Capítulo 7. P1: «Los hechos pueden ser tan engañosos...»

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Parte 1

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Parte 1.

Los aplausos retumbaban dentro de los oídos de la princesa Dagmar. Las voces y las felicitaciones parecían lejanas. Dagmar, se sentía como si estuviese presenciando una obra de teatro; una, de la que ella era una mera espectadora. Todo parecía tan extraño, que incluso, por unos segundos, las miradas de Lilibeth Night y de Dagmar Arrowflare se cruzaron en absoluto silencio. Y por primera vez, la expresión de ambas reflejaba un solo sentimiento: la confusión.

—Dagmar, querida...

Fue Lady Annabelle la que, con discreción, pellizcó suavemente a la princesa en el brazo y logró que esta volviese a ser consciente de lo que sucedía. La princesa parpadeó intensamente y contempló el rostro de su compañera, que la miraba con una ceja alzada.

—Ignore a la bruja —la animó en un susurro—, y sonría, que la están mirando.

Dagmar tragó saliva e hizo lo que su compañera le había sugerido: curvó los labios e hizo una pequeña reverencia. Luego, sin dejar de sonreír, dio las gracias varias veces, en dirección a la reina y a sus compañeras. No se atrevió a mirar al príncipe heredero. En cambio, buscó los ojos de la tercera implicada.

Pero Lilibeth Night no volvió a cruzar sus ojos con los de la princesa, aunque esta última, lo esperaba con ansias. Quería dedicarle una de sus famosas miradas; esas cargadas de odio silencioso y en las que parecían reflejarse el mismísimo infierno. No lograba concebir como una bruja, había podido quedar a su misma altura; igualarla en tiempo e ingenio. Era la segunda vez que Lilibeth Night la eclipsaba. No iba a perdonarla.

Tras un par de minutos protocolarios, la reina Flora y Maximiliano se despidieron de las participantes y estas, empezaron a desfilar a sus habitaciones, ansiosas por escoger el vestido perfecto para la velada que tendría lugar aquella noche.

En su caso, la princesa Dagmar lo tenía bastante claro: necesitaba un vestido de color azul. Ella creía que mostrar simpatía con el color de la casa real la haría ver bien frente a los ojos del que esperaba, fuese, su futuro esposo. Lo que no sabía, es que la mayoría del resto de participantes habían pensado lo mismo, incluido su compañera Lady Annabelle.

Cuando enfiló el pasillo que llevaba a su alcoba, Gabriel la esperaba recostado en la puerta. Al verla avanzar rápidamente, se puso nervioso.

Con el huevo Elmaris en la mano y una gran noticia que contarle, confiaba cambiar su suerte. Pero la princesa no estaba dispuesta a hacer una parada larga; llevaba prisa, mucha prisa.

—Princesa Dagmar —la saludó casi en un susurro, pero cargado de emoción.

—Hola, Gabriel —respondió ella vagamente.

Casi ni lo miró. Aquello encogió el corazón de Gabriel, que vaciló al intentar compartir la información tan jugosa que había conseguido para la princesa.

Érase una vez: una princesa malvada [Completa✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora