Capítulo 12

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Auset

Milena me había sacado de mis casillas, por lo general no hay personas a mi alrededor que me estén haciendo preguntas, no sé porque dijo que soy bonita cuando tengo muy claro que en realidad no lo soy, ademas uso gafas, nada de sexi hay en eso, solo las mujeres de mis historias lo son o al menos eso es lo que trato de vender a mis lectoras, aunque sé que cada quien ve la belleza de diferente manera en cada persona.

Aun así, cuando llegué a casa me sentí mal por la manera en que había reaccionado, Milena solo intentaba dialogar conmigo, pero como me gusta me puse nerviosa al escuchar de sus delgados labios que como era posible que una mujer como yo, no subiera sus fotos a las redes sociales, la maestra sí que podía permitírselo, era en cantadora, demasiado y me daba miedo lo que verla me provocaba.

Aunque la había descubierto mirándome a la distancia y de repente esta mañana me pregunta por mi seudónimo de escritora, aun no me podía creer que me dijera que había mirado todas las animaciones de dibujo que hice, no pude evitar que me emocionara, una persona más miraba mi trabajo y era gratificante, más sin embargo decir mi seudónimo era otra cosa, sobre todo porque conocía mi cara, al leer mis libros me pondría una cara, imaginaria cosas de mí y yo no era nada de lo que plasmaba en esas letras, pero no pude negarme al escuchar que se disculpaba sinceramente y que yo buscaba también la forma de disculparme, por eso no me quedo más remedio que redimirme diciéndole mi seudónimo.

En el momento en el que se lo dije logre atisbar por un breve instante que se sorprendía, pero después vi que solo eran imaginaciones mías, las mujeres heterosexuales no leen literatura lésbica, al menos no la mayoría, solo unas cuantas se daban la oportunidad de hacerlo, una mujer guapa como Milena les encantaba el romance y las novelas heterosexuales, esas en donde los hombres guapos, fuertes y varoniles amaban y eran fieles a su mujer, aunque eso fuera la más pura de las mentiras en la vida real y quizas yo también yo ofrecía mentira, pero sabía que algunas mujeres lesbianas corrían con suerte y encontraban el amor y a su media naranja.

Yo por mi parte ya no lo buscaba ni lo esperaba, me hallaba en un punto de mi vida en el que solo me apetecía tener salud y tener aun la inventiva de seguir creando historias, era algo que realmente me gustaba hacer, amaba escribir, amaba a Lía, ella era mi motor y por la cual me motivaba cada día.
Se acercaba su cumpleaños y como venía siendo costumbre quería una fiesta para tener a sus amiguitas en casa, comer pastel, dulces y toda clase de chucherías que le consentían sus tres abuelas, Carol y yo, al ser la única tenía todo lo que pedía, siempre y cuando se portara bien, así que si, Lía tendria su fiesta.

No sé qué ha pasado, ya transcurrió una semana y no he visto a la maestra Milena, ni siquiera de lejos he logrado verla en donde solía hacerlo, Lía dice que su maestra está bien, pero ahora empiezo a comprender que mis novelas no les gustaron y que le doy asco, que soy una mujer lesbiana, con una niña y la cual no debería crear porque la hare anormal, que le inculcare cosas malas e indebidas, que soy una pecadora ante los ojos de Dios, pero ¿Quién sabe realmente si Dios existe?

No pensé sentirme triste y mal porque Milena dejara de hablarme, estaba acostumbrada a que nadie se dirigiera a mí, a pasar desapercibida y tampoco acostumbraba a dialogar con las personas, era más seguro y me evitaba desilusión como la que ahora me embargaba, claro que no era como cuando era más joven, pero sí que causaba un arañazo a mi pobre corazón que creyó en s u promesa de que nada cambiaría, la realidad era que no todas las personas saben afrontar la verdad y la naturaleza del otro.

― ¿Qué tal las clases? ― le pregunte a Lía cuando salto a mis brazos con energía dejando la mochila en el suelo.

―Bien, ya falta poco para mi cumpleaños.

Una novia para mamá Donde viven las historias. Descúbrelo ahora