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Tenía mi dinero en mano desde hacía dos cuadras, nada más el taxi hubo parado yo ya había abierto la puerta de los asientos de atrás y uno de mis pies ya estaba tocando la calzada.

Miré al conductor. Cuando este estiró el brazo para recibir su pago y abrió la boca para hablar, dejé caer el dinero en la palma de su mano, me aseguré de haberle dado más del que me pedía y ni siquiera me paré a recoger la vuelta; salí corriendo del vehículo hacia la estación de tren, mi viaje salía en cinco minutos y me faltaban ocho para llegar a la estación.

Llegué justo cuando las puertas del tren se estaban cerrando, me acerqué con la esperanza de poder aún subir, pero el ferrocarril ya se había puesto en marcha y en menos de unos segundos ya había tomado más velocidad y desapareció antes mis ojos por las largas e infinitas vías.

Maldecí por lo bajo mirando el ramo de flores en mi mano derecha y me adentré en el edificio de la parada para ir a taquilla y sacar un nuevo billete, para un nuevo tren al mismo destino.

El único que se dirigía hacia mi destino era uno con un recorrido algo más extenso, tardaría media hora más en llegar, en total una hora y diez minutos. Compré el billete porque era la última opción que me quedaba y lo que no me iba a permitir era perder nuestro día especial.

Solo esperaba que no te enfadases mucho conmigo.

Cuando llegó el siguiente tren, suspiré entrando al vagón número tres, tal y como indicaba mi billete. Miré entre los asientos enumerados mientras buscaba el especificado en mi ticket, deseaba que me hubiese tocado ventanilla, así podría escuchar algo de música o leer mi libro mientras veía los paisajes del viaje.

Lo vi; vagón número tres, asiento noventa y siete, ventanilla. Diría que la suerte estaba de mi lado si no fuese porque minutos antes había perdido mi tren. Me senté echando el respaldo levemente hacia atrás, pero no del todo o me acabaría mareando, solo lo suficiente para estar cómodo y relajado. El ramo de flores lo dejé sobre la pequeña mesita de madera que había en medio de los cuatro asientos, uno de los cuales era el mío.

Era el último tren del día con ese destino, y se notaba ya que no se había montado mucha gente, cosa que era rara ya que siempre que había cogido este tren estaban todos los lugares ocupados.

En el compartimento que me encontraba había también un grupo de niños entre quince y diecisiete años, no les echaba más; un hombre adulto que dibujaba algo en su cuaderno con un perrito en su respectivo transportín y por último una señora mayor que entró en el último momento.

La señora tenía un bastón y venía caminando a pasos lentos hacia mí, quité rápidamente mi bolso del asiento contiguo al mío al caer en cuenta de que la mujer tenía ese asiento en su billete.

- Gracias, hijo -escuché por parte de la mayor quien se sentó a mi lado, dejando escapar un pequeño suspiro de sus labios, para después sonreír.

Bajé la mirada hasta mi móvil y di dos toques en la pantalla, causando que esta se encendiera y me mostrase la hora. Estaba nervioso, mi estómago se contraía haciéndome sentir una especie de vacío debido a la inquietud.

- Que bonitas -volví a escucharla a hablar y giré la cabeza para verla- Las flores, son muy bonitas -me aclaró.

- Si... ¿eso cree? -le respondí con una pequeña sonrisa mirando las flores y acerqué estas a mi rostro para olerlas- Espero que también le gusten.

- Una cita, ¿eh?

- Si, algo así, señora -seguí hablando, parecía muy agradable y al menos tendría algo de compañía en el trayecto de ida.

- ¿y quien es la afortunada? Si puedo preguntar.

- Afortunado -le corregí rápidamente, causando que ambos riéramos- Se llama Yoongi, es un chico muy hermoso y especial para mí.

- ¿Y hacen mucho que se conocen?

- Bastante -le di un asentimiento de cabeza, confirmando su pregunta- Pero es una historia un poco larga de contar. Me llamo Namjoon, por cierto.

- Bueno, Namjoon -me miró- creo que tenemos tiempo suficiente, aún nos quedan muchos kilómetros por delante.

[mini] namgi auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora