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Capitulo seis

Mia.

Mi rutina de la semana se volvió algo aburrida, por no decir intolerable. 

Me despertaba por la mañana, tomaba algunos papeles que papá me daba y los llevaba a la oficina de correo, luego, me iba a la cafetería de siempre, llevaba mi notebook y comenzaba a revisar algunos mails de la empresa, tarea sencilla, pero alguien debía hacerla. Luego, regresaba a casa, y estudiaba para la facultad. Pasaba la tarde con mis padres, mientras mi hermana nos ignoraba, y luego me iba a dormir. En el medio, pasaba todo el maldito día revisando mi celular, esperando un mensaje de Joaquín, o de algún match en tinder, cualquiera de los dos me serviría.

Lo único diferente esta vez, fue ese extraño chico de la cafetería. 

El mismo de las flores, el mismo del auto.

Cada mañana aparecía en la cafetería, cinco minutos antes de que yo me vaya el llegaba, hablaba con una de las camareras, no oía sobre qué, pero él le hablaba, yo comencé a suponer que la chica le regalaba comida a escondidas de su jefe o algo por el estilo. 

No la culpo, haría lo mismo si pudiera. 

Él chico en cuestión siempre me saludaba, nada más y nada menos que un —Hola, Mia— diario de su parte, yo le respondía con un hola y una sonrisa por cortesía, ya que ni siquiera sabía su nombre.

Toda la semana fue igual, hasta que el sábado por la mañana, llegó antes que yo.

El castaño estaba sentado en una mesa de la cafetería, precisamente en mi mesa, la que uso cada día, él estaba bebiendo un café, mientras utilizaba una notebook un modelo más nuevo que la mía. Estaba vestido mejor de lo que usualmente se vestía, y sus zapatillas eran blancas y relucientes. 

Yo parpadee varias veces, tratando de comprender de que parte de la historia me había perdido. Al parecer el castaño me descubrió observándolo, porque levanto la mirada y me sonrió.

—Hola, Mia— dijo, como cada mañana

—Hola, desconocido— me cruce de brazos —Tengo dos teorías acerca de vos—

—¿Eh? no te entiendo— rió

—O todo lo que tenes en este momento es robado, y yo tendría que llamar a la policía— dije con seriedad —O todo este tiempo estuviste riéndote de mí, divirtiéndote a mi costa,  viendo como yo te daba dinero creyendo que eras una persona pobre—

—Hey, tranquila, ninguna de las dos opciones es correcta— sonrió —Mi nombre es Manuel—

—¿Y a mi que me importa eso?— pregunté de mala manera

—No soy un desconocido, soy Manuel— insistió —Siéntate y déjame explicarte todo este mal entendido— señaló la silla frente a él

—Más te vale que tengas una buena excusa porque sino voy a tener que llamar a la policía— me senté en la silla, aún con mi mejor cara de enojada

—Me llamo Manuel Aguirre, tengo veintidós años y soy de México— se presentó —Estoy en Argentina de visita, no duermo en la calle, no vendo flores, ni tampoco cuido autos en la vereda, en realidad trabajo en el área de marketing de una empresa de ropa, trabajo desde casa, así que puedo hacer mi trabajo tanto acá como en México—

—Entonces te estabas riendo de mí— contesté con ira

—Vine a Argentina a visitar a mi primo, y a una entrevista de trabajo con otra empresa de ropa, más conocida que en la que estoy ahora... en mi tercer día en el país, en esta misma mesa vi a una chica linda, quise ser caballeroso y regalarle un ramo de flores, traté de presentarme, sinceramente cuando una mujer me interesa soy bastante caradura, pero esa linda mujer me confundió con un vendedor ambulante, y me pagó por el regalo que le di— sonrió —Traté de explicarte, pero no me dejaste hablar—

Como amar a un simio azteca- MinuelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora