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—¿Podemos hablar?

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—¿Podemos hablar?

Ella asintió mientras se recargaba en la mesada—¿Por dónde empiezo?— murmuré —amh, primero y principal, perdón.

—yo, solo vine y como te dije en la llamada, me descargué con vos, estuve pasando unos días de mierda, se que no es una excusa pero es la verdad.

—Me descargué con vos de una manera injusta cuando todo lo que necesitaba en realidad era un abrazo tuyo, como siempre, porque solo vos sabés cómo hacerme sentir bien con solo un toque.

—No quiero perderte por una estupidez que hice pero tampoco quiero que llores por mí — me atreví a acercarme un poco más— porque ni yo, ni nadie en la vida merece tus lágrimas de tristeza.

—y por dios Romina, no sos una pesada o una cargosa, amo todas y cada unas de tus forma de decirme que me querés—aclare mirandola—desde aquella que haces por timidez hasta los momentos en que te pones más coqueta — reí recordando las veces que ella se ponía chamuyera pero fallaba en el intento porque le daba vergüenza.— te amo en todos los sentidos Romina.


—Y si en algún momento te hago dudar de lo especial que sos, te habré fallado como novio y como hombre.

Ví como se tensó cuando deje mis manos en su cintura acercando mi cuarto al suyo—Enzo, no...

—podras mentir bien con palabras pero, tu cuerpo, tu cuerpo siempre me dice la verdad —susurre cerca de sus labios —

—Enzo...

—¿Que querés Romina? No voy a hacer nada que no me pidas.

Su mano se puso en mi pecho empujando un poco, ella logro llevarme a una silla que estaba a pocos sentimientos de mi haciendo que me sentará bruscamente.

Mi alma abandonó mi cuerpo cuando ella se sentó sobre mis primeras a horcajadas sin pudor alguno— ¿Que pasa Enzo? ¿Porqué tan callado? Yo te veía con mucha confianza hace rato.

//𝐄𝐍𝐙𝐎 𝐅𝐄𝐑𝐍Á𝐍𝐃𝐄𝐙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora