𝐂𝐨𝐟𝐟𝐞𝐞 𝐏𝐫𝐢𝐧𝐜𝐞 [𝓗𝔂𝓾𝓷𝓛𝓲𝔁]

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¿Te gustaría saber algo realmente malo sobre mi?

Bien... Pues debes saber que soy un completo desastre para "decorar" y sé que suena irónico viniendo de un repostero, pero, piensa en esto, ¿Qué había de bueno en colgar corazoncitos y serpentinas de colores alrededor de Coffee Prince?

Además, Chris nos estaba obligando a organizar una "dinámica" para que los clientes festejaran San Valentín.
Y por supuesto Seungmin, como el buen amigo que es, me lo estaba dejando solo a mí, alegando que yo era el enamorado y realmente debería entender toda esa mierda sentimental.

¿Qué se supone que es lo que debería entender? Si ni siquiera había logrado dar un paso seguro hacia ti.

Faltaban solo dos días para la celebración y yo aún no tenía nada.
Ni siquiera había conseguido el menú y justo esa mañana me la había pasado pensando solo en eso; mientras recortaba algunos corazones detrás del mostrador. Sin embargo, apareciste tú y la música, proveniente de la radio, comenzó a alborotar las mariposas en mi estómago al combinar tu sonrisa con la melodía.

Créeme, respirar todo ese ambiente romántico no era bueno para mi salud y esa boina sobre tu cabeza te hacía lucir tan lindo que era inevitable no entrar en un bucle.

—¿Ya sabes lo que harás?—  preguntó, Seungmin, apareciendo detrás mío.

—No y ya te dije que si tú única idea es que me meta en una botarga de corazón y baile como un tonto allá afuera, no la aceptaré...

—De hecho, yo me refería a tu otro problemita.— dijo, echando una mirada en tu dirección.—Pero ya que lo mencionas, un amigo mío está dispuesto a darnos un super descuento en la renta de la botarga, solo si aceptas ser el modelo de su catálogo.

No pude evitar mirarlo con mala cara y golpearlo en el hombro, pero al instante, su escandalosa risa me obligó a reír a mí también.

—Idiota.

—Vamos niño, necesitas dejar de suspirar cada cinco segundos, ser valiente y pedirle una cita.

—Si fuera así de sencillo hace mucho que tú hubieras dejado de suspirar por el jefe. ¿No es cierto?

Una sonrisa burlona surcó mis labios, en cuanto su rostro se descompuso y los nervios se apoderaron de él.

—¡Oye! No sé de qué hablas... Pero, si no te decides, yo terminaré escribiéndole un anónimo, para qué sepa lo ridículo que eres.

Y así, entre las risas que me provocaron sus tropezones al querer huir, algo en mi cabeza hizo click sorpresivamente.

¿Un anónimo...?

¡Sí, eso es!