó como lo hace un depredador nada más ve una presa: lento, suave, alerta. Estuvo tan cerca de ella que podía oler el acondicionador de su cabello. Levantó una mano y la rafa de viento que le siguió en otro mundo pudo haber alertado a la niña. No en este. Cayó inconsciente a sus pies. Le quitó las llaves de su bolsillo y caminó hacia la salida.

Su habitación estaba en el tercer piso, una caída muy riesgosa por no mencionar que daba justo al patio donde había un montón de personas. No una opción. Luo BingHe salió de su habitación echándole llave y caminó por los corredores donde tenía permitido ir, a lo lejos vio una bata de doctor sobre un perchero, la tomó y se lo puso.

Disimulaba un poco más.

Las cámaras lo estaban viendo, eso era obvio, no tardarían en darse cuenta de que algo andaba mal. Mientras eso pasaba, Luo BingHe caminó con apariencia relajada. No muchas personas lo conocían, solo algunos extranjeros, unos doctores nacionales y el séquito de enfermeras. Después de todo, era un tesoro que no muchas personas deberían conocer.

Con eso de su lado fue a las escaleras de servicio y bajó en un parpadeo hasta la planta baja, una vez ahí ya podía escuchar un poco de alboroto. Tal vez la anciana enfermera había ido a investigar y se encontró con la puerta trabada, abrió y descubrió a la pequeña Haitang desmayada.

Si me faltas tú [BingJiu][Completa].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora