Capítulo 5. P2: «Nunca te disculpes por ser el más inteligente de la sala.»

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Parte 2

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Parte 2.

Dagmar trató de enfocarse en ello, mientras esperaba su turno de ser llamada. El laberinto no quedaba muy lejos de donde se encontraban y desde que se habían llevado a la última participante, habían pasado ya veinte minutos.

Se había dedicado a cronometrar el tiempo que tardaban en llamar a la siguiente: la media rondaba los cuarenta y cinco minutos. Como no se les permitía saber quién había superado el laberinto y quién no, Dagmar ideó una forma de averiguarlo: si el tiempo de espera entre participantes era menor a treinta minutos, automáticamente creía que la concursante había sido eliminada. Aunque podría deberse, también, a que la participante hubiese superado el laberinto con rapidez. Pero todo eran suposiciones.

Entre sus esperanzas, cobraba fuerza la idea de que la bruja hubiese sido descalificada, pues tras veinticinco minutos se habían llevado a la siguiente participante.

—Princesa Dagmar Arrowflare.

La llamada aceleró el pulso de Dagmar. No solo se había propuesto superar la prueba con creces; también quería ser la mejor.

Se despidió de Lady Annabelle y partió por los jardines, guiada por dos guardias. Caminaron en silencio, bajo el sol que empezaba a quemar, a través de los preciosos rosales que adornaban los caminos. Aquello, sin duda, podía jugar en su contra. Pero no iba a desfallecer.

Cuando llegaron frente a la entrada del Laberinto del Sol, la reina la esperaba con las manos entrelazadas.

—Querida Dagmar —la saludó—, no temas. Tengo fe en que superarás esta prueba.

La reina Flora acarició la mejilla de la princesa y ella sonrió. ¿Por qué no podía ser su madre más parecida a su hermana? La reina Flora, brillaba como el sol y su sonrisa podía disipar cualquier nube que se cerniera sobre el reino. En cambio, Rosella, era más bien oscuridad, envidia y maldad, como un bosque encantado, sombrío y tenebroso.

—No la defraudaré —le prometió. Aunque aquella, también era una promesa para sí misma.

La princesa Dagmar hizo un ademán de empezar con la prueba, pero la reina Flora la interceptó.

—He mandado prohibir que cualquier padre o madre pueda adentrarse en el castillo hasta terminar con el concurso —le contó.

Dagmar no pudo evitar sonreír. Ahora entendía por qué su madre aún no había irrumpido en su alcoba, mangoneándola y llamándola inútil.

—Madre debe estar de lo más contenta —comentó ella, con sorna.

—Como de costumbre —contestó la reina.

Y sin más dilación, su tía se apartó de la entrada al laberinto y le deseó buena suerte.

Dagmar no quiso perder tiempo vacilando, y avanzó por el primer pasillo, marcado por los altos y verdes arbustos que lo flanqueaban. Sin duda alguna, era imposible hacer trampas mirando por encima de estos, en un intento de averiguar qué camino escoger.

Érase una vez: una princesa malvada [Completa✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora