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En fin, estamos a puertas de los exámenes finales, he regresado al equipo de fútbol y todavía no sé quién es Miva. Sin embargo, él ya debe saber que les he devuelto lo que me han dado a cuatro de sus cinco matones.

Decido dejar el asunto por ahora. Tengo prioridades más importantes en las que concentrarme, como los exámenes finales que empiezan mañana. Me encuentro estudiando como loco, pero aún me siento inseguro. Debería pedirle ayuda a mis compañeros de grupo, aunque sé que son tan reservados que se enojarían si lo hiciera.

Los rumores dicen que en este parcial no regalan los puntos como lo hicieron en el anterior, así que se medirán todos los conocimientos.

Llamo por teléfono a Lucía, con una sonrisa nerviosa.

—Hola, ¿te podría pedir un favor? —dije, sonriendo nervioso.

—¡Hola! Claro, dime, ¿en qué puedo ayudarte? —respondió Lucía.

—Mañana comienzan los exámenes, ¿puedes orar por mí? —pregunté, mirando hacia abajo.

—Claro que sí, estaré orando por ti. Pero, ¿no has estudiado lo suficiente? —dijo.

—Sí, solo que me he vuelto un tanto inseguro —respondí, suspirando.

—¿Motivo en especial? ¿Tu novia? —preguntó Lucía.

—Mmmm, no. Motivo en especial una pelea que tuve hace tiempo —dije, frunciendo el ceño.

—¿Qué? ¿Te hicieron daño? ¿Con quién te peleaste? A mi cuidado no te hubiera pasado nada —dijo.

—Hasta el día de hoy no sé quién fue el autor intelectual. Me invitaron a un lugar y luego, de la nada, me golpearon. Pero tranquila, ya estoy bien —respondí, encogiéndome de hombros.

—Voy a ir contigo de inmediato. Quiero que me cuentes todo y saber si estás bien —dijo Lucía.

—No, tranquila, eso pasó hace meses. Ya estoy bien —intenté calmarla.

—Quiero verte, ver que estás bien por mis propios ojos, así que voy a ir ahorita a tu dormitorio.

—Perdón, estás estudiando y yo te vengo a meterte en mis chismes del pasado —dije, levantando las manos.

—No te preocupes, ya estoy preparada. Dame un momento, en cinco minutos llego donde ti —dijo, cerrando la puerta detrás de ella.

(Tiempo de espera)

Lucía llegó rápidamente y tocó mi puerta. Le abrí y realmente se veía deslumbrante. Ay, no, los demonios de la infidelidad me quieren atacar, pero nunca van a poder conmigo porque primero respeto mucho a mi amiga y no dejaría que por mi culpa se manche su nombre, y lo segundo es que amo a mi novia.

—Hola, queridísima ratoncita —dije muy contento, levantando la mano para saludarla.

—Hola, Andy, amigo queridísimo. Veo que, guau, has cambiado un poco —dijo Lucía, mirándome de reojo y sonriendo.

—Sí, vale, mira, estoy bien y en perfecto estado, así como te dije. No debes preocuparte más por mí —respondí, sonriendo.

—Qué malo, tienes mucho tiempo sin verme y ya me quieres botar —dijo Lucía con tono juguetón.

—No, por mi parte puedes dormir aquí conmigo. Yo digo por el examen —respondí con una risa nerviosa.

—No digas ese tipo de cosas de las que después te arrepientas, porque yo sí me quedaría si tú me lo propones —dijo Lucía con una sonrisa pícara.

—Bueno, no hace tanta falta. Estamos a las puertas de los exámenes de mañana y creo que estos son los más difíciles —dije asintiendo.

—Para no venir con las manos vacías, te traje algo —comentó Lucía, sacando una tableta de su mochila.

—¿Me trajiste este dispositivo para jugar Free Fire? —pregunté emocionado.

—No, ¿o sí? ¿Quieres jugar conmigo? No, no... Ahí tengo algunas posibles preguntas que darán mañana —dijo Lucía sonriendo.

—¿Cómo las conseguiste? —pregunté con curiosidad.

—Mi curso de años anteriores había pagado por esas respuestas y quedaron acomodadas como cuotas para los que avanzaban de mi nivel —respondió Lucía encogiéndose de hombros.

—¿Cuántas cuotas? —pregunté sorprendido.

—50 dólares por examen, este banco de preguntas por alumno. Así, invierten y tienen para comprar los siguientes exámenes —respondió Lucía con complicidad.

—¿Estás segura de que me lo debes dar a mí? —pregunté preocupado.

—Sí, solo no lo compartas, por favor. Me metería en muchos problemas, confío plenamente en ti —dijo Lucía entregándome la tableta.

—Vale, entonces me pondré a revisar estas preguntas. ¿Deseas ayudarme en algo más? —pregunté tomando la tableta.

—Te puedo preparar algo para que tomes y comas mientras estudias, si no te molesta —respondió Lucía sonriendo—. No te preocupes, eso hacemos los amigos, así que por favor déjame pasar.

—Está bien —dije abriendo la puerta de mi dormitorio.

—Aunque, recuerda que ya tenemos a alguien que hace esos detalles por nosotros —dije entrando.

—Sí, lo sé, pero te apuesto que nunca has comido lo que te voy a preparar. Tú estudia, déjame la cocina a mí. Ya mandé a pedir los ingredientes.

—Está bien, cada uno a su asunto entonces.

Mientras revisaba las preguntas pagadas de Lucía, me sorprendí de que en el pasado alguien fuera tan inteligente como para conseguir todo el dinero, comprar todo y además convencer a la parte administrativa para facilitar estos detalles a los estudiantes de años siguientes. Ellos sí están a otro nivel. Deben ser los que quedaron en las primeras posiciones de calificaciones.

Aún me pregunto, ¿con qué fin ayudarían a los demás?

Pagar para sí mismos lo entiendo, pero pagar para ayudar a los demás, ¿en qué específico les ayudaría?

Mientras yo respondía las preguntas una y otra vez, Lucia preparó sus platos favoritos y me los sirvió en la mesa. Demoró un gran tiempo en hacer todo ello con la ayuda de mi Enix.

Preparó un arroz con frijoles y un encebollado. Probé primero lo que parecía sopa (encebollado) más su chifle. Lo revolví y me encantó. Luego probé el arroz con frijoles y me dije a mí mismo: "Toda mi vida he vivido sin comer esto". Estaba riquísimo. Luego de ello, solo nos pusimos a repasar los conceptos de cada pregunta y de cada asignatura, y nos despedimos.

El día siguiente era el más importante. Nos enfrentamos a tres exámenes al azar y teníamos que estar descansados.

Durante el periodo de exámenes, los entrenadores de equipos deportivos nos dan permiso toda esa semana para que solo nos concentremos en nuestros conocimientos.

Estudiantes de todos los segundos fueron mezclados y al azar en diferentes cursos.

Ahí estaba yo, con mi examen de política en la mesa, y al lado mío estaba Amanda, susurrándome "tú puedes, amor" con una sonrisa al final.

Respire hondo, intente calmar mis nervios. le sonrió a mi novia. Abro mi examen, dispuesto a resolver las preguntas. Pero una punzada de inquietud me recorrió la espalda. Tenía la extraña sensación de que alguien lo observaba. Alguien que no era Amanda.

Colegio de ricos, seguramente no te lo puedes permitirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora