Auset
Ser madre, escritora y dibujante ocupaba todo mi tiempo, terminaba la mayor parte del tiempo rendida y sin energías de nada más, hacía mucho que ni siquiera me daba por autocomplacerme. No es que hubiese sido alguien muy activo sexualmente. Seguía siendo virgen literalmente, a mi edad no me había acostado con nadie ni tampoco besado a ninguna mujer, era una lesbiana deprimente si me ponía a ver ese lado de mi existencia. No era una lesbiana verdadera.
Probablemente la mayoría de mis lectoras creen que yo soy una mujer sexualmente activa y que he tenido millones o por lo menos millones de amantes, que he probado labios por montón y que debo de ser toda una maestra en la cama, cuando realmente lo único que hago en mi cama es dormir sola y a veces Lía me acompaña cuando se pone de mal humor y no quiere dormir sola o bien está enferma y no me gusta dejarla sin vigilancia.
Pero mi vida era cosa muy aparte de lo que escribía, si mi vida fueran mis escritos jamás los publicaría, aunque no podía negar que cada una de ella llevaba una parte de mí, quizá no toda, ni la verdadera, pero contenía una fracción de mi esencia, algo de lo que anhelaba y otra de lo que deseaba tener, pero tras el nacimiento de Lía, pensar en el amor romántico se había esfumado más de lo que creí y con mi cansancio lo menos que pensaba era en una pareja.
El tiempo pasaba más rápido de lo que yo quisiera que transcurriera, ahora mi pequeña cumplía tres años, la edad en que debía separarme de ella por primera vez para que ingresara al preescolar. Claro que antes de eso Elena y Kate vinieron para junto con mi madre y Carol hacerle una fiesta, ninguno de sus cumpleaños era pasado desapercibido, era tan adorable, parlanchina y querendona que nadie le negaba nada, aún seguía sin creerme que Damaris, la mujer dura y altiva fuera tan complaciente y consentidora con Lía, la cargaba en brazos y hasta jugaba con ella, a veces creía que no era mi hija por como la trataba mamá, pero al escucharla decirme mami con su dulce y aguda voz, no me dejaba lugar a dudas de que era una parte de mí.
Por supuesto que no todo era fácil, había momentos en que debía tener mano dura con ella y era tan doloroso para mí como para ella, pero sobre todo lo era para mí, porque al verla llorar, no podía evitar que se doliera mi corazón. Tambien cuando se caí y se raspaba y lagrimeaba me partía el alma, porque no quería que nada le pasara, pero era imposible evitar sus caídas y que intentara conocer el mundo por sus propios medios, así como lo conocí yo, sim embargo yo deseaba amortiguarle lo más que se pudiera los golpes de la vida.
De sobre esta decir que Lis disfruto de su íntima fiesta de cumpleaños, algunos vecinos vinieron con sus hijos de su misma edad para romper piñatas, comer pastel y dulces, ademas de que jugo hasta caer rendida y ponerse caprichosa a que nadie la tomara en brazos más que yo. Termino con su ropa sucia, sus manitas pegajosas de dulce y despeinada, pero era un angelito con cabello castaño claro, su pequeña nariz y boca rosa. Con cuidado le quite su vestido, le limpie cara, manos, brazos y piernas con toallitas húmedas, le puse ropa limpia y continúo durmiendo como sin nada.
La mire por varios minutos en silencio, en dos días empezaría el preescolar, descubriría cosas nuevas y tendria compañeros de su misma edad, deseaba con todas mis fuerzas que no fuera tímida como yo y siguiera mostrando esa seguridad que hasta el momento mostraba con todos los que conocía.
―Crecen tan rápido.
La voz de mi madre me sobresalto a mi espalda de pie junto al umbral de la puerta de la habitación de Lía.
―No quería asustarte ― dijo acercándose y contemplándola dormir al igual que yo ―. Ya entiendes ahora a lo que me refería.
―Sí y no quiero que sigan pasando los años.
―Lo siento mucho, pero eso no va a ser posible, ella al igual que tu buscara hacer su vida. Los hijos solo son prestados ― nos miramos ―. Disfrútala todo lo que puedas ahora, aun te quedan algunos años.
