Capítulo 8. P1: «Perdóname si no salto de alegría...»

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Parte 1

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Parte 1.

Ambas participantes se miraban desafiantes mientras el resto del mundo contemplaba su trifulca; eso sí, sin saber muy bien por qué o que lo había iniciado. Absortas en la discusión que acababan de tener, no fueron conscientes de que el príncipe Maximiliano estaba a sus espaldas hasta que este carraspeó para aclararse la voz.

—Si son tan amables de acompañarme a tomar una copa, señoritas... —pronunció interviniendo.

Si bien parecía que obligar a ambas chicas a compartir espacio no era la opción más inteligente, Maximiliano confiaba en que, fuese por lo que fuese, lograría suavizar las cosas. Él, era una persona que huía de las trifulcas, pues lo ponían nervioso. Su carácter era más bien tranquilo y evitaba meterse en líos. Por eso, como le decía su madre, necesitaba una mujer de carácter a su lado. ¡Y vaya si tenían carácter esas dos!

Ambas concursantes parecieron salir del trance; Lilibeth, caminó hasta el príncipe recuperando la tranquilidad, mientras que Dagmar se volvía un revoltijo de nervios. ¿Cuánto de su discusión habría escuchado el príncipe? Tanto tiempo aparentando bondad, para que, finalmente, aquella bruja la hiciese quedar mal por enésima vez.

La corona y el príncipe encabezaban la lista de sus objetivos, pero destruir a Lilibeth Night iba en segundo lugar.

El príncipe heredero tuvo la decencia de esperar a Dagmar, aunque no le ofreció su brazo, como había hecho media hora antes. Aquello no le preocupó demasiado a la princesa, pues tampoco había hecho ademán de hacerlo con la bruja. «Pero habría sido agradable restregárselo por la cara», pensó, divertida.

Maximiliano, acompañado de la princesa y de la bruja, caminó hasta la mesa a paso tranquilo; todos observaban por si estallaba una nueva guerra. Al llegar, pidió amablemente a un sirviente que se sirvieran tres copas y ayudó a las muchachas a tomar asiento. Cosa que ambas hicieron a regañadientes.

—Hace una noche estupenda —pronunció él para tratar de romper el hielo.

Ambas le sonrieron; Lilibeth dibujó una pequeña sonrisa en los labios, claramente incómoda, mientras que la princesa lo hizo ampliamente, esforzándose demasiado. La cosa no iba muy bien.

—Podríamos conocernos un poco —volvió a intentarlo—. ¿Por qué no hacemos una ronda de preguntas? —propuso el príncipe ilusionado.

Ninguna de las dos parecía dispuesta a conocer a la otra. Lilibeth se mantuvo en silencio y la princesa negó con la cabeza. Pero su mente se iluminó:

—Hagámoslo más divertido, príncipe. ¿Por qué no seguimos jugando al «Veo, veo»? —sugirió Dagmar con malicia.

Maldito el momento en que la princesa pronunció aquellas palabras; los ojos de la bruja se abrieron e irradiaron emoción. No tardó en mostrarse de lo más entusiasmada.

Érase una vez: una princesa malvada [Completa✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora