Capítulo 7

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Lía

Miro a mi madre cada noche sentada en su escritorio delante de su computadora, la he visto hablar sola y reírse como si estuviera con alguien, pero la verdad es que no hay nadie con ella, tampoco se da cuenta de que la miro a escondidas para saber si se encuentra acompañada cuando la escucho murmurar, pero solo es ella con sus manos volando sobre el teclado de su laptop y otras veces se queda mirando a la nada por algunos minutos y vuelve a escribir.

Eso solamente lo hace cuando está en su estudio trabajando, cuando sale de ahí es la mejor mamá del mundo, me mima, me cuida y hace la cena y el almuerzo cuando la señora que hace los deberes de la casa no viene.
Mi madre es una mujer callada la mayor parte del tiempo, si yo no hablo o le pregunto cosas, ella puede continuar así por horas. A veces le da por preguntarme todo lo que he hecho en la escuela o por mis amigas, me he dado cuenta de que ella no tiene, así como tampoco un novio o novia. Mi tía Carol siempre me pregunta si mamá ya consiguió una pareja, pero mi respuesta siempre es la misma.

Por eso ahora estoy dispuesta a buscarle una novia para que ya no esté tan sola, yo estoy con ella, pero creo que no es lo mismo a que tenga una novia, pues he visto a mi tía Carol darse de besos en la boca con su novio, abrazarse y sonreír de una manera en que no he visto a mi mami y yo esos besos no se los puedo dar, necesita a alguien, por suerte le pregunte hace unos días de cómo le gustaban y ella me ha dicho después de pensarlo un poco.

El lunes como siempre camino con mi madre tomada de su mano, no sé porque siempre me la toma con fuerzas de más y me cuida como si fuera todavía una bebé. He notado que le duele la espalda porque se frota los hombros y la nuca, pero aun así me sonríe cuando la miro, como diciéndome que no le pasa nada.

―Te portas bien ― me dice entregándome mi mochila y dándome un beso en la mejilla ―. No te vayas a ir con nadie, espérame aquí y si tardo pídele a la maestra que me llame a mi o a tu abuela Damaris.

―Si mamá.

Todos los días era lo mismo, tenía en mis cuadernos toda una lista de números telefónicos a los cuales debía llamar si ella no llegaba, pero nunca había tenido que utilizarlas porque ella siempre estaba puntual esperando por mí.

Debo aceptar que mi madre era rara, no salía mucho de casa y tampoco sabía conducir un auto, la vez que le pregunte por qué no tenía uno me dijo que le daba miedo y se ponía nerviosa en cuanto se ponía detrás del volante, por eso es que siempre viajábamos en taxi para visitar a mi abuela o para ir de compras.

Ese lunes al entrar al salón me di cuenta de que mi maestra no estaba, fue algo raro ya que ella siempre estaba ahí a la espera de que todos los alumnos entraran para comenzar las clases, tomé asiento en mi banca y me di cuenta de que no solo yo era la única que estaba curiosa de la ausencia de nuestra maestra, mis amigas estaban a punto de acercarse a mi cuando la directora llego acompañada de una mujer simpática y bonita, de cabello ondulado brillante y castaño, su tez era morena clara.

Una vez dentro del salón, nos miró a todos y nos brindó una cálida sonrisa, la cual nos hizo sentir menos tímidos, todos nos hallábamos en completo silencio y esperando escuchar cual eran las noticias de esa mañana.

―Buenos días ― dijo la directora.

―Buenos días ― respondimos todos a coro.

―La maestra Leticia no podrá regresar a darle clases, pero en su lugar estará Milena, de ahora en adelante ella será quien ocupe su lugar.

Todos le dimos la bienvenida y tuvimos que usar gafetes otra vez para que ella se aprendiera nuestros nombres, todos estábamos encantados con ella, hasta los más rebeldes y flojos de la clase obedecieron a la nueva maestra.
Mi mamá ya me esperaba fuera del portón, callada y solitaria como siempre, alejada de las otras madres de familia, pero pendiente de mi salida, en cuanto me miro me sonrió y su rostro paso de ser triste a uno completamente alegre.

― ¿Cómo te fue hoy?

Ya me esperaba es pregunta, sim embargo esta vez tenía algo nuevo para contarle, moría por decirle que una maestra nueva y muy bonita me daría clases de ahora en adelante.

―Bien, tengo una maestra nueva.

― ¿Porque? ¿Qué le paso a tu maestra Leticia?

―No lo sé, la directora no nos lo dijo.

― ¿Cómo se llama tu nueva maestra?

―Milena, es muy simpática y bonita. Creo que te gustaría como novia.

― ¡Por dios Lía! No digas eso ― dijo poniéndose roja como un tomate. Me tomaba de la mano y nos alejábamos ―. La maestra podría tener un esposo, un novio o lo que sea.

Esta vez mamá sonaba asustada y enojada conmigo. Me sentí mal por un momento y me quedé callada, así caminamos por varios minutos hasta que ella se detuvo y me miro, yo la mire de reojo y descubrí que ya no estaba enojada, rara vez se molestaba conmigo y cuando lo hacía, yo me sentía triste como en ese momento en el que yo solo quería que tuviera una novia.

―No necesito que me busque una novia ― me hablo poniéndose a mi altura y su voz fue cariñosa y no exaltada como la de hacía unos minutos atras ―. Yo solo te quiero a ti, no tengo tiempo ni energías para complicarme la vida en una relación de pareja. Me hace feliz que quieras buscarme una compañera, pero estoy bien así ¿No te daría celos compartirme con otra persona?

Lo pensé por un momento, mi mami era solo para mí, no tenía hermanos y todas las atenciones eran mías, cualquier llamado ella estaba alli para mí y me encantaba cada mañana meterme a su cama y que me hiciera cosquillas.

―Pensándolo bien... no.

No, no me gustaría compartirla, ya de por si la compartía con su mundo, su laptop y su estudio, de compartirla con una novia, probablemente ya no tendria tiempo para mí.

El miércoles mi madre por primera vez fue sorprendida por mi cuando me metí a su cama, aún seguía dormida, pero, aun así, me abrazo y se acurruco conmigo, seguramente se había desvelado más de lo acostumbrado, de seguro alguna idea nueva de alguna novela apareció en su mente y no se alejó de su ordenados hasta tener varias páginas escritas.

Nos quedamos dormidas y el despertador por primera vez hizo su función con nosotras, mamá se levantó de prisa y comenzó a quitarse el pijama mientras a mí me ordenaba ir a mi habitación a que me pusiera el uniforme. Cuando llegue a la cocina mi mami ya tenía en un plato panqueques bañados con cajeta y leche condensada, tal y como a mí me gustaba, me lave las manos y corrí a sentarme a la mesa de la cocina, ella se sentó al otro lado con una taza de café.

― ¿No vas a comer?

―No, lo hare de regreso. Solo me apure a hacerte los tuyos.

Mamá no estaba usando sus lentes esa mañana, seguramente se le habían olvidado en su habitación por salir corriendo para prepararme los panqueques, verla sin ellos me parecía diferente, era como si no fuera mi mami, sino alguien cercano, pero no la que me cuida con amor, sin sus gafas se ve más joven, pero también bajo sus ojos hay ojeras. La miro beber su café en silencio, yo disfruto de mi desayuno y comienzo a canturrear como es mi costumbre cuando estoy comiendo lo que me gusta, ella me sonríe con dulzura y me apresura a comer.

Una vez de terminar de comer, subimos a mi habitación para que ella me peinara, después ella fue unos instantes a la suya para ponerse zapatos y tomar sus lentes, otra vez volvía a ser ella, tomo las llaves antes de salir de casa y salimos rumbo a la escuela.

Como siempre no me aburrí ni un segundo en la escuela, pero cuando llego la hora de salida me pareció raro que mamá no estuviera esperando como siempre fuera, detrás del portón. Decidí esperar ahí algunos minutos, pero como no aparecía volví al salón en busca de Milena, ella era la única que podía ayudarme a llamar a mamá o a mi abuela, no quería llorara, pero me asustaba que algo malo le pasara.

― ¡Lía! ¿Qué haces aquí?

―Podría llamar a mi mamá, no ha llegado por mí.

La maestra me tomo de los hombros ― ¿Ella dijo que vendría por ti? ¿Quizas le toca a tu papá venir por ti?

―Yo no tengo, solo tengo a mi mami y ella siempre viene por mí.

―No te preocupes, le vamos a llamar ¿Te sabes su número?

―No, pero esta anotado en una pequeña libreta.

Nunca me había hecho falta la libreta de contactos que mi mami me diera desde que fuera al preescolar, pero esta vez tuve que acudir a ella. Mi maestra marco el número y tras varios tonos mi madre contesto.

―Ya viene para acá.

La maestra Milena me tomo de la mano y me acompaño hasta el portón a esperar a mi mamá, gracias a su compañía no me sentía tan sola y con miedo, la mayoría de los compañeros ya se habían ido, los alumnos más grandes también se estaban marchando, quedaban muy pocos, la profesora me sonreía de vez en cuando y yo le devolvía la sonrisa, aun no dejaba de pensar que era bonita y buena persona como mi mami la quería, pero al pensar que me quitaría tiempo con ella, prefería que siguiera sin novia.
Un taxi se detuvo en la acera y de él bajo mamá, estaba despeinada y usaba sus sandalias, la maestra y yo la miramos como si hubiese estado corriendo una maratón.

―Lo siento mucho se disculpó mirándonos a mí y a la maestra, me dolía la cabeza, me tome una pastilla, me recosté en el sofá y me quede dormida.

―Está bien, no se preocupe.

Mi maestra le sonrió tan encantadora como siempre y lo que más me pareció raro fue que no dejo de ver a mi madre, no sé de qué manera la miraba, no era de burla por su aspecto, ni de asombro, era casi curiosa, como si mi mami le hubiera caído bien apenas verla y eso que no la había tratado, de hacerlo se enamoraría de ella.¡Lo tengo!

―Gracias por llamarme, soy Auset Lemus ― extendió su mano para saludar a mi profesora.

―Soy Milena, la nueva maestra de Lía.

―Mucho gusto.

A mi madre se le pusieron las mejillas tan rojas que por un momento creí que era un camaleón cambiando de color, me dio risa y me tapé la boca para hacerlo, por suerte ninguna se dio cuenta, estaban muy concentradas mirándose la una a la otra.

―El gusto es mío.

―Muchas gracias otra vez. Vamos Lía.

Contenta y feliz de que mi madre viniera por mí, subimos al taxi que esperaba, una vez movernos, mi madre me abrazo y se puso a llorar mientras me pedía perdón por haberse quedado dormida y haberse olvidado de mí, que si me hubiese pasado algo no se lo perdonaría. Cuando me beso en la frente y en las mejillas me di cuenta de que su cara estaba más caliente de lo normal.

―Tu cara está muy caliente mami.

―Creo que me voy a enfermar, no debí haberte besado ― y me limpio el rostro con toallas húmedas.

Y si se enfermó, pero no fue de gripe. Le dolía la espalda y tenía fiebre ademas de dolor de cabeza, no se quejaba, solo estaba muy quieta sentada en el sofá y yo cerca de ella haciendo tarea, se quedó dormida, durmió muchas horas y me costó mucho trabajo despertarla. Tenía las mejillas más calientes que antes y temblaba, me asusté y me puse a llorar.

―No llores ― me consoló a pesar de su malestar ―. Lama a tu abuela y dile que venga.

Hice lo que me pidió y mi abuela me prometió llegar lo más rápido posible. Cuando escuché el timbre corrí a abrirle, ella me abrazo y yo llorando le conté lo que le pasaba a mi mamá, se apresuró a donde se encontraba y se acercó a ella.

―Tienes mucha fiebre ― le dijo mi abuela cuando le toco la frente.

― ¿Podrías llevarme a ver a un doctor?

―Sí, vamos.

Mi abuelita ayudo a mi mami a ponerse de pie, nunca la había mirado tan débil y enferma, siempre estaba sana, pero ahora tenía miedo de que fuera a morir, al pensar esto sentí que empezaba a llorar.

―No llores mi amor ― me dijeron las dos al mismo tiempo al verme.

―Todo estará bien ― trato de tranquilizarme mi abuela.

―No quiero que te mueras ― me abrace a mi mamá.

―No voy a morirme, al menos no hoy.

―No la vas a consolar mucho con esas palabras.

Llegamos con el doctor y enseguida la atendió, entro sola mi abue se quedó conmigo ya que la enfermera no me dejo pasar, yo me moleste, quería escuchar que era lo que tenía mamá, pero me fue imposible, estaba por empezar hacer unos de mis llamados de atención, pero mi nana me hablo con voz severa y me quito la intención.

Poco despues una enfermera salió y nos dijo que le iban a poner un suero, que tendríamos que esperarnos un poco más, pero al menos supe que estaría bien y que no se moriría. Cuando salió del consultorio yo corrí hacia ella y la abrace, ella tambien me rodeo con sus brazos y me froto la espalda con sus cálidas manos.

― ¿Que te dijo el doctor?

―Una infección en la orina y pequeños problemas renales.

Me solté de mi mami y me sonrió diciéndonos que volvíamos a casa, pero que antes debíamos comprar algunas medicinas. Mi abuela nos dejó en casa y no estaba muy convencida de dejarnos solas esa noche, pero mi mamá insistió en que estaríamos bien, que ella estaría bien, que el dolor comenzaba a disminuir gracias a las pastillas.

A la mañana siguiente corrí a su cama, seguía dormida, pero al sentirme junto a ella se despertó y me abrazo en silencio, yo me quede quieta escuchando el latido de su corazón, era como un acto de cerciorarme de que se encontraba mejor que ayer.

― ¿Cómo estas hoy mami?

―Me siento un poco mejor.

A pesar de sus malestares se levantó para hacerme el desayuno y llevarme a la escuela, mi mami era mi superheroina.

NOTA:
Espero que les esté gustando, yo la estoy disfrutando mucho.
Les recuerdo que tengo dos libro en Amazon por el momento, Descubriendo el amor, contada en tercera persona y Entre las flores.
En mi perfil está el link por si gustan echar un ojo o si gustan seguirme también por allá.
Gracias por leer.❤️❤️🥰

Una novia para mamá Donde viven las historias. Descúbrelo ahora