Capítulo 14. El humano que pensó que era un ave y voló.

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El calor en pleno invierno era agradable. Como quitarse las capas de ropa y darse cuenta de que todo el frío que había sentido era una completa ilusión. Sin razón de ser.

Las llamas se comieron la nieve hasta derretirla en agua, chamuscarla en hollín o evaporarla en una nube que no podía ser separada del humo. A una distancia segura emanaba una sensación de tranquilidad, hacía que los dedos entumidos dejaran de estarlo y que el vapor de la boca fuera menos visible. Para las personas que vivían entre los escombros de las que alguna vez habían sido mejores residencias, fue un alivio no tener que depender de defectuosos calentadores o de botes de basura con incendio moderado, ¿Para qué? Si al lado había un incendio que irradiaba luz y calor. Lo que cualquiera ser vivo necesitaba para su existencia.

Excepto por el fuego verde que crepitaba como las llamas de un dragón furioso. Mordiendo todo a su paso con un hambre voraz, provocando que las casas con techos de lámina perecieran, las paredes tan frágiles como una hoja en una ventisca cayeran y las personas como diminutas e insignificantes hormigas, huyeran del incendio verde. Había algo surreal en la forma en que danzaba el fuego, vibrante y voraz.

Nada había sido más hipnótico de ver que eso. Si tan solo no amenazara la vida ajena, sería tan fácil como sentarse y contemplar la chimenea gigante.

El incendio verde que crujía con alma propia.

Shen Jiu no lo sintió así en absoluto.

La explosión lo había golpeado por la espalda. Su cuerpo salió volando, no por la escalera demasiado pequeña hasta caer o rodar por los escalones y llegar abajo. Por encima, como todo un campeón.

Quedó embarrado en el techo que servía de tapadera para la condenada escalera. No fue suficiente para hacer que volara unos metros más, sí lo fue para que el muro de al lado sirviera como su alto definitivo. Si eso fuera algún lugar de súper guerreros con súper cuerpos, habría dejado un hoyo profundo en el muro hasta atravesarlo. Como no lo era, se conformó con hacer crujir su nariz contra el concreto y después caer patéticamente a un lado. Las llamas rugían y lamían su cuello, tratando de tragárselo.

"Ah..." gimió con dolor. Su espalda punzaba, ardiendo por la primera llamarada que lo había tocado. No le sorprendía si ahora tuviera la carne al descubierto.

Su cuerpo se arqueó causando múltiples rupturas en sus costillas, tosiendo con todas las fuerzas que le quedaban. Sus manos se mancharon de sangre aunque era difícil determinar si por su rota nariz o por alguna herida interna que lo estuviera matando. La cabeza le daba vueltas sin poder recordar qué estaba haciendo ahí. Tenía una muy vaga idea de lo que le había pasado, pero sus pensamientos estaban tan dispersos que solo podía concentrarse en el infernal dolor que sentía.

Pensó que estaba a punto de morir de un golpe en la espalda.

"Ayuda-" susurró sintiendo que era el grito más audible que había dicho jamás. Quizá esa idea se debía al destrozo que habían sufrido sus oídos. Goteando sangre, empapando su cara y sienes como un río. "Ayuda."

Mas nadie respondió. Estaba solo, se recordó. No le había dicho a nadie donde planeaba ir, por no mencionar que había sido un plan de última hora como una extrema medida para evitar llegar a casa. Las escasas personas que vivían a los alrededores habían huido al ver las llamas del infierno. Tal vez habrían llamado a los bomberos o a la ambulancia. Ambos, quizá, solo como una medida preventiva en caso de que alguien estuviera herido. Pero no pensaban que un hombre había estado tan cerca de la explosión.

A menos que-

"¡Luo BingHe!" su propia voz le resultó ajena cuando, ignorando el agobiante dolor de costillas, gritó con toda la fuerza que pudo reunir. Sus manos se pusieron debajo de su torso, empujando su peso hacia arriba. El ardor en los omóplatos lo hizo ceder, uno de sus brazos se debilitó hasta dejarlo caer, y habría sido así de no ser por la rodilla que se ancló en el duro concreto y ayudó a levantar. Claro que eso había sido más un reflejo que una acción bien pensada. Le dolió hasta el cerebro. Sabrá Dios qué tipo de heridas tenía en las rodillas.

Con mucha dificultad logró ponerse de pie, mareándose en el proceso y perdiendo el equilibrio al mismo tiempo en que su vista se cegaba. No veía nada. Estaba tan oscuro que pensó que se había quedado ciego. Los derrames cerebrales no eran imposibles con el tipo de accidente que él había sufrido y la poca precaución que había tenido para levantarse por su cuenta. Aún no sabía si su cerebro había quedado tan atrofiado cómo para morir lentamente de esa forma, pero el pánico lo recorrió al darse cuenta de que seguía sin ver nada.

¡Este no es el maldito momento! gritó con todas sus fuerzas en su interior. Se agarró la cabeza con ambas manos recargándose de la pared para seguir de pie. Su espalda bramó cuando sintió el frío concreto contra las heridas abiertas, gimió apretando los ojos y logrando ver las llamas verdes salir endemoniadas de la que alguna vez había sido la casa de Luo BingHe.

Si me faltas tú [BingJiu][Completa].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora