Escobas

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Narra Leah:
El tiempo corrió y pronto llegó el día tan esperado: el inicio de las clases de vuelo.

El Gran Comedor estaba bullicioso a la hora del desayuno. La mesa de Slytherin estaba ocupada por Theo, Draco, Crabbe, Goyle, Zabini, Parkinson, Tracey, Daphne y yo. Esta extraña formación se había convertido en una rutina. Todos los días en las comidas nos encontrábamos los mismos ocho, y a veces en compañía de Millicent y un chico llamado Adrian Pucey.

—Deberían invitar a los de primer año a los equipos de Quidditch —empezó a decir Draco—. Hace un par de años, mi padre y yo fuimos a jugar en un gran campo. Nos divertimos mucho, hasta que escuché un ruido misterioso. Le advertí y fuimos a investigar. En el camino, se hizo de noche y la luna llena brillaba en el cielo. De repente, escuchamos algo corriendo y mi padre sacó su varita. Yo, que estoy muy bien instruido en el vuelo, agarré mi escoba. Mi padre lanzó un hechizo y apareció un hombre lobo sediento de sangre. Estaba por abalanzarse sobre mi padre cuando tomé la gran decisión de salvarnos. No tuve miedo. Agarré mi escoba con las dos manos y me monté de inmediato. Mi padre subió detrás de mí y nos saqué volando justo antes de que las sucias garras de aquel licántropo nos alcanzaran. En el aire aparecieron unos dementores que nos empujaron de la escoba. Caímos en una montaña desierta y la varita de mi padre se perdió. Él estaba inconsciente a un lado y tuve que ingeniármelas para sacarnos de ahí. En mi bolsillo tenía unas bengalas de bromas, así que en cuanto un avión muggle pasó volando, las tiré haciendo señales. Los muggles bajaron y nos hicieron subir al avión. Dentro de un tiempo, mi padre despertó y observó a los muggles. Me miró y me contó que eran magos contrabandistas y nos usarían como rehenes. Eran muy buscados por el Ministerio. Cuando los contrabandistas se voltearon, tomé dos grandes rocas del piso y los desmayé. Mi padre tomó control del avión y volvimos a casa. Allí entregamos a los contrabandistas, mi padre recuperó su varita y como recompensa me regalaron muchas cosas. Por eso mismo deberían dejarme entrar al equipo de Quidditch, no saben lo que se pierden.

—Ay, Draqui, ¡eres tan valiente! —dijo Pansy con un tono de admiración.

Volteé los ojos y le di un mordisco a mi tostada. Últimamente, Draco tenía la tendencia de inventar historias épicas y comentárselas a todo el mundo. Usualmente, él era el héroe que terminaba saltando de un avión o nadando con un calamar gigante.

Las lechuzas llegaron al comedor y comenzaron a entregar cartas y paquetes. Recibí una carta de mi padre diciéndome que arrasara en las clases de vuelo. Malfoy se había volteado de su asiento y estaba molestando a Harry Potter, que al parecer no había recibido una carta de su amigo el gigante. Malfoy estaba tan pendiente de la vida de Potter que se podría decir que era su fan número uno.

A Neville Longbottom le enviaron una recordadora, lo que armó un revuelo en la mesa de Gryffindor. Todos lo estaban observando con curiosidad. Draco se paró y se la arrebató de las manos. Ron Weasley y Harry Potter se levantaron, fulminando a Draco con la mirada, pero apareció la profesora McGonagall.

Dejé de prestar atención cuando Tracey me comenzó a hablar sobre lo guapo que le parecía Harry Potter.

—Sé que es un mestizo, pero eso no quita que sea lindo —dijo Tracey, con un suspiro.

—Potter es sinónimo de problemas, Tracey. Intenta no prestarle atención —le advertí, mientras me servía más café.

—¿No ves que se pavonea por Hogwarts todo el día? Es imposible no notarlo cuando entra en una habitación —comentó Daphne, poniendo los ojos en blanco.

—¿Hablan de Potter? —preguntó Theo.

—Sí, el club de fans de Potter está tan lleno como el árbol genealógico de los Black —dije, esbozando una sonrisa.

Malfoy is synonymous with idiotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora