La princesa Dagmar se sentía como en una nube, de la misma manera que su joven escolta; sus manos y sus labios no se estaban quietos. Resultaba una pasión irrefrenable, un despertar a flor de piel, que los tuvo en vela prácticamente toda la noche.
A la princesa, la euforia le hacía soñar a lo grande, tal y como le había dicho el príncipe Maximiliano. No sabía cuál sería el siguiente paso, como afrontaría a su madre o como iba a presentar su solicitud para abandonar aquel concurso. Pero aquellos problemas, parecían demasiado lejanos; como una tormenta gestándose en el horizonte. A la cual, ninguno de los dos quería prestar atención por el momento. Aunque llegado el caso, ambos sabían que sería devastadora.
—¿Puede pellizcarme? —le preguntó Gabriel, divertido.
La princesa Dagmar rio al tiempo que hacía realidad su deseo, apretando suavemente sus dedos contra la mejilla de su escolta. Una sonora risa se escapó de entre los labios de ambos jóvenes. Luego la acallaron con otro húmedo beso.
Poco les había importado que alguien los viese de camino a los aposentos de la princesa, pues la verdad estaba clara; ambos se encontraban enamorados, no había vuelta atrás y ninguno de los dos quería renunciar a estar juntos. Costase lo que costase.
Dagmar sabía que Rosella no le permitiría casarse con Gabriel; este no tenía título, ni riquezas, ni una corona o un reino. Pero estaba dispuesta a dejarlo todo, abandonar su hogar, despojarse de sus privilegios y adaptarse a una nueva vida, menos cómoda, pero donde pudiera saborear la felicidad por primera vez. Todo lo que anhelaba Dagmar era tener un hogar donde querer regresar. Y sin duda, lo había encontrado entre los brazos de Gabriel Atwater.
Tanto tiempo se había esforzado en enmascarar y negar lo evidente, que, cuando por fin aceptó sus sentimientos y los expresó en voz alta, así como sus deseos, fue como cruzar una línea de no retorno. Ya no podía seguir mintiendo; ni a sí misma, ni al resto del mundo. Su corazón pertenecía a un plebeyo y no sentía vergüenza ni culpa por ello.
—Jamás pensé que usted pudiese fijarse en mí —murmuró Gabriel, acariciando la mejilla de la princesa—. No tengo mucho que ofrecerle. Pero lo que tengo, es verdadero.
Gabriel condujo la mano de la princesa hasta su corazón; este latía con fuerza y constante. Dagmar cerró los ojos y se dejó embriagar por su cercanía; jamás había experimentado tal paz, ni tan siquiera con la sedación mágica.
Ambos se quedaron en silencio unos segundos, disfrutando de la compañía del otro; reticentes de tener que separarse, por el momento.
—Buenas noches, mi princesa.
Gabriel se acercó nuevamente a su amada y le sujetó el rostro con ambas manos; Dagmar hizo lo mismo y ambos se contemplaron, maravillados. Luego, pegaron sus frentes, al tiempo que cerraban los ojos. Dagmar aspiró el aroma que desprendía Gabriel y un escalofrío la recorrió; era varonil y dulce, a la vez.
ESTÁS LEYENDO
Érase una vez: una princesa malvada [Completa✔️]
FantasyHistoria Ganadora ONC2023 🏆 Dagmar Arrowflare es todo lo que uno podría esperar de una princesa de cuento; delicada, menuda y esbelta. Con unos labios carnosos, pálida como la leche y con las mejillas rosadas. Sus cabellos son de oro y su voz ater...