El Lamento de Nana [Les Mis]

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Advertencia: ANGST

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La Noticia

Se ventilaba con el abanico la nodriza a cargo de la casa mientras llamaba a las mujeres para que corrieran de un lado a otro y tuvieran todo listo para la llegada de Monsieur, el verano iluminaba hasta el último rincón de la mansión y ella esperaba el regreso del conde que había salido nada más el mensajero había llegado, todas cuchicheaban sobre algo con insistencia, pero la mujer las atareaba irritada del susurro constante o tal vez, era que no quería informarse, las mandaba a callar y les delegaba nuevas funciones, pero finalmente el caballero había llegado y corrió a su bienvenida

-Mi buen Señor- saludó reverenciando y al levantarse vio aun al hombre sujetando la puerta sin terminar de entrar- ¿ocurre algo?- insistió ante su silencio, le vio bajar la mirada y exhalar contrariado

-Siéntate Delphina- pidió y extrañada se dirigió al recibidor seguida por el caballero que estaba pálido, era como ver un fantasma y no un humano, preocupada se sentó en la butaca y se sorprendió cuando el hombre le indicó que se ubicara en el sofá como si fuese una dama de la corte, obedeció extrañada, tal vez aun no amanecía y seguía en el sueño más ruidoso de su vida- Esto no habría de concernirte, pero considero justo que lo sepas primero que nadie, siendo que fuiste su...- habló y supo que sus palabras eran un anunció demasiado directo para la pobre mujer que acomodaba su vestido con severa mirada de quien no entiende lo que ocurre- Alexandre...- articuló y tal como había temido, la vio palidecer y aferrar el relicario que usaba siempre

-¿Dónde está?- pidió empezando a temblar, la única respuesta que obtuvo fue silencio y que el conde bajara la mirada- no, no mi señor, dígame que es mentira, que quiere burlarse de esta solterona y vieja mujer, que su Alexandre está en la universidad terminando el semestre para volver a casa por vacaciones, sale en tres días, ¡DIGAMELO!- exigió al no ver cambio en la expresión imparcial del hombre, se ahogó en llanto- mi niño- sollozó sin consuelo y justo cuando intentó calmarla entró en cólera- ¡MI BASTIÁN!- gritó llamándole por su primer nombre en lamento tan fuerte y desgarrador que se comparaba con un alma en pena, los sirvientes y las doncellas llegaron al salón ante los alaridos de la mujer- MI NIÑO, MI MUCHACHO- se lamentaba la mujer hiperventilándose

-Sus ideales absurdos le llevaron a esto- comentó el hombre tan racional como siempre había sido y la fiereza del ánima ante él se desató al bofetearle- ¡DELPHINA, CALMESE!- ordenó en cuanto sintió el golpe de la mujer y vio la expresión demente que tenía y que parecía asfixiarse con el corsé

-NO SE ATREVA, CESAIRE, NO SE ATREVA A PRONUNCIAR ALGO CONTRA MI NIÑO, ¡YO LE CRIE Y NO HAY QUEJA ALGUNA EN SU COMPORTAMIENTO!- chilló la mujer salida de sí y se ahogó en llanto cubriéndose el rostro totalmente desconsolada- ¡MI BASTIAN! ¿DÓNDE ESTÁ? ¡QUIERO VERLE! MI NIÑO, MI HIJO- exijo y una de las doncellas fue a intentar hacer que se recostara y terminó tendida en el suelo cuando la mujer la empujó

-Está muerto, Delphina, asimílelo y continúe- ordenó el hombre sirviéndose un trago extrañado de su propia pasividad, debería conmoverse por la mujer o estar igual que ella, era su hijo a quien había visto fusilado, 8 eran los tiros que le perforaron el pecho, con Alexandre muerto se terminaba su legado, debería dolerle su perdida, pero era incapaz de sentir algo y mientras la mujer balbuceaba palabras sin sentido, el hombre bebió viendo a la mujer que siendo un mar de lágrimas juraba que su hijo cabía en sus brazos y calculaba en su antebrazo su longitud que tenía cuando había nacido- Calla- pidió y ni siquiera se le escuchó- cállate, ya basta mujer- ordenó entre dientes y ella continuaba- ¡ESTA MUERTO DELPHINA, FUSILADO COMO LOS TRAIDORES A LA CORONA, LLORAR NO SIRVE, ESO NO LE TRAERA DE REGRESO!- ordenó colérico y ante esa inminente verdad si se le quebró la voz, la odió por hacerle flaquear- Largo de aquí, lárguense todos, ¡FUERA!- ordenó y en pocos segundos todos volvieron a sus deberes y él se encerró en su despacho llevando consigo la botella que le habían dejado los Courfeyrac antes de partir a Londres dejando en el salón principal a la nodriza que divagaba aferrada al relicario

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