Me coloco una mano sobre el hombro y me lo apretó no sabría decir si con afecto o por comprensión de lo que estaba sintiendo. Mi madre ahora vivía sola, Carol por fin se había independizado no sin antes de que mi madre le leyera toda una cartilla y de hacerla casi firmar con sangre de que si salía embarazada no iría a molestarla con un nieto. Adoraba a Lía, pero no la cuidaba, jugaba y estaba con ella por ratos, cuando se cansaba se iba o me la daba a mí y marcaba un alto, uno que yo respetaba y jamás hasta ese momento la había molestado para que la cuidara, suficiente tenía con sus boutiques y ya era una mujer mayor que solo le apetecía estar en paz en casa descansando en silencio.
― ¿Porque no buscaste una pareja de nuevo? ― se me salió preguntarle.
Mi cuestionamiento la tomó por sorpresa, nunca había indagado sobre esto, pero siempre tuve curiosidad de porque una mujer tan guapa como ella nunca se interesó por ningún hombre nunca más.
―Me sorprende de ti esa pregunta.
―Lo siento ― me disculpe enseguida.
―Está bien, no lo hice porque ustedes eran muy chicas, yo trabajaba y no podía confiarme de ningún hombre, creer que no les haría daño o intentaría aprovecharse de ustedes. Antes que nada, estaban tú y Carol. Creo que entiendes esa parte como la madre que eres ahora.
―Sí, lo entiendo y no comprendo cómo es que hay muchas que no les interesa el bienestar de sus hijos.
―No puedo decir que soy una buena madre porque no lo he sido contigo, pero tampoco hubiera permitido que te pasara nada malo.
Guardamos silencio unos instantes sin mirarnos, amabas decidimos observar a Lía y sus gestos al dormir.
―Vine porque debo irme, ya es tarde.
―Bien, gracias mamá ― y sin que se lo esperara la abrace y ella correspondió.
―No te preocupes tanto por el futuro, solo disfrútala. Deberias bajar, creo que algunos de los invitados quieren despedirse de ti antes de irse.
Tras su fiesta de cumpleaños Lía estaba emocionada ahora por entrar al kínder, cada día miraba su mochila y los útiles que llevaría de ahora en adelante del diario. Era muy inteligente y no es porque fuera mi hija que pensara eso, es que realmente lo era, al verme leer, dibujar o colorear ella tenía la curiosidad de preguntar y de ver lo que hacía, así que yo le explicaba y le daba alaguna pequeña tarea a realizar.
―Si vas a colorear, no te salgas de los bordes y pinta de una sola forma. Si lo haces horizontal, deberás de hacerlo de la misma forma en todo el dibujo ¿Ves? ― le decía poniéndole el ejemplo y ella con sus ojitos verdes claro captaba todo a la perfección.
Por eso no me preocupaba demasiado que llorara en su primer día, la que seguramente estaría al borde de hacerlo sería yo, ya me conocía, era una sentimental y cursi, aunque nadie lo supiera. Me encantaba el drama y el romance en toda la extensión de la palabra, cualquier cosa o escena triste me hacía derramar las de cocodrilo. Lloraba en la soledad de mi sala de ver televisión, en las noches cuando Lía ya dormía y yo no tenía las ganas de escribir o simplemente era fin de semana y me merecía un descanso mental de todo.
Con Lía no miraba programación para adultos, ni nada para adolescente, quería que creciera a su tiempo y con las cosas relacionadas a su edad, no quería que fuera como esos niños que a su edad ya se andaban dando de besos o moviéndose sugerentemente o vistiéndose de una manera más adulta que de niños, a mí, esos padres no me parecían que estaban bien de la cabeza, los estaban haciendo adultos sin siquiera tener conciencia a su edad y no me parecía nada sano.
Como no sabía manejar y tampoco contaba con un auto por obvias razones, Lía y yo caminamos rumbo al preescolar en su primer día, yo cargaba su mochila al tiempo que le tomaba fuerte de la mano, andábamos a paso lento, salimos de casa media hora antes de su horario de entrada, aun así, no quedaba lejos y mi pequeña estaba feliz de comenzar a aprender.
Al llegar una maestra estaba en la puerta recibiendo a todos los niños, detrás de una pequeña mesa, en la cual había un plumón y gafetes en blanco, preguntaba sus nombres a los del primer ingreso para entregarles uno con su nombre, la mayoría de los pequeños que estaban por delante de Lía se mostraban huraños y se rehusaban a decirlo, siendo sus madres las que tuvieran que pronunciarlo por ellos y sonreían a modo de disculpa, cuando le tocó el turno a Lía, yo ni siquiera tuve necesidad de abrir la boca, pues ella sola dijo su nombre.
―Buenos días ― saludo la maestra ―. ¿Cómo te llamas pequeña?
―Buen día, me llamo Lía Lemus ― dijo con su dulce voz aguda que me hacía sentir orgullosa de que fuera mejor que yo a esa edad.
― ¡Qué bonito nombre! ― la halago la maestra colocándole el gafete.
―Gracias, mi mami me lo puso.
― ¿Si?
―Si.
―Bueno Lía, es hora de entrar despídete de tu mamá.
Lía se giró a verme con una sonrisa, sus mejillas sonrosadas me recordaron lo pequeña que aún era, aunque fuera despierta y sin miedos, era tan tierna. Hice amago de todas mis fuerzas para no llorar, nunca me había desprendido de ella por tantas horas, esta sería la primera vez y me daba terror de que le pasara algo o que alguno de esos niños malos de su misma edad le hiciera algo, pero me sacudí estos pensamientos de mi cabeza y la abrace fuerte, le deje un beso en la mejilla y la vi entrar, una vez que otra maestra la guio al salón y yo me retire sintiendo que mi alma y mi corazón se partían en dos, permitiendo esta vez que mis lágrimas descendieran por mis mejillas, era tonto llorar por una cosa como esa, pero que podía ser, yo era así de tonta y sensible.
Antes de las doce me apresuré a ir por mi retoño, no quería hacerla esperar y que se fuera con algún extraño, fui de las primeras en estar delante del portón del preescolar. Cuando la miré acercarse a mi acompañada de otras tres niñas de su edad vi que ya había encontrado un grupo al que pertenecer, venían tomadas de las manos y hablando quien sabe de qué, ella parecía liderarlo, poco antes de llegar hasta dónde nos hallábamos los padres de familia se separaron para ir con sus progenitores, Lía corrió hacia mí y yo la recibí con los brazos abiertos feliz de verla otra vez.
― ¿Me extrañaste? ― le pregunte sujetando su mochila.
―Un poquito ― respondio mostrándome con sus dedos índice y pulgar la cantidad que me había echado de menos.
Me agache y la abrace, ella me echo los brazos al cuello y era signo de que quería que la tomara en brazos apesar de ya cargar su mochila debía cargar con ella, pero no me importaba, estaba acostumbrada a recibir toda la atención de mi parte, pero también pasaba ratos u horas a solas cuando me ponía a trabajar.
― ¿Cómo te ha ido en tu primer día? ― le pregunte.
―Bien.
― ¿Hiciste amigos? ― pregunte mientras andaba de regreso a casa.
―Sí, tres ― respondio emocionada y mostrándome con sus deditos.
― ¡Vaya! ¿Cómo se llaman?
―Lucí, María y Ana.
Lía hablaba hasta por los codos, yo que no eran una persona tan platicona abría la boca a menudo para responder sus preguntas y para saber todo lo que le pasaba o sentía, como madre me interesaba saber todo de ella y por suerte mi pequeña me contaba todo y no había secretos entre nosotras, al menos yo trataba de decirle la verdad hasta lo que capacidad como niña de tres años era capaz de procesar.
― ¡Espagueti! ― exclamo cuando le serví.
―Te dije que hoy comeríamos tu comida preferida.
Lía comenzó a comer y despues de unos segundos comenzó a canturrear mientras engullía, cuando hacía eso quería decir que estaba feliz y disfrutando de los alimentos, por lo general no era melindrosa, comía de todo, incluso hasta verduras y yo que no era muy fan de ellas, me obligaba a comer para dar el ejemplo, al tiempo que sabía que era por mi bien, ya no era tan joven y comenzaba a ganar peso fácilmente, por esa razón hacía un año había comprado una caminadora, como no era buena en los deportes lo mínimo que podía hacer era caminar o correr algunos minutos hasta sudar y eso era todo lo que hacía.
Lía hacía su tarea junto a mi cuando de repente me pregunto por qué no tenía papá, su curiosidad me tomo por sorpresa, me esperaba este interrogatorio unos años más adelante y casi nueve meses despues de que entrara al preescolar.
― ¿Porque no tengo papá? ¿Dónde está? ¿Se murió?
La observe durante un tiempo indeterminado, ella tambien lo hacía a intervalos, se dedicaba a su tarea y me observaba a mí a la espera de una respuesta, no quería mentirle, pero tampoco sabía cómo decirle la verdad, era una situación difícil por primera vez y no encontraba una solución.
― ¿Cómo te lo digo?
―Con palabras.
Su ocurrente contestación me hizo reír y me relajo un poco.
―Tú no tienes un padre porque no te he concebido de la forma en que la mayoría de las mujeres lo hacen.
― ¿Soy un robot? ― pregunto mirándome con mucha atención.
―No mi vida, no eres un robot ― le dije abrazándola ―. Eres una niña normal como todas las demás, solo que yo te tuve de otros métodos. Fui al doctor para que me ayudara. Uso una especie de medicina, por esa razón es que solo soy yo tu madre y no tienes un padre.
Tras esa breve explicación Lía se quedó conforme y fue al día siguiente con sus amigas a contarle la forma en que ella vino al mundo, que por eso solo tenía a un padre y no dos, por eso solo celebro a la madre el día de las madres y no al padre en su día, por un momento me sentí mal por ella, pero despues descubrí que no le afectaba para nada en que solo me tuviera a mí.
El tiempo seguía pasando más rápido de lo que hubiese querido, Lía ahora estaba por entrar a la primaria, seguía igual de consentida por sus abuelas y de pilón por Carol que como ya era más famosa como modelo llevaba a su sobrina a pasear y hasta de viaje, yo me quedaba sola extrañándola, sintiendo la casa demasiado grande y vacía.
―Debes de buscarte una compañía de vez en cuando ― Me decía Elena cuando me llamaba y no escuchaba a Lía a mi alrededor.
―Ya no estoy en edad para eso, mi cabeza está muy lejos de desear una pareja.
―Yo era más vieja que tu cuando conocí a Kate.
―Yo no tengo tu suerte, ni tu carisma.
―Porque siempre te haces menos, eres una mujer guapa, joven e inteligente. Con tan solo poner tres palabras en un papel enamoras a una mujer, solo es cuestión de que quieras. Tienes unos sentimientos hermosos, solo que no los dejas ver.
―Solo van a lastimarme.
―No todos son como esa tal Brenda. Olvídate de esa estúpida que te jugo una mala pasada.
Para Elena era muy fácil decir que no podría haber daño, para mi suponía una gran vergüenza, ya me había pasado una vez y no quería repetirlo, el sentimiento de la humillación y de sentirte invisible para la persona que te gusta es triste, sobre todo cuando trata de complacerla, ya no estaba dispuesta a hacerlo, mi única prioridad era Lía, por ella si daba todo, incluso hasta mi vida.
Entro a la primaria, esta vez tendria que levantarse temprano y estar más horas dentro de un aula, de igual manera Lía estaba emocionada, ya estaba más alta, pronunciaba las palabras a la perfección, sabía leer y escribir, su caligrafía era buena, era la más adelantada y me sentía, orgullosa de ella.
Con la energía de siempre Lía se despertó y fue a mi cama, me encantaba que entrara sigilosa a mi habitación y con paso ligero se colara furtiva debajo de mis cobijas, ella creía que yo aún continuaba dormida, pero la verdad es que siempre me despertaba antes que cualquier despertador, pero como esperaba su entrada permanecía quieta y con ojos cerrados. Poco después sentía como el colchón se hundía un poco y luego a ella abrazándome, acurrucándose junto a mí, nos permitíamos estar así quince minutos antes de que yo la atacara a cosquillas y besos, era mi modo de despertar junto a ella y no cambiaba por nada en el mudo, aunque sabía que esto no duraría siempre, que Lía crecería y que quizá se volvería como Carol y yo comenzaría a sufrir dolores de cabeza y angustia.
Como siempre caminamos ahora a su escuela primaria, esta vez se encontraba más lejos, así que anduvimos más rápido, Lía ya no era la bebé de tres años, tenía seis y se adaptaba a mi paso, aunque yo seguía cargando su mochila, la cual pesaba el doble al contener sus libros, cuadernos, lápices y juegos de geometría.
En esta ocasión no sentía la misma ansiedad que la primera vez cuando la deje en el preescolar, esta vez contaba con tres años más y era muy elocuente, entendía a la perfección la relación de Elena con Kate, así que ver a parejas del mismo sexo besarse en público o en televisión no le suponía asombro o escándalo, para ella era normal y quería a esas dos mujeres tanto como yo, así que me alegraba de no haber tenido que explicar esa parte a Lía y que lo hubiera visto de una manera natural.
―Te portas bien ― le recordé como siempre.
―Si mamá ― me respondio dándome un beso en la mejilla y corriendo alcanzar a sus tres amigas que ya la esperaban, me alegro saber que no estaría sola.
Un domingo Carol vino por Lía y se la llevo a un parque de diversiones, ese día yo no me sentía bien y tampoco quería ir, me dolía la espalda de pasar horas frente a la laptop, ya no era tan joven y el cansancio en momentos cobraba factura en mí, así que ese fin de semana lo aproveche para descansar y ver películas lésbicas con contenido adulto, aprovechando la ausencia de mi hija, pocas veces tenía la oportunidad de ver lo que me gustaba, desde que Lía creciera ya no podía ver cualquier cosa delante de ella, era más cuidadosa y por ese motivo me acomode en el sofá con mi bolsa de palomitas de caramelo y mire películas hasta que Carol y ella regresaron.
― ¿Porque tienes una madre tan aburrida Lía? ― le pregunto Carol a su sobrina cuando les abrí la puerta y ambas venían con toda la adrenalina en su cuerpo y en su cara, mi hija me abrazo con fuerza y me sonrió con su dentadura falto de dos dientes.
―Mi mamá no es aburrida ― me defendió ella enterrando su rostro en mi abdomen, era una costumbre que desde pequeña tenía y eso significaba que me extrañaba y que se alegraba de volver a mi lado. Como siempre no pude evitar que mi corazón se derritiera ante su cariño.
― ¡Claro que lo es! ¿Quién se queda de aburrida en su casa un domingo a ver películas como si fuera una anciana?
―Solo estoy cansada, me duele la espalda.
―Tienes treinta y un años y ya te quejas de que te duele la espalda ― dijo entrando a la casa y como buscando algo ―. ¿Estás sola?
―No, ya han llegado ustedes.
Carol se sentó en nuestra sala algunos minutos antes de irse, me contaba que se iba de viaje por cosas de trabajo a España, estaba muy emocionada de ir a modelar, Lía la escuchaba emocionada y decía que quería ser como su tía, despues como su abuela Damaris y así, aun no sabía lo que quería.
Cuando solo nos quedamos ella y yo como siempre, la lleve a su habitación para que se bañara, mientras la acompañaba comenzó a contarme su dia con su tía y con su novio.
― ¿Por qué no tienes un novio mamá? ― me pregunto de repente mientras la peinaba.
―Porque no me gustan los hombres ― le respondí con sinceridad, a ella no podía mentirle. A mi madre y a Carol aun no les había dicho que era lesbiana, pero que caso tenia decirles si era una mujer solitaria que no buscaba nada más en esta vida porque el amor no era para mí.
― ¿Te gustan las mujeres, así como a la abuela Elena?
―Si ― susurre, me daba pena a mí misma reconocer que era lesbiana, pero sin éxito o una closetera, realmente ya no sabía ni quien era yo. Lo único que tenía claro es que era madre y nada más.
― ¿Entonces porque no tienes una novia?
―Porque es complicado.
―No puedes ir con el doctor para que te ayude.
―No, me temo que en eso un doctor no puede ayudarme.
― ¿Porque?
Ya no me iba librar tan fácil, Lía había empezado con los porqués y cuando comenzaba ya no pararía, me hice de mucha paciencia y trate de responder.
―Porque se debe de conocer a la persona, te debe de gustar, saber si es buena persona, conocerla y saber que sentimientos tiene. Enamorarse de la persona es lo primordial, que te guste con todo y sus defectos.
― ¿Te gusta alguien?
―No, no me gusta nadie.
― ¿Porque no buscas una novia?
―No tengo tiempo.
― ¿Cómo te gustaría que fuera?
Esta niña era mucho más inteligente que yo.
―Inteligente, amable, cariñosa, alegre, simpática y sobre todo que te quiera a ti.
― ¿Y porque debe de quererme a mí?
―Porque tú eres todo para mí y si esa persona no te quiere, yo tampoco puedo quererla a ella.
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Una novia para mamá
RomanceAuset es un madre soltera y lesbiana. Su infancia fue caótica y la adolescencia la marco para siempre y la llevo a decidir no confiar en las personas, es tímida y por tanto se refugia en los libros y su imaginación, tal así que termina siendo escrit...