Capítulo 3

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Auset

Mis años como estudiante de preparatoria terminaron, saque buenas calificaciones y para cuando iba a entrar a la universidad, ya sabía que era lo que quería estudiar, mis charlas por las tardes de domingo con Elena, me ayudaron a decidirme a que carrera tomar.

Tomaría la carrera de letras, arte y diseño, me gustaba ademas de escribir, dibujar, crear todo tipo de personajes tanto en letras como animadas, era feliz escribiendo y dibujando, pero nadie en casa se interesaba por lo que hacía, por suerte mi madre no se opuso a lo que decidí estudiar, en ese aspecto ella dejaba que tomáramos nuestras decisiones y era un punto a favor de ella.

Como era de esperarse en la universidad tampoco tuve amigos, Brenda se había quedado en el pasado junto con los intentos de tratar de hacer amigos, nadie merecía la pena y nadie tampoco intentaba acercarse a mí y tratar de hacer buenas migas, me pareció lo mejor, ya que muchos, casi en su mayoría se pasaban el tiempo libre y el que no de fiesta, por supuesto que yo era rara que nunca salía de festejo, entregaba mis trabajos a tiempo y tenía tiempo libre, el cual aprovechaba para escribir en mi laptop y ya no en diarios.
Ya no escribía de mí, ni historias cortas, esta vez narraba novelas largas, de romance, tragedia, ficción, fantasía, vivía para contar, para existir en mundos imaginarios, crear personajes que a mí me hubiese gustado ser.

Vivía en otro planeta, en otra dimensión, pero me gustaba, no veía el momento de estar sola, en casa o en mi habitación para perderme en mi mundo. Carol había dejado de ser la niña y ahora estaba dando paso a la mujer que había en ella, mi madre estaba seguía ocupada ahora en sus tres boutiques, era una mujer inteligente y a pesar de los años supo mantenerse y crecer, ahora con tres tenía más ocupación y repartía su atención en ellas y en Carol, yo nunca fui su dolor de cabeza, era tan gris que nadie me notaba mucho.

Solo una vez mi torpeza la hizo preocuparse de mi cuando olvide mis lentes en el comedor, al bajar por ellos, no vi que Carol había dejado una cascara de plátano en las escaleras, la pise y resbale cayendo sobre mi brazo izquierdo el cual quedo en una posición que no era para nada normal.

Me costó levantarme, el dolor era insoportable, mi madre no estaba en casa y Carol estaba en su habitación con una de sus amigas, tuve que gritar para modo que me escuchara, cuando salió y me vio, se puso más blanca de lo que era. Miro las cascara de banana y a mí a la vez, no hizo falta preguntar cómo fue que me caí y me fracture el brazo.

―Llama a mamá y dile lo que paso. Dile que venga.

―No le digas que te caíste por mi culpa.

―Solo has lo que te pido ― le grite. El dolor era muy fuerte y mis lágrimas comenzaban a escapar de mis ojos sin siquiera proponérmelo.

No sé cuánto tiempo transcurrió, pero sentí que fueron las horas más eternas en la que tuve que esperar a que mi madre llegara a por mí. Cuando llego y me miro su cara se puso roja, sus ojos expresaban más que lo que sus labios pretendían soltar en ese momento, se estaba conteniendo para no gritare de nuevo, hacía mucho que no lo hacía, pero hoy no sé si podría contenerse.

― ¿Qué fue lo que paso? ― pregunto acercándose para ayudarme a levantar.

―Me caí de las escaleras ― respondí con voz dolorida.

― ¡Dios Auset! Porque no te fijas al caminar, ya eres una mujer adulta. Vas a la universidad y aun no puedes coordinar bien.

La amiga de Carol escuchaba lo que mi madre me iba diciendo mientras salíamos, yo no sabía a qué atender, si el dolor a la regañina, subimos al coche y ella continuaba con el sermón, hasta que mi hermana se compadeció y soltó la verdad.

Una novia para mamá Donde viven las historias. Descúbrelo ahora