EXTRA 1

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💌ENZO FERNÁNDEZ;

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ENZO FERNÁNDEZ;

Miraba con atención cada movimiento que hacía mi mujer mientras hablaba por teléfono con mi mamá. Ella sonreía mientras le contaba emocionada que pronto iríamos a Argentina, ya que yo tenía que jugar con la selección.

Apoye mi pera contra la palma de mi mano para que se de cuenta de que su marido era un pelotudo enamorado que nesecitaba de su atención.

Ante la atenta mirada, ella posó sus orbes negros en mí y me sonrió cálidamente antes de acercarse. Romina escuchaba atentamente a mi mamá detrás del celular y puso su mano sobre mi pelo enredando mechones de éste entre sus dedos.

Al estar yo sentado y ella parada, se me facilitó la acción de dejar pequeños piquitos en su cintura sabiendo que le iban a dar cosquillas. Tiroteo de mi pelo haciendo que la mirara desde abajo como me hacía una mueca para que me quedar quieto.

La obligue a qué se sentará sobre mis piernas — Oli está re bien, ahora está en el jardín — relataba la morocha. A nuestra pequeña bebe le encanta ir al jardín.

— Y Enzo también, aunque ya casi se lo mando en paquete para allá — ella río antes de que yo mordiera su hombro robándole una mueca haciéndome sonreír.

Compartieron un par de minutos más hasta que mi mamá debía de cortar no sin antes hablar un toque conmigo, aunque no tanto comparado de todo lo que hablaron con Romina — Que nene inquieto que sos —dejo el celular en la mesa.

Sonreí acomodándola para que ahora se siente a horcajadas y posar mis manos descaradamente sobre su trasero— y bueno. Te la vas a tener que bancar porque te casaste conmigo y tuvimos un hermosa hija.

Ella esbozó una sonrisa traviesa, mordiendo su labio con picardía antes de sellar sus labios con los míos en un beso apasionado. Sin interrumpir la conexión de nuestros labios, la levanté en brazos, abrazándola con firmeza mientras nos dirigíamos a la habitación que compartíamos. Con cuidado, la recosté en nuestra amplia cama.

Deslicé un par de besos suaves por su cachete, trazando una línea delicada a lo largo de su cuello, mientras sus risas juguetonas bailaban en el aire— aún no me la creo a esa de que te casaste con el pelotudo que estaba atrás tuyo en secundaria — me incorporé tomando lugar entre sus piernas para limitarme a acariciar sus muslos desnudos mientras disfrutaba de la hermosa imágen que me daba mi esposa vestida con mi camiseta de la selección.

—¿Cómo no? Si siempre me hiciste sentir tan especial, tan amada. Como si fuera la mujer más especial de todo este mundo...— me miraba con aquellos ojos que me hacían sentir tan amado y enamorado.

//𝐄𝐍𝐙𝐎 𝐅𝐄𝐑𝐍Á𝐍𝐃𝐄𝐙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora